miércoles, 21 de febrero de 2024

REFLEXIONES SOBRE LAS ELECCIONES MUNICIPALES DE FEBRERO 2024.

Las elecciones celebradas el domingo 18 de febrero en República Dominicana fue un ejercicio cívico que concluyó con relativa tranquilidad. El civismo exhibido por la población contrasta con el comportamiento de dirigentes de organizaciones políticas que se dieron a la tarea de cometer diversos delitos electorales que atentan contra el derecho a elegir libre y secretamente.

No obstante, el comportamiento ejemplar de la mayoría de los electores, el clientelismo hizo galas de sus peores atributos en los entornos de los recintos electorales. Instalación de carpas, proselitismo, compra de cédulas, reparto de dinero y presión para ejercer el voto, enturbiaron el certamen. Aunque la institucionalidad política ha evitado complicaciones mayores, quedan los recuerdos del frustrado proceso electoral de febrero 2020.

La suspensión de las elecciones municipales en febrero del 2020, donde tras comprobarse fallas, aun no aclaradas, en las máquinas que se utilizan en procesos comiciales automatizados, queda como “mancha indeleble” en la memoria de quienes apuestan a la institucionalidad y a la transformación de la democracia formal electoralista en democracia funcional de base popular.

Un elemento altamente preocupante para la institucionalidad democrática es el bajo nivel de participación de la gente en los comicios. Los niveles de abstención, tradicionalmente altos para elecciones municipales, superaron todos los parámetros y rondaron el 60% del padrón total de electores. Eso es una clarinada que debe despertar la conciencia colectiva y al liderazgo de las organizaciones políticas.

¿Cómo explicar los altos niveles de abstención electoral en elecciones municipales y qué hacer para incentivar la participación de la gente? Las respuestas a estas interrogantes deben ir acompañadas de acciones concretas. Prestar atención al desencanto de la gente con el sistema democrático y el rechazo a prácticas perversas evidenciadas a lo largo del proceso comicial es obligación de todos los sectores involucrados en el certamen.

La abstención razonada es una decisión personal, pero si un proceso donde se escogen cerca de 4 mil candidatos, más de 30 organizaciones políticas con un padrón superior a los 8 millones de electores, restando los empadronados en el exterior, solo vota menos de la mitad, la cuestión es para preocuparse y repensar las estrategias de motivación, información y orientación sobre el proceso, las propuestas y el valor cívico de un proceso electoral. Las razones de cada elector para votar o no votar es una decisión emocional, especialmente en quienes no son militantes de organizaciones políticas.

En primer lugar, hay que valorar la incursión de una gran cantidad de jóvenes que postularon a candidaturas por diversas fuerzas políticas que participaron en la contienda. Lo mas probable, eso evitó que la concurrencia sea más baja de la que hubo. No obstante, muchos de esos jóvenes han dejado ver su descontento en redes sociales y otros medios. Algunos entienden que fueron utilizado como contrapeso, a pesar de que el voto preferencial, le abría posibilidades favorables.

Los elevados niveles de abstención en elecciones municipales invitan al liderazgo político, a las organizaciones políticas y a la Junta Central Electoral a reflexionar sobre la pertinencia de la división y altos costos de las elecciones. Hay quienes lo asumen como algo normal, pero la realidad es que las características del subsistema de partidos, el financiamiento público de las organizaciones políticas y la alta inversión en propagandas, sumado a lo que gasta el organismo de comicios en el montaje de las elecciones, indica que algo anda mal y es imperativo encontrarlo y superarlo para apuntalar el desarrollo del sistema político y el afianzamiento de la institucionalidad democrática.

Las causas pueden ser diversas y complejas, pero no se puede negar la apatía de la gente y el acentuado clientelismo que se ha impuesto. Esa combinación erosiona y debilita las bases de la institucionalidad democrática. El liderazgo político, quienes aspiren a cargos electivos y la Junta Central Electoral tienen la responsabilidad de organizar elecciones diáfanas y respetar los resultados.

