viernes, 6 de enero de 2023

FIESTAS PATRONALES: DE AYER A HOY.

En tiempos lejanos, en un pueblo ultramontano, hospitalario, tranquilo, acogedor, trabajador y solidario se hizo tradición la organización de unas fiestas en honor al patrón impuesto por la tradición católica. En principio, se privilegiaban las actividades sociales, culturales y religiosas propiamente dicha. En el país, las tradiciones pesan mucho.

Las festividades duraban casi dos semanas, del 11 al 21 del primer mes del año. ¿Por qué si las festividades son en honor al patrón, la fecha de conclusión es el día de quien según la tradición cristiana fuera su esposa, la llamada “Virgen María”?, preguntó Inquieto Juanillo al cura Pepe Cruz, quien había sido asistente del padre Escarboro, el sacerdote titular y líder de la parroquia, éste mirándolo fijamente, le responde secamente: son cosas de Dios hijo mío, cosas de Dios.

Juanilo, incrédulo por naturaleza, no quedó conforme con la respuesta, pero evitó insistir dado que tenía referencias de que el curita era malgenioso, mechacorta, arrogante y le gustaba echar boches. Sabía que, ante cualquier cuestionamiento, era tomado por el cura como acciones hostiles propias de herejes molestosos y el reunía parte de esas cualidades.

Inquieto prefirió buscar otras fuentes y ampliar sus preguntas es así como llega a casa de doña Prudencia Devota, que tenía vasta experiencia, ya que fue parte del coro parroquial por muchos años. Doña Devota, al escuchar la pregunta le responde graciosamente, mira en mi tiempo, las cosas eran como eran: todo cerrado y los secretos eran como secretos de confesión. Así se manejan esos asuntos para entonces, además pocos se hacían esa pregunta. No es como ahora que hay internet, redes sociales y todo eso. Hoy la gente pregunta, cuestiona y pone en duda hasta las cosas sagradas, imagínate.

Nosotros participábamos desde el coro parroquial, pero trabajábamos en grupos juveniles de catequesis. Durante las novenas se cantaba, se rezaba y se apoyaba al sacerdote en la lectura de la palabra. ¿Novenas pregunta Juanilo? Sí, se hacían y todavía se hacen. Son misas en la iglesia durante 9 días, alabando al señor. Hay quienes pueden dar más información. Pascualín Ordenado fue por muchos años, el representante de la Parroquia en el Comité de Fiestas Patronales.

¿Había un comité? Claro Juanilo, era el equipo responsable de organizar y coordinar las Patronales. Estaba formado por autoridades locales, representante de organizaciones sociales, clubes culturales y religiosas. Se aprendía mucho, era como una escuelita de liderazgo y las cosas salían bien. La Iglesia Católica y el Ayuntamiento eran los mayores responsables.

Tras la conversación con doña Prudencia, Juanilo se dirigió a casa del profesor Pascualín como ella le había sugerido. Cuando llegó, encontró a Pascualín tuzando un gallo de pelea, algo que sorprendió al Inquieto y se preguntó para sí ¿un hombre de fe bregando con gallos?, él sabía que ese animal estaba siendo preparado para la jugada tradicional del 20 y 21. Sin reponerse y medio atolondrado, saludó y se presentó.

De inmediato, expresó el propósito de su visita: he venido enviado por doña Devota para conversar con usted sobre las Fiestas Patronales que se celebran cada año en nuestro pueblo. Hay gente que dice que son las mejores del país ¿Qué le parece profesor? Mire estimado, ya las fiestas patronales no son ni la sombra de lo que fueron, esto es un desorden que nadie entiende.

Fíjese, en nuestra época las actividades religiosas eran prioridades, la gente bajaba en peregrinación desde los campos. Venían a pies, descalzos algunas veces y hasta de rodillas a pagar promesas a la Virgen María por algún favor concedido. Venían cantando salves y otros cánticos. Eran acciones de fe, incluso traían moldes de cera y otros productos como ofrendas. La gente creía en eso, pero hoy, ya no es así. Esa peregrinación concluye con la procesión de la Virgen María, recorriendo las calles en hombro de los Caballeros de San José.

