“El digno clarín
de la redención sonó tras el Golpe de Estado de 1963, retumbó con fuerza en las
Escarpadas Montañas de Quisqueya. Su eco fue escuchado por el pueblo en 1965;
una vez más dijo presente y echó caminar la máquina de la historia tras el
rescate de las banderas progresista”.
El pasado 25 de septiembre se conmemoró tímidamente en el país el 50 aniversario del fatídico golpe de Estado prohijado y ejecutado por la ortodoxia conservada de la sociedad dominicana al gobierno democráticamente electo del profesor Juan Bosch. Esta debió ser una fecha para analizar y reflexionar sobre el impacto que aquel acontecimiento produjo sobre la naciente democracia dominicana.
Esos sectores, enquistados en la cúpula, oligárquica, eclesiástica y militar, asociados a sectores empresariales conservadores, junto a la claque trujillista que buscaba cobijo en cualquier espacio que facilitara la reorganización de sus fuerzas y su reinserción en el nuevo esquema político del país, siempre y cuando, fuera del lado de la ortodoxia conservadora de la sociedad dominicana. Un gobierno honesto y progresista era inconcebible para la rancia oligarquía del país y sus socios imperiales.
Esas fuerzas encontraron un fuerte respaldo en la estrategia de política exterior diseñada por los Estados Unidos para América Latina en el contexto de la Guerra Fría. Consideran a Latinoamérica y el Caribe como su “patio trasero”, lo que explica en parte, su política agresiva e injerencista en la región.
La cadena de bases militares y las ocupaciones directas, Golpes de Estado, espionaje, terrorismo, conspiración abierta y encubierta, el asesinato de líderes progresista testimonian la agresividad del imperio. El Caribe, particularmente, es una “Frontera Imperial” como escribió el profesor Juan Bosch en célebre obra De Cristóbal Colón a Fidel Castro.
El triunfo de la Revolución Cubana y la reciente derrota de la invasión mercenaria en Bahía de Cochinos en 1962 habían exacerbado el ímpetu sanguinario de los Halcones de Washington. La línea de acción era clara; el imperio se había propuesto evitar el surgimiento de otra Cuba en el Caribe. El ejemplo de Cuba ponía en aprieto a los estrategas militares y a la diplomacia norteamericana.
Primero enviaron a sus chacales vestidos de diplomáticos y lobistas a gestionar espacios de acción en el gobierno que se iniciaba. Al constatar que la actitud del nuevo gobierno era romper con los monopolios que impedían el desarrollo y buscar otros horizontes para establecer alianzas que viabilizaran la ejecución las políticas de desarrollo que se habían comprometidos.
Convencidos de que los cambios no le favorecían, los norteamericanos, encabezados por Lyndon B. Johnson, pasaron a la conspiración abierta y frontal. Apoyan a los sectores que planearon y ejecutaron el funesto golpe de Estado. Johnson asumió el cargo de Presidente, después del asesinato de John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963.
Consumada la traición y efectuado el derrocamiento del gobierno legal y legítimamente electo del profesor Bosch, instalaron un Triunvirato, bien instruido en las artes de la corrupción, obediente a los mandatos yanquis y altamente dócil a las pretensiones de los sectores golpistas.
La indignación popular y la reacción de los sectores progresistas no se hicieron esperar. En el mes de diciembre de 1963 se subleva el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, comandado por su líder, Manuel Aurelio Tabares Justo. Esta agrupación política exigía, con las armas en la mano el retorno de la constitucionalidad. Se establecieron varios frentes guerrilleros.
El movimiento guerrillero fue aplastado por las huestes del gobierno golpista y la mayoría de los integrantes fueron fusilados, incluido su máximo líder, a pesar de haber acordado la rendición y el respeto de la vida de los insurgentes. Esta acción acentuó el rechazo al gobierno de facto del Triunvirato, así como a la represión que éste imponía.
A pesar de la derrota militar, la acción heroica del 14 de Junio incentivó vasto movimiento constitucionalista que incluyó a sectores progresistas de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. El Triunvirato seguía reprimiendo los constantes y diversas acciones de protestas que se desarrollaban en el país. Mientras eso se producía el gobierno corrupto y entreguista junto a y los sectores que lo apoyaban saqueaban al Estado.
