martes, 9 de mayo de 2023

ATRIBUTOS DE UN BUEN LIDERAZGO POLÍTICO.


"Líder es quien guía, ayuda, motiva, inspira y educa con su ejemplo, los demás son simples dirigentes".

La actividad política es fundamental para el desarrollo e institucionalización de la democracia, pero la materia prima de los liderazgos que la ejercen se forja en la sociedad. Quien no es buen ciudadano, difícilmente sea buen líder político. Reflexionar sobre los perfiles y atributos de ese liderazgo es imperativo para entender las causas de los sistemas políticos.

No se puede caracterizar y analizar un sistema político al margen de los liderazgos que lo gestiona. La crisis de liderazgo que azota a República Dominicana es, ante todo, una crisis de valores. Quienes se dedican a esa noble e importante actividad, no pueden descuidar su condición de ciudadano.

El liderazgo político disponer de cualidades y atributos que fortalezcan su perfil y complementen los requisitos establecidos en los marcos normativos. Aunque pocos valoran las virtudes de un candidato o candidata al momento de elegir, privilegiar las virtudes y rechazar los vicios es un ejercicio racional y responsable que contribuye a cualificar la representación.

Entre otros atributos, la honestidad, vocación de servicio, humildad, solvencia moral probada, idoneidad y la legitimidad social constituyen los pilares fundamentales para convertir al líder en referente ético. Aspirar a cambiar las formas de hacer y ver la política, depende de las capacidades y atributos de quienes la ejercen.

Esos atributos deben ser la carta de presentación de quienes aspiran a desempeñar funciones en la administración pública, especialmente, cuando se trate de cargos de elección popular. Los perfiles para ocupar puestos administrativos en la administración pública incluyen, en la mayoría de los casos, aspectos que pocas veces son tomados en cuenta, pero para cargos electivos, la laxitud del derecho a elegir y ser elegido complica la cuestión.

Ese derecho a elegir y ser elegido, permite, en ciertos casos, que cargos que requieren formación y vocación sean ocupados por gente que no solo desconoce las funciones del cargo que ocupa, sino que representan intereses contrarios al interés colectivo. Afinar y complementar esos perfiles es tarea de los organismos que gestionan el sistema electoral dominicano.

Anclados en el derecho a ser elegido, cualquier ciudadano puede aspirar a un cargo de elección popular, pero hay personas que no solo son incapaces, sino que carecen de solvencia moral y de legitimidad social. La historia política dominicana registra casos que pueden servir para ilustrar a quienes osen negar que servir a la sociedad desde la administración pública es cuestión de honorabilidad, honestidad e idoneidad.

Las virtudes en sentido aristotélico y el civismo, según lo planteado Eugenio María de Hostos, en su célebre tratado de Moral Social, marcan la diferencia entre la perversidad y la honestidad. El líder, en cualquier circunstancia, y máxime en política, debe ser, ante todo un referente moral y un ejemplo a seguir.

Cualquier institución gestionada por personas dotadas de las cualidades morales y virtudes cívicas referidas anteriormente será referente de lo bueno, nunca reflejo de lo malo. La gente sella las acciones que realiza con la tinta indeleble de los principios y valores que adornan su accionar.

Aunque en el Siglo XXI, la cualquierización y mediocridad se hacen normas, el liderazgo deben cultivarse moralmente. De lo contrario, la Política, seguirá arrastrando falencias y debilidades. La actividad política exige carácter, firmeza y coherencia, pero todo eso tiene que estar referenciado en principios éticos y valores morales.

El líder político debe cuidar la confianza que la gente deposita en él y la mejor forma de hacerlo, es convirtiendo la actividad política en una acción de formación cívica y de orientación política. De ahí la importancia de superar el analfabetismo cívico y político de amplios sectores de la población.

Vicios de la democracia como son clientelismo, asistencialismo, mesianismo, el transfuguismo, personalismo y caciquismo, se entronizan cuando el liderazgo descuida sus tareas fundamentales de orientar, formar y educar desde la política. Parece utópico, pero es fundamental, justo y necesario que el liderazgo se fundamente en valores y virtudes. No es pecado aspirar a un liderazgo ético.

El asistencialismo hacer ver como cuestiones correspondientes a los derechos sociales son provistos como si fueran favores de incumbentes, que, con dinero público, personalizan la provisión de bienes y servicios públicos. El clientelismo, asume que todo lo que hace un funcionario debe ser recompensado por el beneficiario.

Esencial y generalmente, el clientelismo político, en el nivel que sea, es una relación perversa entre unos que ofertan y otros que compran, traducido a la política es la acción que emprenden ciertos políticos “dejando caer algo a cambio de algo”, para el caso el favor del voto. 

El asistencialismo es una práctica donde los funcionarios públicos suplantan las políticas públicas por acciones directas, que hace ver como si los bienes y servicios que ofrecen son favores personales o actividades altruistas propias de filántropos. Sustituye las políticas públicas por iniciativas coyunturales.

Hay personas que se dedican a realizar actividades asistenciales, sin tener un cargo público. Lo hacen desde las llamadas organizaciones de la sociedad civil. Al cabo de un tiempo aparecen aspirando y cobrando su inversión. Se sabe que el altruismo político no existe, lo que hacen es una inversión a futuro.

Para contrarrestar el efecto de esos vicios, hay que cultivar liderazgos comprometido con principios y valores que hagan de la función pública una oportunidad para servir a la sociedad, no para servirse de ella. No es tarea fácil, pero hay que lograr que quienes aspiran a cargos públicos sean personas decentes, idóneas y sensatas.

Finalmente, es responsabilidad de la ciudadanía rechazar a quienes no cumplan con los perfiles adecuados ni cultiven las virtudes y atributos referidos en esta reflexión. La política cambiará cuando quienes se dedican a ella, sean servidores de vocación. Un mundo justo y solidario es posible y necesario, pero para lograrlo hay que cultivar los liderazgos.