lunes, 24 de abril de 2023

REFLEXIONES SOBRE LA GUERRA DE ABRIL DE 1965.

"La historia es el espejo donde se reflejan los hechos que marcan, definen y caracterizan los perfiles de la evolución política, económica, social y cultural de los pueblos". 

La Guerra de Abril de 1965 es una página de gloria en la historia política del pueblo dominicano, escrita con sangre en las “Trincheras del Honor”, por hombres y mujeres comprometidos con los mejores intereses del pueblo dominicano y la soberanía nacional. Es la continuidad del accionar patriótico de Trinitarios y Restauradores. 

La Guerra de Abril de 1965 es el hecho de mayor trascendencia política del siglo XX. Incrustado en el corazón de la Guerra Fría, ese acontecimiento, protagonizado por fuerzas políticas y militares de vocación democrática y revolucionaria marcó un antes y un después en la evolución política del pueblo dominicano.

A los 58 años del inicio de la Guerra de Abril, la reflexión se impone como principio. Activada la acción popular con clara perspectiva revolucionaria y orientada a la restauración de la constitucionalidad destruida por el golpe de Estado perpetrado contra el gobierno del Partido Revolucionario Dominicano, encabezado por el profesor Juan Emilio Bosch, y barrer el neotrujillismo que buscaba reconquistar su espacio político y legitimización social.

El liderazgo político, militar y revolucionario se colocó a la altura de las exigencias históricas del proceso de transición democrático iniciado tras el descabezamiento de la Tiranía de los Trujillo el 30 de mayo de 1961. Tras largos años de resistencia, represión, terror y manipulación el pueblo buscaba el rumbo hacia el progreso acosado por los sectores que pretendía recomponer las fuerzas que sostuvieron la dictadura.

Hay gentes que justifica y defienden acciones indefendibles e injustificables, abusando del uso de los medios de comunicación y redes sociales. Emiten juicios, partiendo de su imaginario y prejuicios, sin reparar en el sacrificio de quienes protagonizaron los hechos que marcaron ese periodo.

Hoy se escuchan opiniones diversas sobre el contexto, antecedentes, causas, fundamentos, protagonistas, intereses y consecuencias de la guerra de abril de 1965. Crece la costumbre de hacer historia con la historia para imponer líneas asociadas al pensamiento único. Se ha ido imponiendo el interés de sectores conservadores en detrimento del interés colectivo.

Que la llamen como quieran, pero la historia testaruda y justiciera muestra los hechos y relatos que testimonian de aquella epopeya para restaurar la constitucionalidad, y quebrar las pretensiones del neotrujillismo de legitimarse frente a la sociedad. Finalizada la guerra se impuso al Dr. Joaquín Balaguer como presidente de la República en unas elecciones amañadas y bajo el terror imperialista y sus socios locales.

Yerran los que pretenden blanquear el accionar perverso y criminal de traidores y detractores, quienes, colocados del lado equivocado de la historia, conspiraron y actuaron contra los intereses del pueblo y la soberanía nacional. Primero conspirando para derrocar al gobierno constitucional encabezado por Juan Bosch, luego sosteniendo El Triunvirato, y después accionando en primera fila para defender la intervención militar norteamericana.

Fuerzas populares, luchando cuerpo a cuerpo para defender los principios de la institucionalidad democrática y restaurar la constitucionalidad quebraron los cimientos del gobierno entreguista, corrupto y represivo del Triunvirato, encabezado por Donald Read Cabral e impuesto por los golpistas del 25 de septiembre de 1963. La respuesta de la oligarquía y sus socios imperialistas no se hizo esperar. Activaron los sectores nucleados en las Fuerzas Armadas, el empresariado y la cúpula católica para impedir la consolidación de la revolución democrática.

Cuando el pueblo avanzaba en sus conquistas, los traidores pidieron el apoyo de tropas estadounidenses que habían trazado un plan para "evitar otra Cuba en el Caribe". Quebrar la institucionalidad definida en la Constitución de 1963 fue el resultado del accionar de los sectores golpista, auspiciados por el imperialismo yanqui, la iglesia y la cúpula empresarial.

Dicen algunos que durante la contienda bélica iniciada el 24 de abril se enfrentaron “leales y constitucionalistas”, pero hay que aclarar algunas cuestiones. ¿Leales a qué o a quiénes? Sería bueno profundizar en el análisis de esas categorías y cómo las fuerzas enfrentadas tenían motivaciones e intereses diferentes.