“La cifra de electores que se abstuvieron, supera por mucho el porcentaje de 2020, 44.71% y para ilustrar parcialmente con números de la JCE, en Santiago de los Caballeros, segunda plaza electoral decisiva, la abstención se situó en el 70%”. https://elnuevodiario.com.do/abstencion-en-municipales-2024-una-advertencia-para-el-prm-y-la-oposicion/  

La Junta Central Electoral tiene la obligación de exigir a las organizaciones políticas mayor transparencia y probidad en la gestión de los recursos que recibe; así como las fuentes de origen de los mismo. Además, tiene la obligación de depurar las candidaturas presentadas por las organizaciones políticas. Para incentivar la participación política de la gente se debe exigir el cumplimiento de las normas y procedimientos instituidos.

Lo anterior se suma a las responsabilidades que tiene el organismo electoral para gestionar el montaje de los procesos electorales. No es tarea fácil, pero tienen que cumplir los mandatos y garantizar que las elecciones se desarrollen en armonía, transparencia y organizada.

La cultura clientelista que prima en este tipo de proceso corroe las bases de la institucionalidad democrática y aleja a gente que puede aportar con sus capacidades al desarrollo político dominicano. El ejercicio de los derechos políticos es un requisito fundamental para legitimar los procesos comiciales, pero deben desarrollarse dentro de los parámetros establecidos en la normativa que rige el sistema político dominicano.

Ganadores y perdedores, junto al órgano rector del subsistema político deben evaluar el proceso, sacar lecciones y aplicar los correctivos que se requieran para preservar y fortalecer la democracia. No es momento de vanagloriarse ni de lamentarse o de justificar la abstención y ridiculizar a quienes perdieron. Es tiempo de trabajar para hacer de la política una actividad que atraiga a gente noble, honesta, trabajadora, preparada y comprometida con el desarrollo inclusivo del pueblo dominicano.

La apatía de la gente para ir a votar encuentra razones en la conducta del liderazgo político dominicano, que, permeado por el caudillismo, el mesianismo y el individualismo luce estancado en prácticas políticas asistencialistas y clientelistas. Eso se suma a la acentuada corrupción política que afecta a gran parte de ese liderazgo y a la falta de transparencia en las organizaciones políticas.

Un sistema político donde predomine la abstención es inaceptable, máxime en un país donde el Estado hace grandes inversiones en las organizaciones políticas y el montaje de los procesos electorales. Además, las organizaciones políticas y los candidatos que postulan despliegan una diversa y costosa propaganda. Esos elementos debieran incentivar la participación de la gente, pero la realidad es la que se evidenció en las elecciones municipales recién finalizada.

La democracia, en cualquiera de sus modalidades, exige participación activa de la gente, contrapesos e instituciones políticas comprometidas con la honestidad, la transparencia y el desarrollo con justicia social. La nuestra, queda a deber mucho, y es tiempo de reflexionar y actuar al respecto. Es sabido, que la democracia dominicana adolece de vicios que generan desencanto. Uno de esos vicios es la corrupción política, que, como concepto amplio, tiene diversas expresiones que se combinan para pervertir la cultura política.

La acentuada y creciente abstención en procesos electorales municipales deben movilizar al liderazgo político a reinventar su accionar y a revisar su conducta. La falta de propuestas concretas, sumado al desconocimiento de las funciones básicas de la administración pública municipal retan a esas entidades y les obligan a buscar soluciones. Si aspirantes y dirigentes no pueden explicar las propuestas que pretenden realizar o carecen de estas, la gente se desmotiva. De ahí la importancia de trabajar en la formación de la gente.

Negar el impacto del clientelismo, el oportunismo y el transfuguismo en la conciencia del electorado no ayuda. Para superar un mal hay que reconocer su existencia. Voltear la cara ante una realidad tan convincente, solo agravará la desconfianza de la gente en la democracia y en las capacidades del sistema político para procesar las demandas del electorado en particular y de la sociedad dominicana en general.

La renovación de la política pasa por la reorganización e institucionalización del sistema político-electoral, pero, sobre todo, por el adecentamiento de prácticas contrarias a la esencia de la política. La corrupción política está claramente documentada y anida en todos los espacios, aprovechando la discrecionalidad, la opacidad y el secretismo con que se manejan las organizaciones políticas.

