San José de Ocoa tiene fama de ser un pueblo rebelde,
alegre, hospitalario, estudioso y trabajador. Esto lo expresa con salves, otras
con merengues, y no pocas veces, en coplillas y plenas. Cada manifestación
cultural tiene su espacio y su contexto. Así es la historia que viene a mis
recuerdos y se la cuento de inmediato.
Tan común como las serenatas, eran los aguinaldos que en el mes de diciembre y enero,
especialmente entre el día de Noche Buena y el Día de Reyes cuando se
escuchaban los versos copleros en las madrugadas. Unas veces se acompañaban con
tambora, güira y acordeón otras veces se hacían a ritmo de guitarra. En otras
cosas simplemente a pleno pulmón y a capela.
La mecánica del aguinaldo consistía en organizar un
recorrido coplero por las casas en las comunidades rurales, donde se pedía, a
ritmo de coplas, pollo, ron, dinero y otros ingredientes para concluir la
parranda en un locrio en una casa previamente seleccionada por el grupo. Era
una diversión sana y de mucho valor sentimental.
“Antes de la pascua/es que hemos
venido/perdonen señores/si le hemos ofendido”. Como se puede apreciar había una intención de pedir
permiso y excusarse por cualquier molestia que pudiera causarle. Recordemos que
estos cantos se hacían generalmente, bien entrada la noche. La idea era
amanecer con la parranda que a veces terminaba en una fiesta colectiva.
Había cantos para todo tipo de situación y
circunstancias. Se le cantaba a la mujer, al caballero de la casa o en alusión
a las fiestas navideñas. Si usted era un tacaño, le tenían la suya y decía así:
“…esta casa tiene/la puerta de alambre y
quien vive adentro es un muerto de hambre”. Se insistía: “ya está amaneciendo ya
casi es de día y lo que queremos es ver la luz prendía. Si no se levanta y abre
la puerta les estaremos cantando hasta que amanezca”.
Si se quería algar a la señora de la casa se cantaba
así: “La señora de esta casa cuando está
durmiendo parece una rosa cuando se está abriendo”. Con esos versos se
buscaba ablandar a la doña para que soltara los chelitos, las viandas o que
prestaran atención.
A los señores también se le cantaba con gracia, estima
y respeto para evitar que se indispusiera. “Esta
casa tiene la puertas de acero y quien vive en ella es un caballero”. Esta copla
bien cantada era impactante y casi siempre surtía su efecto: el señor daba su
anuencia o soltaba los chelitos.
“Aguinaldo pido y no es por
interés/con una gallina me conformaré”. La señora conmovida, motivada y emocionada por los
cantos, convencía al marido de la conveniencia de levantarse y organizar una
comilona, tipo locrio. Ahí cuajaba el asunto y la rumba tomaba un giro familiar
y de camaradería. Unos iban cocinando, otros bailaban y los copleros seguían en
su faena hasta el amanecer, repitiendo: “Amigo Fabián/yo se lo decía/ que esta
parrandita/ yo se la traía”.
Diciembre era un mes de fiesta, gozo y solidaridad. Se
organizaban los famosos bailes de “gaviados
o de brindis”. Se hacía una comida abundante y una suculenta cena y después
“fiesta y mañana gallo”. Recuerdo
allá por los años 80s, cuando a los lejos, los cantos, merengues y coplas
rompían el silencio de la noche y agudizaban los sentidos para adivinar quienes
eran los copleros.
Recordemos que en los centros urbanos de Sabana Larga
y San José de Ocoa, así como en otras zonas rurales también se hacían estas
veladas copleras, aunque con diversos matices y tonadas. Hubo y hay copleros
famosos. Son dignos cantores
populares. El tiempo ha ido borrando esas tradiciones hermosas. De ahí la
motivación para esta reflexión.
Eran los tiempos donde el peso de las tradiciones
imponía su lógica y la gente “bajaba para
los días” como solía decirse en tiempos de fiestas patronales. Se ahorraba
algunos pesos para comprar ropas, dulces y algunas bebidas. Cerdos, pollos y
pavos ponían la carne y las cenas se daban a lo grande y en un ambiente de
solidaridad, “quien tenía repartía”.
Las coplas
navideñas junto a las salve ocoeña, que se canta en las “nochevelas”, así como los chuines que se cantaban en los convites
son parte de un rico legado cultural que tenemos como pueblo y que marcaron las
vidas de nuestra gente. Conocerlos, estudiarlos y recrearlos debiera ser una
función de la gente que trabaja en la promoción del turismo.
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