Los grupos que exigían el retorno a la Constitución de 1963 operaban secretamente y organizaban la acción. Entre especulaciones y purgas militares se gestó el Movimiento Constitucionalista en seno de las Fuerzas Armadas, creado bajo el liderazgo del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez e integrado por oficiales progresistas. Esos militares asumieron, con todos los riesgos que implicaba, la defensa de la Constitución y de la Democracia. Descubierta la conspiración en los cuarteles, Fernández Domínguez es enviado a Chile como agregado militar.
La responsabilidad del movimiento quedó en manos de los coroneles Hernando Ramírez, Francisco Alberto Caamaño Deñó, Juan María Lora Fernández y Ramón Antonio Montes Arache. La decisión de los militares constitucionalistas de defender la institucionalidad democrática y el arrojo demostrado en la Revolución de Abril, los coloca en un sitial especial en la historia del país.
El 24 de Abril se produce un levantamiento popular que rápidamente se transforma en una insurrección armada contra las fuerzas del Triunvirato. Los días siguientes fueron de organización, combate y resistencia. Iniciaron los combates y la toma de zonas estratégicas. El pueblo y los militares constitucionalistas se combinan para dar la batalla a las fuerzas militares que defendían al gobierno de facto. Se entregó armas a la población civil y las acciones militares tomaron rumbo hacia la guerra.
Del 24 al 27 de abril el pueblo en armas, el liderazgo político y militar progresista avanzaban hacia el objetivo. Asustados, acorralados y desesperado tras la arrolladora y sangrienta batalla del Puente Duarte, los golpistas solicitan la intervención militar de los Estados Unidos, quienes eran parte interesadas en el conflicto. Inmediatamente las tropas gringas desembarcan más de 40 mil soldados. Lo que inició como una insurrección popular se transforma, entonces, en una Guerra Patria por la defensa de la soberanía.
La Fuerzas de Estados Unidos desembarcan y empiezan a operar, violentando la soberanía nacional e imponiendo su estilo: dividieron la capital, estableciendo un cordón que aisló a revolucionarios en la denominada Zona Constitucionalista. Luego tras la presión internacional hacen que su “Ministerio de Colonias” asuma el control de la invasión. Así entra en acción la tristemente célebre Organización de Estados Americanos, OEA. En un intento por legitimar su agresión crean la Fuerza Interamericana de Paz, gestionada, asesorada y vigilada por los norteamericanos.
Para gestionar mejor su estrategia interventora se creó un gobierno paralelo, al servicio y bajo la asesoría de los norteamericanos que se denominó Gobierno de Reconstrucción Nacional y tenía como cabeza a. general Antonio Imbert Barreras. Paradójicamente, quien participó en el ajusticiamiento del tirano Trujillo, acto que le mereció el título de “Héroe Nacional” se prestó conspirar contra el primer gobierno electo tras la sanguinaria dictadura que impuso la familia Trujillo a la República Dominicana de 1930 a 1961.
Las acciones de los Constitucionalistas tomaban forma y luego de un intento fallido por colocar en el poder al licenciado Rafael Molina Ureña, presidente de la Cámara de Diputados, dada la imposibilidad del retorno del presidente Juan Bosch al país. Bosch dispuso, desde el exilio, que el Gobierno Constitucionalista fuera presidido por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien había comandado a las fuerzas que exigían su retorno.
La Fuerzas Constitucionalistas combatieron y resistieron heroicamente, primero entre los bandos nacionales y luego contra el yanqui invasor. Una operación de exterminio fue lanzada contra las fuerzas que combatía fuera de la Zona Constitucionalista en la parte norte de la capital. Esta acción cobarde, denominada por los invasores como Operación Limpieza dejó una considerable de bajas entre muertos y heridos.
Tras arduas y complejas negociaciones se pactó un acuerdo de desocupación que puso fin a la contienda bélica, no así la cacería de los revolucionarios y constitucionalistas. Se pactó entre otras cosas, la desocupación del país, la disolución tanto del Gobierno Constitucionalista, que presidió el coronel Francisco Alberto Caamaño como el de Reconstrucción Nacional encabezado por Imbert Barreras.
