sábado, 3 de septiembre de 2011

LAS LECCIONES DEL HURACÁN IRENE.

La provincia de San José de Ocoa fue rudamente golpeada por el huracán Irene. En esta ocasión como todos los fenómenos que afectan la provincia se repite el mismo patrón de improvisación e incoordinación tras el desastre que azotó el país el pasado 22 y 23 de agosto. Los daños fueron cuantiosos, a la agropecuaria, la vivienda y la infraestructura vial fueron descomunales.

La desesperanza y la impotencia se apoderaron de la población. La sensación de abandono en otros eventos naturales desespera y abruma. La incertidumbre y la desconfianza hacen estragos en la conciencia colectiva y el pesimismo se impone. Pero no se engañen eso es sólo apariencia, la gente saca de abajo y se enfrenta a la realidad. Una vez pasa el susto, el pueblo se vuelca a resolver con lo que tenga y la confraternidad alcanza su grado más elevado. La solidaridad aflora de inmediato y se empieza la batalla para restablecer los servicios básicos y establecer las redes de suministro.

La ausencia de planes emerge como el problema mayor. Sin embargo, las acciones se inician y cada quien hace lo puede. La poca coordinación debilita el impacto de las acciones que se emprenden. El clientelismo y el asistencialismo asoman. La pobreza deja ver sus enormes tentáculos que alcanza dimensiones inimaginables. Cosas y casos insólitos se parpan. La imaginación no alcanza para tanto. La razón se perturba ante la desolación, la inteligencia amenaza con dejar el cuerpo de quienes buscan respuestas. Nada abunda y falta hasta lo elemental escasea.

Pueblos como el nuestro, acostumbrado a bandeárselas como puede” saca el ingenio, levanta la frente y pone su mejor cara. Nunca pueblo alguno ha mostrado tanta entereza para recuperarse, tras el azote de ciclones y tormentas, como lo hace el nuestro. Hay que ver como se enfrenta el desastre y se desafía la “mala suerte”.

Las autoridades locales, quienes debieran preocuparse por garantizar a los gobernados los derechos fundamentales, incluida la protección civil, no muestran entusiasmo en preparar a la gente para enfrentarse a la inclemencia de la naturaleza. Se reacciona en medio del caos y la desolación. Algún día entenderán que si se planifica adecuadamente y se toma conciencia sobre la vulnerabilidad de la provincia los riesgos se pueden reducir. Ojalá no sea demasiado tarde.

Las instituciones de protección civil carecen de los medios materiales que faciliten su trabajo y garanticen la seguridad de sus miembros, aún así, por encima de las limitaciones y en circunstancias adversas, se impone la férrea voluntad de la vocación de servicio. Socorristas aguerridos y entregados olvidan que también son afectados y se entregan en cuerpo y alma a proteger a la población que lo requiera, se le ve por todos lados extendiendo su brazo solidario ¡Qué bonito es verlos en acción! ¡Qué ejemplo tan digno de imitar! ¡Cuánta entrega!

Se sabe que cada temporada ciclónica existe la posibilidad de que la desgracia nos visite. Estamos potencialmente amenazados dadas las características topográficas de nuestro territorio. Atravesado por ríos, arroyos y cañadas que cuando se desbordan transforman el panorama, siembran el pánico e inundan vastas áreas de la problación. Debiéramos ser menos reactivos y mas proactivos. Planificar y dar capacidades de respuesta debe ser la clave del liderazgo político-social de la provincia. Fortalecer y articular las instituciones de protección civil. Tener planes de contingencias y revisarlos constantemente. Prohibir la construcción en zonas de riegos y evitar, en la medida de lo posible, la deforestación de las cuencas altas para disminuir la erosión y el arrastre de sedimento.

Las lecciones de IRENE nos invitan a una reflexión forzosa y a replantear nuestra forma de reaccionar ante los ciclones tropicales. Estamos en su ruta y tenemos que lidiar con sus efectos. La mejor forma de hacerlo es elevando nuestra capacidad de respuesta, orientando y educando a la población, especialmente la que reside en zonas vulnerables y de alto riesgo. Es indispensable que funciones los planes de prevención y mitigación de desastres, así como los instrumentos propuestos en la Ley 147-02.