Le cuento Juanilo, que durante los días de las fiestas la iglesia católica se mantenía llena, gente de todos los estratos sociales, iba allí a rezar o a escuchar misa. Se realizaban hasta tres misas por noche. El padre Escarboro, que fue el sacerdote que más tiempo duró el pueblo, era recio, honesto y trabajador. Con él no se jugaba, pero poco a poco, las fiestas fueron perdiendo esencia, y vea cómo anda esto.

Fíjese, el Comité de Fiestas Patronales, formado por gente honorable y comprometido con la salud mental y espiritual del pueblo vigilaba que las cosas fueran bien y se le respetaba. Cuando se estaba en novena, la música y los ruidos era mínimos. Quienes osaban desafiarlo se las veía con Escarboro, que tenía los juegos pesados. Hoy las escasas actividades sociales y culturales que se realizan son solapadas por la chercha callejera.

Las fiestas patronales tenían una corte, que era escogida entre jóvenes sobresaliente de los centros educativos. El rey y la reina escogida participaban en todas las actividades. ¿Una corte con reyes y reinas, dice Juanilo como en tiempos de la Colonia Española?  Sí estimado, responde el profesor Pascualín. Aun hoy se mantiene esa práctica, el Comité de Reinado, que es el responsable de organizar la escogencia de la corte y organizar los desfiles.

Mira, aunque yo tenía que ver con casi todo dentro del comité, siempre ponía énfasis, en las actividades culturales. En todo el pueblo se organizaban actividades, especialmente en los salones de ayuntamientos, centros comunales, escuelas clubes culturales y asociaciones. Créame, era una fiesta de la cultura y la fe donde se reunía todo el pueblo.

Oye bien, dice el profesor Pascualín, en mi tiempo, aquí los días de fiestas patronales, eran cosa seria, muy seria. Se organizaban actividades e intercambios deportivos de diversos géneros. Desde lidias de gallos hasta torneos de ajedrez pasado por los juegos en equipo como beisbol, softbol, volibol y basquetbol.

Las charlas, conferencias, seminarios abarcaban temas diversos. El objetivo era poner a la gente en contacto con su realidad, evaluar el presente y proyectar el futuro. Expositores de diversas áreas compartían su experiencia. Expertos locales e invitados de otras demarcaciones hacían gala de sus saberes. Orientar e informar se convertía en prioridad. El civismo y el compromiso brillaba por lo alto.

Empresarios artísticos, artistas, centros de diversión, casas licoreras y tabacaleras sacaban grandes beneficios, pero todo a su tiempo. Hoy las cosas se han invertido. Pesa más, el libertinaje que las que las actividades religiosas y culturales. Es lamentable decir eso, pero es así. Porque todo se puede hacer Juanilo, dice Pascualín, pero ahora se abusa y todo el mundo lo ve.

Además, la gente disfrutaba mucho las presentaciones de orquestas y grupos artísticos; así como con las coloridas corridas de cintas, los maratones de atletismo y el palo encebado. Gran atracción eran los juegos y entretenimientos como los llamados caballitos, especialmente para los más pequeños. “Bajar o subir para los días” era una tradición. Las familias ahorraban y se preparaban para la ocasión. Era una fiesta divertida donde la gente estrenaba ropa. 

La gente que vivía fuera del pueblo venía en caravana y los que no tenían vehículos, abarrotando las guaguas del transporte público. Para dueños, choferes y cobradores era una zafra. Muchos dueños de tiendas y comerciantes instalaban carpas en el entorno al parque donde vendían de todo, es lo que predomina hoy. Se organizaban bazares y ferias en el parque, además de las tarimas para presentaciones artísticas.

Mira Juanilo, yo recuerdo que se organizaban ferias artesanales y agropecuarias donde se exponían productos diversos, desde miel de abeja, hortalizas, muebles, artesanías, entre otros. Eso se hace, pero ya no es igual. El ruido de las ruidosas Disco Light pone a la gente loca. Y de los artistas que suben a tarima es cosa de loco ¿Quién entiende lo toca y canta esta gente? Es un sinsentido, lo único que se oye es el griterío de la gente eufórica.