El coronel Fernández Domínguez, líder de los militares constitucionalistas, había caído en combate el 19 de mayo de 1965 en un intento fallido por tomar el Palacio Nacional. Junto a él cayeron varios dirigentes del 14 de Junio, entre los que se destacan Juan Miguel Román y Euclides Morillo, así como Ilio Capocci, quien se desempeñaba como instructor del Cuerpo Elite de la Marina de Guerra, los Hombres Ranas que comandaba Montes Arache. La Guerra también se llevó al coronel Juan Lora Fernández. Este cayó al concluir la misma en un ataque de fuerzas golpistas a los revolucionarios en Hotel Matún de Santiago.
Se acordó la creación de un Gobierno Provisional, que tras barajar varias opciones, fue presidido por el licenciado Héctor García Godoy, un veterano diplomático de la Era de Trujillo. Ese gobierno tenía la responsabilidad de organizar las elecciones. Estas se efectuaron el 1 junio de 1966, tras una accidentada campaña electoral caracterizada por la intolerancia, la violencia y el terror político.
El Dr. Joaquín Balaguer Ricardo y el Lic. se impusieron en la contienda electoral dada la falta de garantía para la participación de la oposición encabezada por ex presidente Juan Emilio Bosch y Gaviño. Era de esperarse que las fuerzas conservadoras impidieran el retorno de las fuerzas liberales y progresistas.
El pasado 25 de septiembre se conmemoró tímidamente en el país el 50 aniversario del fatídico golpe de Estado prohijado y ejecutado por la ortodoxia conservada de la sociedad dominicana al gobierno democráticamente electo del profesor Juan Bosch. Esta debió ser una fecha para analizar y reflexionar sobre el impacto que aquel acontecimiento produjo sobre la naciente democracia dominicana.
Esos sectores, enquistados en la cúpula, oligárquica, eclesiástica y militar, asociados a sectores empresariales conservadores, junto a la claque trujillista que buscaba cobijo en cualquier espacio que facilitara la reorganización de sus fuerzas y su reinserción en el nuevo esquema político del país, siempre y cuando, fuera del lado de la ortodoxia conservadora de la sociedad dominicana. Un gobierno honesto y progresista era inconcebible para la rancia oligarquía del país y sus socios imperiales.
Esas fuerzas encontraron un fuerte respaldo en la estrategia de política exterior diseñada por los Estados Unidos para América Latina en el contexto de la Guerra Fría. Consideran a Latinoamérica y el Caribe como su “patio trasero”, lo que explica en parte, su política agresiva e injerencista en la región.
La cadena de bases militares y las ocupaciones directas, Golpes de Estado, espionaje, terrorismo, conspiración abierta y encubierta, el asesinato de líderes progresista testimonian la agresividad del imperio. El Caribe, particularmente, es una “Frontera Imperial” como escribió el profesor Juan Bosch en célebre obra De Cristóbal Colón a Fidel Castro.
El triunfo de la Revolución Cubana y la reciente derrota de la invasión mercenaria en Bahía de Cochinos en 1962 habían exacerbado el ímpetu sanguinario de los Halcones de Washington. La línea de acción era clara; el imperio se había propuesto evitar el surgimiento de otra Cuba en el Caribe. El ejemplo de Cuba ponía en aprieto a los estrategas militares y a la diplomacia norteamericana.
Primero enviaron a sus chacales vestidos de diplomáticos y lobistas a gestionar espacios de acción en el gobierno que se iniciaba. Al constatar que la actitud del nuevo gobierno era romper con los monopolios que impedían el desarrollo y buscar otros horizontes para establecer alianzas que viabilizaran la ejecución las políticas de desarrollo que se habían comprometidos.
Convencidos de que los cambios no le favorecían, los norteamericanos, encabezados por Lyndon B. Johnson, pasaron a la conspiración abierta y frontal. Apoyan a los sectores que planearon y ejecutaron el funesto golpe de Estado. Johnson asumió el cargo de Presidente, después del asesinato de John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963.