Tras los estragos del huracán, se anuncia la visita del Presidente de la República a la provincia. Esta se concentra en la zona del puente destruido sobre el Río Ocoa y que dejó incomunicado a los municipios de Sabana Larga y Rancho Arriba. Lo ideal, lo lógico, lo correcto y lo sensato era que las autoridades municipales presentaran un informe pormenorizado al Primer Mandatario sobre el estado de situación de la provincia ¿Quién mejor que ellos que son los responsable del gobierno local? Esto no se produjo bajo el alegato de que no fueron invitados oficialmente. Vea que contradicción, la comitiva presidencial era la visita. Usted está en su casa y por tanto no era necesario que se le invitara. Además era una cuestión de fuerza mayor.

El Presidente de la República tiene la obligación de dar seguimiento a cualquier situación que afecte o altere el desenvolvimiento normal de las actividades en cualquier parte del país. Puede ser un huracán, un terremoto, una riada, una "arroyada", una catástrofe aérea o marítima. El objetivo del viaje debe ser, constatar en el terreno la situación del lugar y la magnitud del daño causado para establecer con las autoridades locales y provinciales las coordinaciones que viabilicen la mitigación de los daños y se inicie, lo antes posible el plan de contingencia, reparación y reconstrucción.

En San José de Ocoa no sucedió así y se perdió la oportunidad de dejar en poder del Señor Presidente un informe detallado de los daños y las posibles líneas de abordaje de los problemas que agobiana a los habitantes del Maniel. Utilizando excusas politiqueras y mezquinas no se construyen consensos ni se crea la confianza necesaria para sentirse representados por autoridades, conscientes de su responsabilidad frente a eventos de este tipo.

Una vez más, igual que cuando la tormenta Noel en el 2007, los caprichos y los recelos políticos y la politización de la situación se impusieron al interés general. En estos casos no basta con repartir unas cuantas raciones de comida o baratijas alucinantes, es necesario enfrentar la situación con el rigor, la responsabilidad y seriedad que las circunstancias exigen. Para lograrlo no se conoce otra fórmula que no sea la planificación y la coordinación entre todas las fuerzas de la comunidad lideradas por sus autoridades.

Decir que corresponde a tal o cual fuerza política enfrentar una situación es sacar el cuerpo al problema. Alimentar e incentivar el morbo politiquero no contribuye a resolver el problema, por el contrario, lo agrava. Genera nuevos conflictos y profundiza viejas rencillas cuando el momento exige unidad, concertación, diálogo y compromiso. Contrarrestar la tendencia a politizar situaciones de calamidad pública y ese sentimiento de indefensión, que alimentado por núcleos opositores a las autoridades es un imperativo que reta al liderazgo en estos casos.

Las autoridades locales tienen la obligación de levantar la información relevante y de convocar a la población para establecer los planes de acción. Se impone la necesidad de generar en la provincia las informaciones que sirvan a las autoridades nacionales para tomar las decisiones que correspondan en estos. Cada nivel de gobierno debe y está obligado a cumplir su parte.

La naturaleza no tiene víctimas preferidas o preferencias políticas ni distinción de clases social. Al dictador Trujillo le tocó lidiar con San Zenón en septiembre de 1930. A Balaguer con Flora e Inés, a Don Antonio Guzmán con el huracán David, a Leonel Fernández con George, Federico, Noel, Olga e Irene, y a los que vengan también le tocará su parte del pastel meterológico caribeño. Lo único seguro en estos casos es que habrá lluvias y vientos que causarán los daños que conocemos. Las autoridades tienen que prepararse para esas eventualidades como lo ha hecho Cuba y otros países.

La naturaleza tiene sus reglas y cuando se transgreden ella reclama rabiosamente que se repare el daño. La hemos maltratado, arruinando sus montañas, y ella nos cobra de la forma como lo hizo Irene. Es tiempo de coordinar para resistir los embates de la naturaleza. El liderazgo tiene que deponer las actitudes que generan conflictos innecesarios para avanzar en la construcción de la provincia que queremos y nos merecemos.