jueves, 21 de septiembre de 2023

EL MASACRE EN DISPUTA.

El río Dajabón o Masacre es una fuente fluvial que nace en Loma de Cabrera, provincia Dajabón República Dominicana, y toca brevemente, el suelo de la República de Haití en la frontera de ambos países. De su espléndido caudal queda muy poco. La merma de su caudal y la contaminación de sus aguas pone en riesgo la producción y la estabilidad en buena parte de los pueblos fronterizos.

La construcción de un canal, al margen de los convenios y protocolos, por poderosos grupos haitianos que con apoyo del gobierno de ese país ha hecho bajar las aldabas de las puertas fronterizas. Los haitianos justifican la construcción mientras los dominicanos la cuestionan. Las tensiones han subido de tono y ha exacerbado el nacionalismo tanto en Haití como en República Dominicana.

El gobierno dominicano responde movilizando tropas para aumentar la vigilancia en la frontera, deportando a nacionales haitianos que residen en el país y deteniendo la emisión de visados; así como cerrando la frontera hasta que se detenga la construcción de dicho canal. Se alega que dicha construcción viola el tratado de 1929; así como convenios y protocolos posteriores.

Afirman que, además, pone en riesgo la vida de las poblaciones situadas aguas abajo y que no cumple con los requerimientos técnicos. La parte haitiana insiste en que tiene derecho a utilizar el afluente para obtener agua para consumo humano, irrigación e industria.

Expertos como el ingeniero hidráulico Gilberto Reynoso Sánchez, director ejecutivo del Gabinete del Agua, afirma que durante varios meses el río Dajabón o Masacre baja su caudal de agua, y nunca alcanza los 5 metros cúbicos por segundo, quedando principalmente en 2 metros cúbicos por segundo.

La recrudecida disputa por las aguas del río Masacre invita a la reflexión y a la acción en favor de sus aguas. Lo que tienen que hacer es reforestar, proteger y sanear su microcuenca, que de río solo tiene el nombre como miles en el país. Es un arroyuelo contaminado y moribundo. El agua es vida, si señor.

Ambos países son signatarios de convenios internacionales relativos a la Protección y Utilización de los Cursos de Agua Transfronterizos y de los Lagos Internacionales; así como a los protocolos y convenios que complementan el Tratado de Fronteras Domínico-Haitiano firmado el 21 de enero de 1929.

Al margen de los precedentes históricos de las relaciones entre los países, los juegos de intereses mercuriales o los prejuicios raciales y religiosos, la gestión del río y su entorno, exige que ambos países trabajen en la protección y preservación de la diezmada, empobrecida y contaminadas microcuencas que nutre su cauce.

Se discute con razón, si procede o no que grupos particulares apoyados por el gobierno haitiano operen un canal alimentado del río Masacre en la frontera dominico-haitiana, poco se habla de los secuestros de acuíferos en diversas partes del territorio nacional. Ojalá enfrenten a depredadores locales.

La disputa por agua, en el país, y en todo el mundo es una fuente de conflicto creciente y sistemática. En la frontera dominico-haitiana, dada la pobreza existente de ambos lados, la gestión del agua adquiere una importancia estratégica. Persistente escasez y contaminación acentuada acosan a varios pueblos de la zona.

Aunque los debates se han centrado en la crisis generada por el canal, la cuestión del agua en el país requiere un debate amplio, donde participen diversos sectores. Recientemente se firmó un cuestionado Pacto por el Agua que no satisfizo las expectativas sobre el anhelo de la población.

La reforma pendiente en el sector agua, especialmente, potable, luce estancado, a pesar, de que el Congreso Nacional debatió un manoseado proyecto de ley que busca regular y establecer políticas de gestión acorde con las exigencias de los sectores involucrados.

El Masacre en disputa es una oportunidad para abrir el debate sobre la gestión del agua, no solo en la zona fronteriza, sino también en todo el país.

Aunque la Constitución de la República y su normativa complementaria establecen los usos y modalidades de gestión del agua y otros recursos naturales, la realidad dista mucho de lo plasmado en el papel. El secuestro de acuíferos, la contaminación y la deforestación dan una idea del desorden imperante en el sector e invita trabajar para superar la preocupante situación.

La disputa reiterada por las aguas del río Masacre en la frontera dominico-haitiana es el preludio de conflictos sociopolíticos que tienden a profundizarse. La coordinación y cooperación entre los Estados y el uso inteligente de la diplomacia son las vías para superar tensiones y generar soluciones.

A pesar de que la República de Haití está sumida en una larga crisis estructural, con un liderazgo disperso y una estructura institucional débil y corrompida, es un Estado, y como tal, tiene la responsabilidad de cumplir los tratados, convenios y protocolos fronterizos vigentes.

República Dominicana que carga con gran parte de la migración irregular tiene que buscar estrategias funcionales que le permitan convivir con el vecino país, ya que Haití es el socio comercial más cercano y cualquier conflicto afecta sensiblemente la producción nacional. A eso se suma, la creciente e intensiva mano de obra haitiana utilizada en el país.

Diálogo, cooperación y solidaridad son las vías para generar soluciones y superar los conflictos que surjan en la línea fronteriza, incluido el generado por la construcción del canal y el intenso proceso migratorio. Alivianar la pesada carga que lleva el país le obliga a continuar apoyando el desarrollo de capacidades en Haití para generar soluciones a los males que padece.

La disfuncionalidad institucional de Haití para garantizar los derechos de su gente desafía la capacidad de su liderazgo y obliga a República Dominicana a reorientar sus políticas de gestión fronteriza y migratoria. Tensar las relaciones entre ambos países no garantiza soluciones.

El Masacre en disputa es un llamado a la reflexión y a la acción positiva para salvarlo y gestionarlo mejor. El río muere, y para salvarlo, es necesario intervenir conjunta y bilateralmente. Las condiciones socioeconómicas en la frontera son precarias, la población dominicana escasa y los recursos limitados. El río Masacre es una importante fuente de vida en gran parte de la línea fronteriza.

Cumplir normas y activar los buenos oficios ayudan, pero las necesidades básicas de la gente imponen una dinámica retadora y exigente para el liderazgo y los Estados, obligándolos a entenderse y cooperar para la solución de los problemas comunes que comparten.

Ahora, las tensiones se generan por el río Masacre, y mañana ¿Cuál será la próxima fuente de conflicto? Respuestas habrá, porque la escasez de agua en la frontera es sistemática y perturbadora. Como reza el dicho popular: “es mejor prevenir que curar” y “a grandes males, grandes remedios”.

La gestión inteligente y estratégica de la frontera reclama el concurso de dominicanos y haitianos. Los problemas van más allá, de las tensiones generadas por la construcción del canal de la discordia y abarca el persistente problema migratorio, las relaciones comerciales, la porosidad de la frontera y la pobreza persistente en ambos lados de la frontera.