Consumada la traición y efectuado el derrocamiento del gobierno legal y legítimamente electo del profesor Bosch, instalaron un Triunvirato, bien instruido en las artes de la corrupción, obediente a los mandatos yanquis y altamente dócil a las pretensiones de los sectores golpistas.
La indignación popular y la reacción de los sectores progresistas no se hicieron esperar. En el mes de diciembre de 1963 se subleva el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, comandado por su líder, Manuel Aurelio Tabares Justo. Esta agrupación política exigía, con las armas en la mano el retorno de la constitucionalidad. Se establecieron varios frentes guerrilleros.
El movimiento guerrillero fue aplastado por las huestes del gobierno golpista y la mayoría de los integrantes fueron fusilados, incluido su máximo líder, a pesar de haber acordado la rendición y el respeto de la vida de los insurgentes. Esta acción acentuó el rechazo al gobierno de facto del Triunvirato, así como a la represión que éste imponía.
A pesar de la derrota militar, la acción heroica del 14 de Junio incentivó vasto movimiento constitucionalista que incluyó a sectores progresistas de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. El Triunvirato seguía reprimiendo los constantes y diversas acciones de protestas que se desarrollaban en el país. Mientras eso se producía el gobierno corrupto y entreguista junto a y los sectores que lo apoyaban saqueaban al Estado.
Los grupos que exigían el retorno a la Constitución de 1963 operaban secretamente y organizaban la acción. Entre especulaciones y purgas militares se gestó el Movimiento Constitucionalista en seno de las Fuerzas Armadas, creado bajo el liderazgo del coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez e integrado por oficiales progresistas. Esos militares asumieron, con todos los riesgos que implicaba, la defensa de la Constitución y de la Democracia. Descubierta la conspiración en los cuarteles, Fernández Domínguez es enviado a Chile como agregado militar.
La responsabilidad del movimiento quedó en manos de los coroneles Hernando Ramírez, Francisco Alberto Caamaño Deñó, Juan María Lora Fernández y Ramón Antonio Montes Arache. La decisión de los militares constitucionalistas de defender la institucionalidad democrática y el arrojo demostrado en la Revolución de Abril, los coloca en un sitial especial en la historia del país.
El 24 de Abril se produce un levantamiento popular que rápidamente se transforma en una insurrección armada contra las fuerzas del Triunvirato. Los días siguientes fueron de organización, combate y resistencia. Iniciaron los combates y la toma de zonas estratégicas. El pueblo y los militares constitucionalistas se combinan para dar la batalla a las fuerzas militares que defendían al gobierno de facto. Se entregó armas a la población civil y las acciones militares tomaron rumbo hacia la guerra.
Del 24 al 27 de abril el pueblo en armas, el liderazgo político y militar progresista avanzaban hacia el objetivo. Asustados, acorralados y desesperado tras la arrolladora y sangrienta batalla del Puente Duarte, los golpistas solicitan la intervención militar de los Estados Unidos, quienes eran parte interesadas en el conflicto. Inmediatamente las tropas gringas desembarcan más de 40 mil soldados. Lo que inició como una insurrección popular se transforma, entonces, en una Guerra Patria por la defensa de la soberanía.
La Fuerzas de Estados Unidos desembarcan y empiezan a operar, violentando la soberanía nacional e imponiendo su estilo: dividieron la capital, estableciendo un cordón que aisló a revolucionarios en la denominada Zona Constitucionalista. Luego tras la presión internacional hacen que su “Ministerio de Colonias” asuma el control de la invasión. Así entra en acción la tristemente célebre Organización de Estados Americanos, OEA. En un intento por legitimar su agresión crean la Fuerza Interamericana de Paz, gestionada, asesorada y vigilada por los norteamericanos.
Para gestionar mejor su estrategia interventora se creó un gobierno paralelo, al servicio y bajo la asesoría de los norteamericanos que se denominó Gobierno de Reconstrucción Nacional y tenía como cabeza a. general Antonio Imbert Barreras. Paradójicamente, quien participó en el ajusticiamiento del tirano Trujillo, acto que le mereció el título de “Héroe Nacional” se prestó conspirar contra el primer gobierno electo tras la sanguinaria dictadura que impuso la familia Trujillo a la República Dominicana de 1930 a 1961.