Te estoy contado cosas Juanilo, de cuando éramos un pequeño municipio y con escaso desarrollo, hoy que somos una gran provincia y las cosas debieran ser mejor, pero luego del fallecimiento del padre Escarboro, esto es un vulgar alboroto, un desorden, un bullicio ensordecedor, y parece que a nadie le duele. Yo, a mi edad, prefiero quedarme en la casa. Así evito hacer mala sangre, porque los valores se han perdido.

Inquieto Juanilo, escuchaba atentamente el relato tanto de doña Prudencia como del profesor Pascualín, quienes, por su edad, podían describir y testimoniar con su experiencia. Claro, él no entendía muchas de las explicaciones, dada su juventud, pero lo que oía, no se parecía en nada en lo que veía.

La música de ayer no es lo que se escucha hoy. La llamada música urbana como el dembow, reguetón, entre otros ritmos se imponen a la música de contenido social, el merengue, la balada y el bolero. Las letras de los primeros son pura perversidad, reitera el profesor. La juventud tiene otros intereses y el compromiso social queda relegado a segundo plano. La sociedad líquida y la cultura light se expresan en grado superlativo.

En las calles del pueblo se veía a gente arremolinada, multitudes delirantes, música estridente, venta a granel de bebidas alcohólicas, borrachos por doquier y peleas recurrentes. Las que se describen como las mejores fiestas, tendrán muchas cosas buenas, pero gente sensata piensa que hay que reorientar lo que se hace, porque la francachela se ha impuesto y eso no debe ser.

Gente como el profesor Pascualín Rosario y Prudencia Inmaculada Devota añoran aquellos tiempos, pero, reconozco que los tiempos han cambiado y los intereses de la gente también. Lo que no ha cambiado es la necesidad de la gente de buscar espacios de socialización y encuentro para compartir su fe, sus saberes y sus preocupaciones. Las fiestas patronales eran espacio para reencontrarse con familiares, amigos y allegados.

Escuchar relatos de gente que ha vivido otras épocas y compararla con lo que se ve hoy en fiestas patronales, es un tortuoso viaje a un pasado imaginario pasado, que reta al presente y desafía el futuro. Devolver la importancia a esas celebraciones socioreligiosas no es cuestión de María y José, es un asunto de las autoridades que las organizan, auspician y promueven.

Inquieto Juanilo quedará con más preguntas que respuestas, Pepe seguirá rumiando en el pasaje místico de las celebraciones y Pascualín, junto a doña Prudencia hurgan en el pasado para entender el convulso presente. Que las patronales sean en honor a un hombre y terminen rindiendo culto a una mujer es un asunto difícil de explicar y un misterio difícil de resolver.

Al concluir esta conversación con doña Devota y el profesor Pascualín, dice Juanilo, queda la sensación de los tiempos pasados eran mejores, pero recuerda que las cosas han cambiado y los intereses de la gente también. Hoy se puede decir que “mi pueblo ya no es mi pueblo es una ciudad cualquiera”. Es provincia ecoturística y las fiestas patronales pueden ser diferentes, pero son fiestas patronales y atraen a multitudes.

EL GATO VIGÍA.

En una zona montañosa donde solo había una enramada grande, sin paredes; ubicado en la falda de la copiosa montaña, entre vegetación espesa y grandes árboles. Un grupo de inquietos excursionistas escogieron el lugar para pasar una noche inolvidable. El rancho utilizado ocasionalmente por cazadores, por suerte, ese día estaba solo.

Ese espacio, único en el área, fue aprovechado por unos excursionistas para montar su campamento de descanso, luego de larga caminata por caminos serpenteante y angostos bordeando la montaña. Prepararon espacio dentro y fuera del rancho para instalar carpas y pasar allí una noche disfrutando de la tranquilidad de la noche, el brillo de las estrellas y el aire puro del lugar.

Luego de acondicionar el lugar, respetando el entorno, proceden a colocar las tiendas en circulo, rodeando la vetusta choza como forma de amortiguar la brisa. Al centro armaron el fogón para preparar alimentos, hacer té, colar café, hervir agua y calentarse. El escenario estaba listo para pasar una noche de aventura.

