jueves, 19 de septiembre de 2013

DIALOGANDO EN FAMILIA.


"Para cosechar buenos frutos hay que plantar, regar, abonar y cultivar. Así la familia tiene que ser cultivada y cuidada como una cosecha potencial para que los retoños crezcan sanos y fuertes".

Las relaciones familiares son un mundo complejo y difícil de gestionar, sobre todo en una sociedad bombardeada por los medios de comunicación masiva que imponen el ritmo de la vida. Un conjunto de factores tendenciales interactúan para dar forma a la personalidad que se cultiva en los hogares del Siglo XXI. Dialogar sobre estos asuntos es fundamental, urgente y oportuno.

La familia es el embrión fundamental de la organización social, y como tal tiene que servir de espacio para el diálogo abierto, sincero y comprometido  donde sus integrantes socialicen y analicen los temas que amenacen la integridad familiar, así como los logros obtenidos por los mismos. Como raíz que alimenta el árbol social esta debe recibir los nutrientes para que el mismo se desarrolle y mejore continuamente.

La cohesión familiar y la unidad son ejes fundamentales de la gestión familiar. Consolidar valores y reforzar los principios de solidaridad, creatividad, honestidad, amor, justicia, tolerancia y respeto implica acciones concretas y articuladas. El el diálogo es fundamental. Habilitar espacios para el análisis de temas específicos o asuntos de interés familiar refuerzas los lazos de unidad, fraternidad y compromiso.

Es, sin ninguna duda, la institución más antigua de la humanidad y una de las que, mayores aportes realiza a la civilización. Ha evolucionado con los cambios al ritmo del desarrollo socioeconómico de los pueblos. Lograr adecuarse al proceso evolutivo societal implica un reto tanto para los padres como para de los demás integrantes de las familias.

El paso de familias extendidas al modelo de familia nuclear estableció unas pautas que hoy choca con los modelos de familias monoparentales. Lo que sirvió como rieles para la conducción de un núcleo familiar compuesto por 5 miembros no tiene por qué ser útil para gestionar a una estructura con 2 o 3 miembros. Lo que si debe ser común a cualquier modelo son los espacios de diálogos y de socialización.

La tendencia a las uniones libres o la decisión de las mujeres de tener sus hijos como madres solteras, sumado a la entrada temprana de la juventud a la vida sexual, constituyen nudos complejos que requieren ingenio y creatividad para soltarlos. Solo se esbozan aquí esos aspectos, por que desarrollarlos implica un abordaje  profundo que rebasa el objetivo de esta reflexión.

Los factores antes mencionados se combinan y conspiran contra la salud y la estabilidad de la familia. Hay factores propios del entorno que influyen negativamente en una familia desinformada y mal orientada. Los bombardeos constantes con mensajes que inducen al consumismo, a la vida fácil, al consumo de drogas, a la violencia y al sexo fácil contrastan con la falta espacios para la diversión, la socialización y el diálogo.

La industria de la publicidad y la propaganda malsana encuentra hoy mayores espacios de difusión en las redes sociales que proporciona el Internet. El acceso temprano de los niños y niñas a estas redes, plantea un gran desafío a las estructuras familiares, no importa el tipo que sea. Se requiere mucha orientación y buena supervisión para evitar que hijas e hijos accedan a contenido nocivo para su desarrollo emocional.

Los medios electrónicos, especialmente la televisión y las redes sociales, así como los vídeos juegos utilizados indiscriminada e irresponsablemente son armas de “desinformación masiva” cuyo control debiera estar en manos de adultos responsables, preferiblemente padres y madres. Su blanco preferido es el cerebro del futuro sujeto, a quien se estimula para que responda a determinados patrones de comportamiento. Ese es un tema fundamental que tiene, y debe ser tratado en las familias para alertar a los pequeños de las amenazas que representan, promoviendo el uso responsable y supervisado de los mismos.

Es penoso, ver como televisoras dominicanas difunden, impunemente, contenidos impublicables como series, películas, telenovelas en horarios en que la familia se encuentra reunida o los niños están solos. La falta de regulación del Estado, asociado a la falta de escrúpulos por parte de los programadores y directores deja desamparado a la familia que decide rechazar los patrones conductuales que se promueven desde allí.

Dialogar en familia se convierte entonces en el mecanismo básico para combatir el efecto perverso de los contenidos lesivos a los valores familiares. Esos espacios de diálogo deben habilitarse constantemente para prevenir acciones que ensombrezcan el ámbito familiar y activarse automáticamente cuando surjan problemas fortuitos y coyunturales. Es responsabilidad de los padres, madres y hermanos mayores estar pendientes de las fechas de encuentro.

Encontrarse para celebrar un acontecimiento exitoso, como un cumpleaños o una graduación son ideales para motivar a los encuentros especiales para tratar temas de familia. Se puede socializar un catálogo de temas para esos encuentros pero éstos deben ser siempre sobre aspectos específicos, necesidades y cuestiones puntuales que comprometan a los miembros en su cumplimiento. La unidad familiar es un instrumento poderoso para sortear escollos de la vida, fomentar la solidaridad y crear redes de apoyo familiar que faciliten al desarrollo integral.

Estos pueden ir desde problemas rutinarios hasta el comportamiento de los miembros en la sociedad, en sus espacios laborales, ámbito de estudio y hasta cuestiones vinculadas al desarrollo cultural, económico; así como el comportamiento conyugal. Claro, respetando los estilos de gestión familiar y las particularidades de los miembros.  Se debe evitar, que las acciones sugeridas en los diálogos lleguen trazar pautas que violenten la intimidad o alteren la libertad de los miembros.

La familia debe ser cuidada y cultivada para que el fruto que se obtenga, que son los hijos e hijas se constituyan en guardianes del buen vivir. Una sociedad que descuida su estructura familiar corre el riesgo de cosechar males que no desea. Igualmente, apegarse a patrones dogmáticos y tradicionalistas que chocan con los valores y principios que cada quien asume como válidos, entra en conflicto con las generaciones que los dan por superados ciertos patrones de comportamiento.

Habilitar espacios de diálogos formales en el ámbito familiar es una estrategia que funciona y debe ser promovida, reforzada e institucionalizada para potenciar su eficiencia. Una familia que dialogue y discuta sus problemas está en mejores condiciones de enfrentar los embates de la sociedad postmoderna. Cualquier espacio puede ser útil para el implementar mesas de diálogo familiar. Cada familia asume el que mejor se ajuste a los propósitos que les convocan.

El desafío mayor es lograr crear una cultura de diálogo productivo, pluralista y democrático en el seno familiar para implantar y reforzar valores y principios que hagan sujetos capaces de ejercer una ciudadanía activa, crítica y tolerantes. Crear redes de solidarias y establecer estrategias de desarrollo de los miembros de la familia,; así como fomentar la armonía y el entendimiento entre los miembros de la misma.

Recordemos que una estructura familiar sana, funcional y comprometida es la base para una sociedad donde la moral social sea norma, no excepción. Cultivar en las familias los liderazgos que irán a los puestos de dirección de la sociedad es fundamental para lograr un mundo justo y solidario. Un mundo donde la justicia social se convine con una cultura cívica que realce las virtudes y rechace los vicios.

El objetivo último de la gestión de relaciones familiares en base al diálogo, es contribuir al desarrollo de mujeres y hombres responsables de su destino y compromisario con el futuro propio y el de su pueblo ¡Aceptemos el reto y demos el paso para crear e institucionalizar una cultura de diálogo, reforzando la unidad y potenciando el poder creativo de la familia!

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