Abril resuena en la memoria de un pueblo que ha sabido defender su soberanía y su vocación democrática. Muchos detractan, ignoran y manipulan sobre el valor histórico de las acciones heroicas y patrióticas, dado que la vanguardia la asume el movimiento revolucionario y sectores democráticos de las Fuerzas Armadas, nucleados en el Movimiento Enriquillo.

Tras meses de acciones bélicas de mayor o menor calado, la lucha armada demostró el compromiso del liderazgo constitucionalista con la defensa de la patria y su soberanía. Mención especial para la resistencia a la embestida del Centro de Enseñanzas de las Fuerzas Armadas, CEFA a la zona norte de Santo Domingo, conocida como “Operación Limpieza”, la Batalla del Puente Duarte o la Batalla del Hotel Matún.

Los invasores yanquis y sus socios criollos crearon un gobierno paralelo al Gobierno Constitucionalista presidido por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó. Fue el mal llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional, encabezado por el general Antonio Imbert Barreras, quien había participado en el ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo el 30 de mayo de 1961. Al colocarse del lado y al servicio de los agresores, quemó su capital político y los méritos que acumuló por haber contribuido a descabezar el Trujillato. 

Cantidades significativas de muertos y heridos ratifican la bravura y el coraje del pueblo dominicano. Militares y civiles caen en el fragor de los combates. El miedo desapareció y el patriotismo exhibió todo su esplendor. El mundo fue testigo, una vez más, del accionar perverso y criminal del imperialismo yanqui. La solidaridad internacional se expresó y exigió el fin de las hostilidades y la ocupación imperialista.

El accidentado proceso de negociación, patrocinado por la OEA y auspiciado por las fuerzas de ocupación estadounidenses dejó a los constitucionalistas en una situación difícil. Acorralados en Ciudad Nueva, rodeados y fracasado los intentos por llevar la lucha a otros pueblos, tuvieron que aceptar condiciones que sabían que golpistas e invasores nunca cumplirían.

Las fuerzas constitucionalistas nucleaban a los sectores comprometidos con la defensa de la soberanía nacional y la institucionalidad democrática. La creación de la Academia de Entrenamiento Militar Constitucionalista y la unión cívico-militar constituida en estructuras denominadas Comandos, dejan ver la determinación combativa de los sectores populares.

El contraste de la Guerra de Abril con la Ocupación Militar Norteamericana se concretó con la imposición del gobierno encabezado por el Dr. Balaguer a partir de 1966, y la expulsión de la mayoría del liderazgo constitucionalista. Más de 40 mil soldados estadounidenses sumado a los miembros del CEFA y los agentes de gobiernos proyanquis no pudieron doblegar militarmente al pueblo en arma, liderado por el Gobierno Constitucionalista, presidido por Francisco Alberto Caamaño Deñó.

Cada quien tendrá sus juicios sobre el desarrollo de los acontecimientos durante los meses de abril a septiembre de 1965, cuando se firmó el Acta Institucional que puso fin a la guerra, pero quienes participaron en aquella gesta, primero, popular y luego patriótica, tienen el mérito de haber sido protagonistas de acciones que nosotros solo podemos imaginar y especular sobre ellas. Las discusiones sobre impacto de aquella gesta en la política dominicana polarizó los debates por varias décadas.

Quienes osaron quebrar el gobierno constitucional de Juan Bosch, crearon las condiciones para la revuelta popular que devino en guerra patria, tras la invasión yanqui. Ellos sembraron el árbol de la discordia y encendieron la llama redentora. La sangre derramada en esa gesta debe abonar la memoria de las presentes generaciones para que encuentren formas de evitar acciones como las que llevaron a la Guerra de Abril de 1965.

La Guerra de Abril, es un período histórico mal estudiado y muy manipulado, pero los hechos testimonian verdades solapadas y discriminadas por intereses mezquinos de quienes pretenden justificar comportamientos retorcidos de ciertos actores. Los perversos y verdugos no dejarán de serlo, porque borren o reescriban la historia. El heroísmo y la rebeldía vencieron el miedo y el terror neotrujillista.

Vale recalcar, que los pueblos que no honran a sus héroes y heroínas; que no reivindican su legado y que no reconocen el sacrificio de quienes forjaron la patria que tenemos pasa de ser ingratos a ser traidores. La memoria histórica es el sello de identidad nacional de los pueblos y eso debe estar claro en la mente del pueblo dominicano.

Es imperativo honrar y reivindicar la memoria de los hombre y mujeres que mantuvieron encendida la antorcha de la libertad, el decoro y la dignidad del pueblo dominicano. Quienes se colocaron del lado correcto de la historia, tienen un sitial reservado en el corazón de los buenos dominicanos. Viva la vocación revolucionaria del pueblo dominicano.

¡Hasta la victoria siempre!