El trajín del viaje invitaba al descanso, pero el estómago pedía alimentos calientes. Legalio, el coordinador de la expedición dispuso habilitar un fogón, reunir víveres y buscar agua para preparar una suculenta cena. Yautía, cepa de apio, ñame, papas, batatas y algunos plátanos maduros fueron pelados y echado a hervir.

Tantos víveres en la olla, parecía un sancocho, solo faltaba carnes y sazones. El equipo encargado de preparar la cena escogió sardinas para acompañar los víveres. Todo un manjar en medio de la imponente montaña.

Cenaron entre chistes y relatos de vivencias en escenarios semejantes. Se pasó balance al día que concluía y se planificó la jornada siguiente. Algunos cantaron, otros hicieron décimas y no pocos sacaron su parte poética.

Cansados; hombres y mujeres, los excursionistas cayeron rendidos en brazos de Morfeo. Tan profundamente dormían que no se percataron que en la zona había animales, especialmente perros salvajes, conejos y cerdos cimarrones que atraídos por el olor a comida y amparada en la tranquilidad de la noche podían acercarse.

Bien entrada la madrugada, cuando los excursionistas dormían profundamente aparece una manada de perros salvajes en busca de alimentos. Merodeaban el entorno y al hacerlo, gruñían amenazante. Era el preludio de un ataque inminente.

De pronto, y como de la nada, surge un gigante gato barcino que pernoctaba en la choza. Asustado por el ruido y olor de la jauría, pero dispuesto a defender su territorio, crispó los pelos de lomo, alzó la cola lo más que pudo y se levantó, para simular mayor tamaño.

El perro líder en la manada se acercó amenazante y el gato incognito saltó por los aires y cayó sobre unos trastos que había dejado al aire. Ollas, jarros y calderos combinaron con ladridos y gruñidos. Ante el escándalo, se despertaron exaltados todos los excursionistas.

Confundidos y soñolientos, encienden sus linternas e inician la búsqueda del origen del sonido. Al no encontrar nada, dado que los animales se retiraron tras escuchar las voces de hombres y mujeres. Las mujeres, acampaban en la búsqueda, pero no lograr ver nada.

Cansados de buscar en la oscuridad de la madrugada, con el canto lejano de los gallos, deciden reorganizar los trastos antes de volver a sus camas. Estaban convencidos de que forasteros habían intentado robar sus pertenencias, nunca pensaron que canes y un felino podían generar tanto alboroto.

El gato, que se había protegido sobre una vieja rinconera para evitar ser agredido por los perros salvaje, bajó sigilosamente y se acercó al calor que desprendían las brazas y tizones de la fogata moribunda.

Para evitar nuevas sorpresas, los excursionistas montaron guardia; uno por cada dos horas y avivaron las llamas del fuego soplando con un trozo de cartón. No aparecieron los perros, el gato vigía volvió a su rinconera y se dispuso a dormir. Tenía toda la noche despierto, con los nervios alterado porque percibía el olor de los perros que se acercaban.

El tiempo pasó, la noche fue muriendo y el día empezó a nacer. El gato, tan pronto como se hizo claro salió de las rocas cercanas a la hoguera, y volvió a su zona de confort en la vieja rinconera. Desde allí podía ver los movimientos de los excursionistas, que ya en pie, se disponían a preparar café y chocolate con jengibre para el desayuno.

Unos calentaron algunos víveres que habían sobrado de la noche anterior, otros prefirieron tomar chocolate con pan. Concluido el desayuno, se dispusieron a partir. La meta era llegar al pico más alto de la Isla, donde la temperatura desciende a cero grados.

Antes de abandonar el lugar, el responsable de la excursión, jefes de los 30 excursionistas, ordenó apagar el fuego y enterrar las brasas. Allí quedó el gato, la enramada y las cáscaras perdidos en medio de la nada. Tras las vivencias de la primera noche en la montaña, los excursionistas, tendrán otra noche para otra divertida aventura.