"Hay un
único lugar donde ayer y hoy se encuentran y se reconocen y se abrazan. Ese
lugar es mañana". Eduardo Galeano.
La República Dominicana
ha recibido el Siglo XXI sin un modelo societal sostenible y viable. No se
perciben indicios de que los cambios que afectan al mundo remuevan los
cimientos del conservadurismo que se ha incrustado en los tuétanos de la
sociedad dominicana.
Pareciera que aquí si se
ha llegado al fin de la historia preconizado por Mr. Fukuyama. Buscar los
orígenes de esta situación pasa por mirar críticamente la historia reciente.
Hachos y acontecimientos finiseculares condicionan la evolución política de la
sociedad dominicana.
Ajusticiado Trujillo en
1961 y roto los diques que contenían el torrente ideológico que emergió luego como un torbellino que inundó
todos los rincones del país. Luego vinieron los Consejos de Estado y la
inestabilidad política hasta que se instaló en el poder el profesor Juan Bosch
en 1963.
Los grupos organizados,
los partidos y organizaciones de izquierda, sindicatos y especialmente los
grupos juveniles y dentro de éstos, el estudiantado tanto universitario como
del nivel medio. Entre esos grupos se destacan los estudiantes. Fueron ellos quienes
con mayor coraje y gallardía defendieron la naciente democracia dominicana. Los
jóvenes dominicanos sufrieron sacrificio de todo tipo, persecución, represión,
vejámenes, asesinato, prisión y tortura.
Bosch y su gabinete
empezaron un proceso ambicioso de transformaciones políticas, sociales,
económicas y culturales jamás vistas en la historia republicana. Bosch y el PRD
que lo postuló aspiraban a instalar una revolución democrática que sacara al
país del atraso y el oscurantismo al que lo había sometido la familia Trujillo
desde 1930.
El modelo se concretó y
tomó forma con la promulgación de la Constitución de 1963, de corte liberal
progresista que recogía los postulados del Plan Mínimo del Movimiento de
Liberación Dominicana que comandó Enrique Jiménez Moya en 1959. Bosch aspiraba
a desarrollar un gobierno como los que en América Latina encabezaron José
-Pepe- Figueres en Costa Rica y Rómulo Betancourt en Venezuela.
Este ensayo duró solo 7
meses, un golpe de Estado apagó la llama progresista y dio paso a la
inestabilidad política y social. Los sectores conservadores, la iglesia
católica, los jerarcas militares, los tutumpotes y el imperialismo yanqui temerosos de perder sus privilegios se
aventuraron al derrocamiento del gobierno constitucional. Con sus acciones
estos grupos escriben su peor página en la historia patria.
Una Junta Cívico Militar
se conforma para dirigir el gobierno de facto hasta constituirse en el
Triunvirato que gobernó hasta el 24 de Abril de 1965 cuando el levantamiento
popular de esa fecha lo echó del poder. La acción bélica que siguió al
levantamiento popular se transformó en una guerra patria a partir del 28 de
abril de 1965 cuando tropas de los Estados Unidos desembarcaron para tratar de
imponer un gobierno títere.
La Guerra se extendió
hasta julio cuando se firma el acuerdo que puso fin al conflicto. El
patriotismo y el coraje de nuestro pueblo se puso de manifiesto una vez más,
cuando enfrentó y resistió el poderío
militar del imperialismo yanqui. Cientos de muertos y heridos y una sociedad
dividida políticamente. En los acuerdos se estableció un gobierno provisional
que encabezó el Lic. Héctor García Godoy, veterano diplomático del trujillato.
Tenía por encomienda organizar “elecciones”.
La treta electoral se
celebró el 1 de junio del 1966 bajo el tutelaje yanqui y con pocas garantías para que
la oposición desarrollara su campaña. Era entendible, dado que el principal
contendor de la propuesta yanqui que encabezaba el Dr. Joaquín Balaguer era el
derrocado presidente Juan Bosch. No lo iban a dejar llegar al poder y
utilizarían todos los recursos que le sirvieran para impedir su participación
en la contienda.
Se da el proceso y Balaguer
es impuesto y se juramenta el 1 de julio de 1966. Ahí se inicia el tenebroso
periodo conocido en la historia como “Los Doce Años de Balaguer”, ya que se
extendió hasta 1978. Son tiempos de represión, desaparición, exilio, tortura y
muerte. La encomienda yanqui de descabezar el movimiento revolucionario que
había resistido a sus fuerzas y defendido la soberanía nacional fue cumplida
con creces por “Don Elito” y sus pupilos.
Al mirar hoy, esos
acontecimientos y reflexionar sobre ellos podemos encontrar las causas del
escaso desarrollo político e institucional que se observa en el país, así como
explicaciones al comportamiento conservador y conformista de amplias capas de
la sociedad dominicana.
El Siglo XXI es una
oportunidad para avanzar hacia la concreción de los sueños de los hombres y
mujeres que ofrendaron sus vidas tras la búsqueda y construcción de sociedad más
justa, solidaria y progresista. Ciertos visos de avances se observan, pero
queda un largo trecho por recorrer para alcanzar un estadio acorde con las
aspiraciones de la sociedad de la información y el conocimiento.
Los actores deben
provechar esa oportunidad, para esto se requerirá de una organización
debidamente articulada, compromiso social, definición ideológica diferenciadora,
estrategia de alianzas, una propuesta programática concreta y táctica de lucha
definida. Esos aspectos sumados a la
construcción de un liderazgo colectivo que defienda los principios éticos que
deben regir el accionar político en el siglo que transcurre.
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