martes, 30 de octubre de 2018

ASCENSO DEL CONSERVADURISMO EN AMÉRICA LATINA.



“El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”. 
Bertol Brech.

El avance de las fuerzas conservadora en América Latina constituyen una seria amenaza para el afianzamiento de la naciente institucionalidad democrática. Sobran evidencias que obligan a repensar las estrategias políticas implementadas por las fuerzas progresistas y revolucionarias, incluso los propios liberales que han visto menguar su influencia y capacidad de acción.

El ascenso al poder de la derecha y la ultraderecha muestra claramente que hay un repliegue del progresismo y un retorno del conservadurismo. Quienes pregonan el fin de las ideologías debieran empezar a mirar la cosecha del descuido y la falta de orientación política.

Los grupos sociales vinculados a las instituciones de fe que mantienen campañas constantes de orientación a sus miembros han ocupado el espacio dejado por las organizaciones políticas y sociales. Estas entidades han decidido tomar parte en la contienda política, asociándose a sectores conservadores para empujar los proyectos vinculados a la defensa de sus intereses. Los resultados son evidentes y preocupando dado el trasfondo dogmático y mítico de dichos proyecto.

El ascenso del conservadurismo ha encontrado en sectores religiosos, empresariales y cúpulas militares, un aliado para empujar los planes diseñados por las cúpulas hegemónicas con el apoyo de entidades asociadas al imperialismo norteamericano. Es innegable que la estrategia ha sido exitosa y varios gobiernos de América Latina llevan ese sello.

A esto se suma una parte de la juventud menor de 30 años, atrapada en las redes de manipulación gestionadas por los centros de poder y carente de formación política que le permita discernir entre una corriente de pensamiento anclada en el pasado y movimiento alternativo con visión progresistas o revolucionaria.

Al heredar un modelo político, construido sobre los huesos de miles de hombres y mujeres que cayeron defendiendo la libertad no han tenido tiempo para reflexionar y reivindicar ese pasado heroico que resistió las dictaduras impuestas por las oligarquías y auspiciadas por los Estados Unidos. Tal ha sido el éxito del proyecto conservador que han logrado hacerle creer que gobiernos de corte progresista o revolucionarios son dictadura a las que deben combatir.

Cabe recordar las atrocidades cometidas por dictaduras como la que encabezaron Anastasio Somoza Debayle, Rafael Leónidas Trujillo, Fracois Duvalier, Fulgencio Batistas, Marcos Pérez Jiménez, Alfredo Strossner, Gustavo Rojas Pinilla, Videla, Augusto Pinochet, entre otros. Todos ellos apoyados por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos, mejor conocida como la CIA.

El último eslabón es la elección del ultraconservador Jair Bolsonaro en Brasil quien derrotó al progresismo petista encabezado por el profesor Fernando Haddad el 28 de octubre del 2018. El de Brasil es un caso digno de estudio porque allí se quebró a un gobierno que había dado muestras de eficiencia en sus políticas sociales. Tanto los gobiernos de Lula como el de Dilma eran parte del progresismo que se gestó en la última década del siglo XX.

Usando como punta de lanza las estructuras judiciales y como tema de fondo la corrupción y la impunidad, lograron desprestigiar la democracia, derrocar el gobierno de Dilma Roussef, encarcelar a Luíz I. Lula Da Silva e imponer a Michel Temer como presidente de facto. Esa judicialización de la política es el resultado de una estrategia diseñada por Estados Unidos para enjuiciar a líderes y gobiernos que no se plieguen a los planes del imperio. Financian la formación de jueces y fiscales que asumen las doctrinas imperialistas para derrocar gobiernos prescindiendo del uso de la fuerza militar. Es una nueva forma de golpismo oligarca que le ha dado éxitos momentáneos en varios países.

El conservadurismo está instalado en el poder con los presidentes Maricio Macri en Argentina, Juan Orlando Hernández en Honduras, Sebastiano Piñera en Chile e Iván Duque en Colombia quienes accionan conjuntamente con Luís Almagro y sus pupilos en la Organización de los Estados Americanos OEA para conspirar, desprestigiar y eventualmente derrocar a gobiernos como el de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia.

