viernes, 16 de diciembre de 2016

TRADICIONES CULTURALES OCOEÑAS (COPLILLAS NAVIDEÑAS).

San José de Ocoa tiene fama de ser un pueblo rebelde, alegre, hospitalario, estudioso y trabajador. Esto lo expresa con salves, otras con merengues, y no pocas veces, en coplillas y plenas. Cada manifestación cultural tiene su espacio y su contexto. Así es la historia que viene a mis recuerdos y se la cuento de inmediato.

Tan común como las serenatas, eran los aguinaldos que en el mes de diciembre y enero, especialmente entre el día de Noche Buena y el Día de Reyes cuando se escuchaban los versos copleros en las madrugadas. Unas veces se acompañaban con tambora, güira y acordeón otras veces se hacían a ritmo de guitarra. En otras cosas simplemente a pleno pulmón y a capela.

La mecánica del aguinaldo consistía en organizar un recorrido coplero por las casas en las comunidades rurales, donde se pedía, a ritmo de coplas, pollo, ron, dinero y otros ingredientes para concluir la parranda en un locrio en una casa previamente seleccionada por el grupo. Era una diversión sana y de mucho valor sentimental.

“Antes de la pascua/es que hemos venido/perdonen señores/si le hemos ofendido”. Como se puede apreciar había una intención de pedir permiso y excusarse por cualquier molestia que pudiera causarle. Recordemos que estos cantos se hacían generalmente, bien entrada la noche. La idea era amanecer con la parranda que a veces terminaba en una fiesta colectiva.

Había cantos para todo tipo de situación y circunstancias. Se le cantaba a la mujer, al caballero de la casa o en alusión a las fiestas navideñas. Si usted era un tacaño, le tenían la suya y decía así: “…esta casa tiene/la puerta de alambre y quien vive adentro es un muerto de hambre”. Se insistía: “ya está amaneciendo ya casi es de día y lo que queremos es ver la luz prendía. Si no se levanta y abre la puerta les estaremos cantando hasta que amanezca”.

Si se quería algar a la señora de la casa se cantaba así: “La señora de esta casa cuando está durmiendo parece una rosa cuando se está abriendo”. Con esos versos se buscaba ablandar a la doña para que soltara los chelitos, las viandas o que prestaran atención.

A los señores también se le cantaba con gracia, estima y respeto para evitar que se indispusiera. “Esta casa tiene la puertas de acero y quien vive en ella es un caballero”. Esta copla bien cantada era impactante y casi siempre surtía su efecto: el señor daba su anuencia o soltaba los chelitos.

“Aguinaldo pido y no es por interés/con una gallina me conformaré”. La señora conmovida, motivada y emocionada por los cantos, convencía al marido de la conveniencia de levantarse y organizar una comilona, tipo locrio. Ahí cuajaba el asunto y la rumba tomaba un giro familiar y de camaradería. Unos iban cocinando, otros bailaban y los copleros seguían en su faena hasta el amanecer, repitiendo: “Amigo Fabián/yo se lo decía/ que esta parrandita/ yo se la traía”.

Diciembre era un mes de fiesta, gozo y solidaridad. Se organizaban los famosos bailes de “gaviados o de brindis”. Se hacía una comida abundante y una suculenta cena y después “fiesta y mañana gallo”. Recuerdo allá por los años 80s, cuando a los lejos, los cantos, merengues y coplas rompían el silencio de la noche y agudizaban los sentidos para adivinar quienes eran los copleros.

Recordemos que en los centros urbanos de Sabana Larga y San José de Ocoa, así como en otras zonas rurales también se hacían estas veladas copleras, aunque con diversos matices y tonadas. Hubo y hay copleros famosos. Son dignos cantores populares. El tiempo ha ido borrando esas tradiciones hermosas. De ahí la motivación para esta reflexión.

Eran los tiempos donde el peso de las tradiciones imponía su lógica y la gente “bajaba para los días” como solía decirse en tiempos de fiestas patronales. Se ahorraba algunos pesos para comprar ropas, dulces y algunas bebidas. Cerdos, pollos y pavos ponían la carne y las cenas se daban a lo grande y en un ambiente de solidaridad, “quien tenía repartía”.

Las coplas navideñas junto a las salve ocoeña, que se canta en las “nochevelas”, así como los chuines que se cantaban en los convites son parte de un rico legado cultural que tenemos como pueblo y que marcaron las vidas de nuestra gente. Conocerlos, estudiarlos y recrearlos debiera ser una función de la gente que trabaja en la promoción del turismo.

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