domingo, 12 de abril de 2015

PRODUCCIÓN AGRÍCOLA Y SEGURIDAD ALIMENTARIA.

En la historia de la humanidad, la producción de alimentos ha sido siempre una prioridad asociada a la supervivencia de las especies que de ella dependen. Los diversos estadíos registran suficiente información para sostener esta tesis que se complejiza con el incremento de la producción.

Hay quienes como Alvin y Heidy Tofller reconocen en lo que denominan Revolución Agrícola el primer paso hacia la transformación de la sociedad y la sostenibilidad de la alimentación humana. Hoy otras tendencias coinciden con estos planteamientos en el contexto de las estrategias que buscan garantizar la seguridad alimentaria de la humanidad.

Esos elementos, que hacen depender la vida de la producción de alimentos se han convertido en tema de debates tanto en los foros internacionales patrocinados por la FAO y otros organismos. Eso hace de la producción agropecuaria en general y de la agrícola en particular un negocio. En él entran asuntos vinculados a los costos y a los medios de producción, así como los aspectos relacionados con el mercado y la comercialización.

Por el lado de los costos hay que hablar de los rubros necesarios para garantizar que el producto salga con un mínimo de calidad. Es destacable el costo de los insumos e implementos agrícolas, así como las maquinarias utilizadas. A esto se suman los aspectos referidos la conservación y almacenamiento del producto previa comercialización para garantizar la inocuidad. Es todo un proceso, complejo y costoso.

En lo referente a los medios de producción, hay que hacer énfasis en la tierra, la mano de obra, la tecnología y la infraestructura. En la agricultura tradicional o de subsistencia el proceso es menos exigente. Cuando se pasa a una producción mecanizada y tecnificada el costo se eleva, colocando al empresario agrícola en la necesidad de financiar los altos costos para compensar sus esfuerzos.

Todo lo anterior sirve para introducir la difícil situación que vive el empresariado agrícola dominicano y especialmente el que se dedica a la producción de vegetales y frutales a raíz de la “aparición de la llamada Mosca del Pacífico”. Esa situación empuja a la quiebra a un alto número de estos productores luego que los mercados, especialmente el de los Estados Unidos objetara el producto alegando deficiencias en la calidad.

Al disponer de un mercado restringido a nivel internacional y de un mercado interno débil, reducido y especulador se han visto precisados a botar parte de su producción. Esto es insólito en un país donde mucha gente pasa hambre y consume productos de mala calidad.

Lógicamente, no se puede culpar a los productores de la situación pero sí a quienes tienen la responsabilidad de garantizar que ese importantísimo renglón de la economía disponga de las garantías que lo hagan rentable y sostenible. El Estado debe asumir la protección de quienes se dedican a una labor de tanta trascendencia como la producción de alimentos, en un área tan frágil como la agropecuaria.

La falta de estrategias y planes de comercialización alternativas han impedido la colocación de los productos en el mercados por fallas en la cadena de comercialización. Es tiempo entonces de abocarse a buscar soluciones duraderas y beneficiosas tanto para los productores como para los consumidores.

A continuación sugiero algunos puntos que pueden servir para una discusión amplia de las cuestiones anteriormente planteadas. No es ni pretende ser una receta pero en estos tiempos de globalización de la información y la comunicación ningún sector está exento de su impacto.

Es necesario reforzar las estrategias de planificación de siembra en base a las ofertas y posibilidades de colocación de la producción en los mercados.

Anticiparse a las contingencias, aprovechando el asesoramiento público y privado, así como la experiencia acumulada, tanto en el área de la producción como en materia de comercialización.

Se impone también la diversificación de los mercados y la búsqueda de las vías que faciliten la colocación oportuna de los productos en el mercado.

Ir a los lugares donde los costos de transporte y embalaje no se traguen el esfuerzo del productor, aprovechando los mercados más cercanos.

Mejorar los estándares de calidad tanto para los productos destinados al mercado internacional como el que se distribuye en los mercados nacional y locales.

Fortalecer la cadena de comercialización para minimizar el impacto de la intermediación. Se sabe que la intermediación se lleva la gran tajada perjudicando a productores y consumidores.

Reforzar la organización de los productores, creando espacios asesorados de orientación que coloquen las informaciones confiables y oportunas sobre el sector en manos del productor.

Establecer espacios refrigerados para el almacenamiento de los productos que por alguna razón no se puedan colocar en el mercado. Así se evitan pérdidas, se garantiza la calidad del producto y se aprovechan mejor las oportunidades de negocio.

Pensar en la industrialización de los productos agropecuarios y muy especialmente los productos agrícolas es otro punto de vital importancia. Agregar valor, industrializando puede ser un buen negocio.

Reforzar los instrumentos de aseguramiento de la producción, especialmente aquella que se realiza bajo ambientes controlados lleva tranquilidad al productor y fortalece al sector.

Establecer programas de capacitación para productores y el personal de apoyo que se dedica a la producción, es una inversión no un gasto.

La creación de cooperativas que incluya a las personas que participan en todo el proceso de producción puede servir para gestionar mejor las capacidades y los recursos.

Establecer centros de acopio en lugares estratégicos, especialmente cerca de puertos y aeropuertos o puntos de ventas debidamente acreditados e identificados.

Modernizar e institucionalizar tanto la cadena productiva como la cadena de comercialización, aprovechando las tecnologías de la información desde donde se promuevan los catálogos con los productos y las características de los mismos.

Es sabido el aporte del sector agropecuario al Producto Interno Bruto y dentro de este el sector agrícola tiene mención de honor, especialmente después de la instalación de millones de metros de invernaderos en todo el territorio nacional. Es un sector al que hay que cuidar, proteger y fortalecer. Gestionados integralmente pueden ser y de hecho son, una excelente fuente de ingreso y de fomento de empleo para el país.

Las grandes pérdidas que padece el sector agropecuario tanto del lado de la producción de vegetales como de frutales deben llevar a los sectores involucrados a la búsqueda de soluciones duraderas e institucionalizadas. El país no puede darse el lujo de ver con indiferencia la quiebra acelerada a la que se dirigen los productores nacionales.

Anticiparse a las contingencias en el ámbito productivo y comercial, implica un esfuerzo tanto del productores organizados como de las instancias estatales vinculadas a la agropecuaria y especialmente en la producción agrícola bajo la modalidad de invernaderos y la producción de frutales.

Aprovechar los  tropiezos para explorar nuevas oportunidades; áreas de mejoras que les prevengan de eventos similares ayuda y tranquiliza. Espero que estos aspectos sean contextualizados y discutidos en los escenarios que correspondan ¡Es mi humilde aporte, por el bien de la producción nacional y de la seguridad alimentaria!

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