La idea es clara: erradicar a los gobiernos progresistas o revolucionarios de América Latina, recomponer el modelo neoliberal, imponer gobiernos entreguistas y evitar el surgimiento de un liderazgo alternativo. Eso implica corromper y pervertir las instituciones que sustentan la democracia formal, debilitar las instituciones armadas, impedir el surgimiento de medios  de comunicación alternativos, imponer la lógica individual, falsear la historia, manipular datos e informaciones; así como acusar al progresismo de no haber resuelto en décadas los males que ellos generaron por siglos.

Queda claro que la Política debe transformarse y asumir un compromiso ético con la superación de la desigualdad, la exclusión social, el cuidado del medio ambiente y con el uso apropiado de los recursos naturales; cerrando el paso al vicio clientelar, al mesianismo y avanzando hacia la institucionalidad sana y transparente que sirvan de base a la democracia funcional socialista.

El desafío para las fuerzas progresistas y revolucionarias impone reorganizar y reinventar formas organizativas y de interacción sociopolíticas que contribuyan a revertir y superar los estragos de los gobiernos conservadores; así como de aquellos que desde el neoliberalismo han sembrado miseria y desesperanza, profundizado la pobreza, la exclusión social y la desigualdad. Es necesario apuntar al porvenir porque no hay noche que no amanezca ni plazo que no se cumpla.

Ante ese desafío se impone:



Los esfuerzos por crear un Proyecto Político Alternativo que recoja las enseñanzas de las mejores prácticas de gobiernos progresista, socialistas o revolucionarios, evitando repetir errores y potenciando los atributos de un liderazgo comprometido éticamente con la implantación de un sistema de justicia social que supere el pesimismo y despierten la esperanza.

Trabajar en el diseños de una institución política que sirva de sustento a un proyecto orientado a crear las condiciones para lograr el desplazamientos de las fuerzas que han sembrado la desesperanza y la incertidumbre.

Establecer un programa político auténtico, y con sello propio, fundamentado teórica e ideológicamente en las doctrinas del socialismo revolucionario y que coloque a la gente en el centro de su accionar.

Fomentar un liderazgo con solvencia moral y legitimado socialmente, comprometido con los principios y valores que sustentan la justicia social.

El Proyecto Político Alternativo debe definir su ruta hacia el poder, mostrando una clara vocación de servicio y marcada visión de poder. La cuestión de la toma del poder se define una estrategia específica dependiendo de los cambios en el contexto político y cultural.

Crear un proyecto político propio que sirva de base al proceso de formación política, orientado a reforzar las capacidades de la juventud para tomar decisiones acertadas sobre el futuro que se construye.

Desarrollar una estructura política flexible donde se pueda integrar a todos los sectores que requieren orientación y formación para desarrollar sus habilidades y fortalecer sus capacidades.

Generar un cuerpo doctrinario centrado en el compromiso ético y la justicia social para avanzar en la construcción de una nueva cultura política, donde la democracia socialista sirva de base para la actuación del liderazgo emergente.

De igual forma se deben potenciar la incorporación de sectores sociales y sujetos políticos que apuesten a la transformación de la sociedad y confíen en las capacidades para concretar los sueños de justicia social y democracia socialista funcional.

Esto debe complementarse con una estrategia de vinculaciones efectivas con sectores sociales vinculados al quehacer político.

Superar el analfabetismo político como forma de avanzar en el proceso de descolonización mental para generar las capacidades que permitan a la gente asumir un enfoque crítico reflexivo para abordar la realidad cotidiana y transformar la sociedad.

¡Soñemos! Que la política no es para improvisados, aventureros ni corruptos. Es una actividad para quienes tengan vocación de servicio, compromiso ético, patriotismo y solvencia moral legitimada en la práctica. Es una forma de servir a la sociedad, potenciando las capacidades de la gente.