Las acciones de los Constitucionalistas tomaban forma y luego de un intento fallido por colocar en el poder al licenciado Rafael Molina Ureña, presidente de la Cámara de Diputados, dada la imposibilidad del retorno del presidente Juan Bosch al país. Bosch dispuso, desde el exilio, que el Gobierno Constitucionalista fuera presidido por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien había comandado a las fuerzas que exigían su retorno.
La Fuerzas Constitucionalistas combatieron y resistieron heroicamente, primero entre los bandos nacionales y luego contra el yanqui invasor. Una operación de exterminio fue lanzada contra las fuerzas que combatía fuera de la Zona Constitucionalista en la parte norte de la capital. Esta acción cobarde, denominada por los invasores como Operación Limpieza dejó una considerable de bajas entre muertos y heridos.
Tras arduas y complejas negociaciones se pactó un acuerdo de desocupación que puso fin a la contienda bélica, no así la cacería de los revolucionarios y constitucionalistas. Se pactó entre otras cosas, la desocupación del país, la disolución tanto del Gobierno Constitucionalista, que presidió el coronel Francisco Alberto Caamaño como el de Reconstrucción Nacional encabezado por Imbert Barreras.
El coronel Fernández Domínguez, líder de los militares constitucionalistas, había caído en combate el 19 de mayo de 1965 en un intento fallido por tomar el Palacio Nacional. Junto a él cayeron varios dirigentes del 14 de Junio, entre los que se destacan Juan Miguel Román y Euclides Morillo, así como Ilio Capocci, quien se desempeñaba como instructor del Cuerpo Elite de la Marina de Guerra, los Hombres Ranas que comandaba Montes Arache. La Guerra también se llevó al coronel Juan Lora Fernández. Este cayó al concluir la misma en un ataque de fuerzas golpistas a los revolucionarios en Hotel Matún de Santiago.
Se acordó la creación de un Gobierno Provisional, que tras barajar varias opciones, fue presidido por el licenciado Héctor García Godoy, un veterano diplomático de la Era de Trujillo. Ese gobierno tenía la responsabilidad de organizar las elecciones. Estas se efectuaron el 1 junio de 1966, tras una accidentada campaña electoral caracterizada por la intolerancia, la violencia y el terror político.
El Dr. Joaquín Balaguer Ricardo y el Lic. se impusieron en la contienda electoral dada la falta de garantía para la participación de la oposición encabezada por ex presidente Juan Emilio Bosch y Gaviño. Era de esperarse que las fuerzas conservadoras impidieran el retorno de las fuerzas liberales y progresistas.
Balaguer se juramenta el
1 de julio de 1966 e inicia el tenebroso período conocido como
“Los Doce Años de Balaguer”. El deseo de los norteamericanos se había cumplido. La represión y la cacería de revolucionarios se acentuaron y las cárceles se llenaron de presos políticos. Había iniciado la dictadura ilustrada y la recomposición de las fuerzas conservadoras.
El Golpe de Estado de 1963 provocó una especie de hemorragia en la conciencia nacional que debilitó a las fuerzas progresistas y revolucionarias del país. El breve ensayo democrático y la constitución que nos legó, dejó ver las debilidades de un sistema político, atrasado, conservador y corrompido. Una vez más el conservadurismo y la ortodoxia política mutilan la posibilidad de instaurar un gobierno democrático, honesto y justo.
A 51 años de este acontecimiento se puede afirmar con toda propiedad, que a pesar del alto costo de la acción redentora de abril colocó al país en la línea digna de las naciones que no se doblegan sin combatir. El esfuerzo de los heroicos combatientes de la Guerra de Abril de 1965 también dejó claro la determinación del pueblo dominicano de defender su tierra a cualquier precio contra cualquier imperio.
Queda claro que para avanzar en la construcción e institucionalización de un modelo de desarrollo que sustente un proceso democrático progresista, que coloque a la gente en el centro de su accionar se requiere mucho más que una buen texto constitucional como el logrado en 1963. Se requiere que la clase política progresista asuma la vanguardia sin vacilaciones. Que se apegue al proyecto liberador con madurez política, honestidad, decoro, dignidad y coraje, ya que los sectores conservadores y los poderes fácticos no cederán sus privilegios y se opondrán a cualquier acción liberadora.