La percepción de que la corrupción política es recurrente y se incrementa en el país queda evidenciado en estudios relevantes como “el informe de la Encuesta Barómetro de Las Américas, República Dominicana 2023: “Tomándole el pulso a la Democracia", realizada entre el 17 de abril y el 3 de junio de 2023, y es un seguimiento de las encuestas realizadas en República Dominicana desde 2004. El trabajo de campo fue realizado por CID Gallup en nombre de LAPOP, con financiamiento de Vanderbilt University, USAID y el Banco Interamericano de Desarrollo”. Para mayores detalles sobre este estudio vea el siguiente enlace: https://acento.com.do/actualidad/barometro-de-las-americas-la-economia-repite-como-el-principal-problema-de-los-dominicanos-9306464.html

Independientemente de los vicios observados durante el proceso comicial, todos los esfuerzos que se hagan para incentivar la participación de la gente en las elecciones y generar confianza en la democracia es una inversión estratégica para la institucionalidad democrática. Si unificar las elecciones contribuye a incrementar la participación y abaratar los procesos comiciales, se debe abordar la cuestión con la madurez que exige el contexto político dominicano.

Las elecciones son el mecanismo ideal para la renovación del liderazgo municipal y su realización es fundamental para el fortalecimiento de la institucionalidad democrática. Es la oportunidad que tienen los munícipes para premiar o castigar en las urnas las realizaciones o fallas de sus autoridades, especialmente en países donde no existe la revocatoria de mandato. Claro, eso exige que la ciudadanía participe informada y activamente en los espacios de toma de decisiones. 

Sin entrar en mayores detalles, dado el carácter exploratorio y la brevedad de la reflexión sobre la abstención en las elecciones municipales, queda pendiente el análisis ponderado sobre la evolución del abstencionismo en República Dominicana. Por el momento, conviene trabajar en las líneas siguientes:

Para contrarrestar la creciente abstención en República Dominicana y mitigar la apatía de sectores de clase media alta y media media en la política.

Tanto la Junta Central Electoral como las organizaciones políticas deben crear nuevas formas de promover sus aspiraciones, privilegiando la organización de debates.

Trabajar ardua y coordinadamente en la superación del analfabetismo cívico y político que afecta a gran parte de la población dominicana.

Establecer perfiles mínimos para postular a cargos electivos y transparentar los procesos internos de las organizaciones políticas para la escogencia de candidaturas para evitar la vulneración de los derechos de los miembros.

Establecer correctivos para contrarrestar el transfuguismo y garantizar los derechos adquiridos de miembros y militantes de las organizaciones políticas.

Organizaciones políticas y Junta Central Electoral deben trabajar para sancionar los delitos electorales que se cometen antes y durante el proceso de votación.
Unificar las elecciones y automatizar el proceso de votación puede ser una salida. Eso abarataría el proceso y consitaría mayor apoyo de la ciudadanía.

Es necesario trabajar para superar la cultura clientelar que se evidencia en los procesos electoral y desarrollar estrategias para atraer a gente solvente ética y moralmente.

Fortalecer la Junta Central Electoral, dotándola de apoyos necesarios para que realice un trabajo a la altura de las exigencias de una democracia, que, como la dominicana, ha tendido un largo proceso de transición.

Las organizaciones políticas tienen que trabajar en la formación política de los liderazgos y su militancia para dotarlos de las capacidades que le ayuden a desempeñar un papel decoroso en la política.

La Junta Central Electoral tiene que hacer respetar las normativas que rigen el sistema político dominicano. Adicionalmente, debe depurar las candidaturas presentadas por las organizaciones políticas; así como diversificar y masificar las campañas de motivación.

En conclusión, las lecciones de las elecciones municipales son una clarinada. Si quienes salieron ganancioso en el proceso celebran su triunfo, pero saben que la baja votación deslegitima la democracia, aunque no existan umbrales mínimos para conquistar una curul. La invitación es buscar las causas de la abstención y establecer estrategias para superarlos.

¡Actúen ahora, mañana será muy tarde!.

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