Muchas preguntas y pocas respuestas tras 50 años de aquel fatídico 25 de septiembre de 1963 ¿Dónde han quedado los postulados de la constitución democrática y progresista votada en 1963? ¿Quiénes empuñarán las banderas libertarias y los fusiles redentores en el Siglo XXI? ¿Cuál es el estado de la democracia dominicana a 50 años del Golpe contra Bosch y la democracia? ¿Cómo y dónde se gestarán las próximas batallas contra la injusticia, entreguismo y el injerencismo imperialista?
¿Qué tanto hemos ganado y cuánto hemos perdido en el camino hacia la cconstrucción de la institucionalidad democrática? ¿Quiénes son los Golpistas del Siglo XXI y cómo actúan? ¿Está a salvo la soberanía nacional? ¿Qué democracia queremos y cuál es el precio que estamos dispuesto a pagar para lograrla? ¿Estamos dispuestos a caminar o aceptamos que nos empujen? ¡Loor a los hombres y mujeres que digna y decorosamente defendieron la democracia truncada en 1963 la soberanía mancillada en 1965! ¡Otro mundo es posible y necesario!
“Los Doce Años de Balaguer”. El deseo de los norteamericanos se había cumplido. La represión y la cacería de revolucionarios se acentuaron y las cárceles se llenaron de presos políticos. Había iniciado la dictadura ilustrada y la recomposición de las fuerzas conservadoras.
El Golpe de Estado de 1963 provocó una especie de hemorragia en la conciencia nacional que debilitó a las fuerzas progresistas y revolucionarias del país. El breve ensayo democrático y la constitución que nos legó, dejó ver las debilidades de un sistema político, atrasado, conservador y corrompido. Una vez más el conservadurismo y la ortodoxia política mutilan la posibilidad de instaurar un gobierno democrático, honesto y justo.
A 51 años de este acontecimiento se puede afirmar con toda propiedad, que a pesar del alto costo de la acción redentora de abril colocó al país en la línea digna de las naciones que no se doblegan sin combatir. El esfuerzo de los heroicos combatientes de la Guerra de Abril de 1965 también dejó claro la determinación del pueblo dominicano de defender su tierra a cualquier precio contra cualquier imperio.
Queda claro que para avanzar en la construcción e institucionalización de un modelo de desarrollo que sustente un proceso democrático progresista, que coloque a la gente en el centro de su accionar se requiere mucho más que una buen texto constitucional como el logrado en 1963. Se requiere que la clase política progresista asuma la vanguardia sin vacilaciones. Que se apegue al proyecto liberador con madurez política, honestidad, decoro, dignidad y coraje, ya que los sectores conservadores y los poderes fácticos no cederán sus privilegios y se opondrán a cualquier acción liberadora.
Muchas preguntas y pocas respuestas tras 50 años de aquel fatídico 25 de septiembre de 1963 ¿Dónde han quedado los postulados de la constitución democrática y progresista votada en 1963? ¿Quiénes empuñarán las banderas libertarias y los fusiles redentores en el Siglo XXI? ¿Cuál es el estado de la democracia dominicana a 50 años del Golpe contra Bosch y la democracia? ¿Cómo y dónde se gestarán las próximas batallas contra la injusticia, entreguismo y el injerencismo imperialista?
¿Qué tanto hemos ganado y cuánto hemos perdido en el camino hacia la cconstrucción de la institucionalidad democrática? ¿Quiénes son los Golpistas del Siglo XXI y cómo actúan? ¿Está a salvo la soberanía nacional? ¿Qué democracia queremos y cuál es el precio que estamos dispuesto a pagar para lograrla? ¿Estamos dispuestos a caminar o aceptamos que nos empujen? ¡Loor a los hombres y mujeres que digna y decorosamente defendieron la democracia truncada en 1963 la soberanía mancillada en 1965! ¡Otro mundo es posible y necesario!
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