viernes, 5 de mayo de 2017

ESCUELA Y EDUCACIÓN EN EL SIGLO XXI.

"La escuela es el espacio idóneo para cultivar las emociones y  despertar la creatividad de la gente. La educación es vehículo para desarrollar las capacidades individuales y colectivas que requiere la gente para transformar su entorno y la sociedad". FDC/2017

El Siglo XX dejó unos modelos educativos que requieren profundas transformaciones para ser ajustado a los contextos y coyunturas que impone la dinámica social del Siglo XXI. Vimos una educación donde predominó el modelo tipo máquina de montaje heredado de la revolución industrial donde lo que importa es la producción en serie. Bajo ese esquema no se puede operar el Siglo XXI.

Hoy, esas lógicas instrumentalistas deben dar paso al mundo de las tecnologías de la información y la comunicación, ya que el conocimiento es el principal activo con que cuentan los pueblos. Ampliarlo y desarrollarlo implica una transformación de los espacios donde se cultiva y cambio radical en los fundamentos ideológicos que sustenta los modelos educativos.

A esto se suma, un cambio en los enfoques de enseñanza, así como en los métodos que se asumen. Transformar la escuela es urgente, necesario, sabio y productivo. Entrar con éxito al mundo del saber, no solo requiere una nueva escuela sino también a nuevos gestores, y sobre todo, docentes convencidos y comprometido con la transformación de la educación desde donde le toque accionar.

Analizar el rol de los actores que intervienen en los procesos educativos, caracterizar y redefinir sus funciones, partiendo de las necesidades del educando es fundamental. Insistir en remendar modelos disfuncionales, deficientes y obsoletos es una pérdida de tiempo y un dispendio de recursos que impacta negativamente en la calidad de los aprendizajes.

El estudiantado debe encontrar en la escuela suficiente motivación y la confianza necesaria para explayar sus capacidades y habilidades creativas, así como los apoyos que generen esperanza, compromisos y empatía. Los modelos educativos rígidos de la escuela tradicional entorpecen los procesos de cambios y se transforman en problemas cuando debieran ser soluciones. Eso obliga, a gestores, beneficiarios y prestadores a estructurar estrategias que propicien y potencien los cambios.

A continuación se enumeran algunas dimensiones que pueden sustentar las tendencias de las dinámicas de cambio en la escuela y facilitar la comprensión del Enfoque Crítico-Reflexivo esbozado y expresado en dimensiones estratégicas: Dimensión Docente, Dimensión Creativa, Dimensión Comunitaria, Dimensión Cultural, Dimensión Científica, Dimensión Crítica o Valorativa y la Dimensión Participativa.

Una vez analizadas las dimensiones y establecido el rol de cada una en la transformación de la educación y vistas las diversas formas de aprender; hay que remover la coraza de los enfoques que se asumen para orientar el aprendizaje y despertar las emociones del alumnado. Visto éstos, se pasa a la adopción que mejor se ajuste a cada contexto y coyuntura.

Es sabido que tanto el ambiente como el entorno familiar inciden en la calidad de los aprendizajes, y que, conjuntamente con la cultura, transversaliza el proceso formativo e impacta directamente tanto a docentes como a educandos. Los cambios graduales y los ajustes coyunturales sin modificar las actitudes, conductas y aptitudes de los involucrados en los procesos de trasformación de la escuela y la educación.

El abordaje de la problemática educativa y la transformación de la escuela, no solo es compleja, sino también exigente. Hay quienes apuestan a la transformación curricular y normativa; otros centran sus esperanzas en la extensión y diversificación de los horarios. El compromiso y capacidad docentes para mejorar la calidad de la educación es una alternativa privilegiada; una cantidad considerable, asume la transformación de escuela como prioridad. Algunos escogen la modernización e incorporación de tecnologías junto a a la reforma gerencial como vías para lograr el objetivo. Unos y otros olvidan o marginan la razón principal de la acción educativa: el estudiante.

Es precisamente el estudiante, quien desde la familia, trae las necesidades que deben ser satisfechas por la escuela. Esta debe apoyarse en la familia para garantizar que alumnos y docentes encuentren un espacio adecuado para cultivar los saberes y cosechar los aprendizajes que le permitan desenvolverse en una sociedad altamente competitiva, exigente y compleja.

He aquí, donde el potencial creativo de los involucrados deben expresarse, complementarse y articularse, tomando el aula como centro para mover la acción creativa. Tanto los estudiantes, familia, docentes como autoridades deben entender sus roles en la sociedad de la información y el conocimiento.

¿Dónde poner los énfasis? ¿Modernizar y reformar? ¿Transformar los métodos de evaluación? ¿Cambiar los enfoques filosóficos que sustentan el modelo educativo? ¿Promover la creatividad y el diálogo entre docentes y alumnos? ¿Estandarizar o individualizar los instrumentos de evaluación? ¿Asumir un enfoque crítico-reflexivo? ¿Incorporar a la familia al proceso de transformación de la escuela? ¿Generar dinámicas de intercambio de saberes desde la comunidad? ¿Generar los cambios en el aula, en la comunidad o en la escuela? ¿Aumentar y flexibilizar los horarios? ¿Todo a la vez? ¡Muchas preguntas y diversas respuestas!

Generar una dinámica de cambio en la escuela y en la educación del siglo XXI es una cuestión ética que de no asumirse con el rigor que exigen las circunstancias actuales, alejan a los pueblos de las posibilidades de desarrollo de su gente ¿Cómo enfrenta la escuela ese reto? ¿Tiene capacidad para cumplir con esa alta misión?

La escuela no puede ser un centro de reciclaje de saberes obsoletos. Debe ser un espacio donde impere la creatividad, la tolerancia, la diversidad, la innovación y la flexibilidad. El aula debe superar la colectivización y prestar más atención a las individualidades ¿Qué necesita un estudiante del Siglo XXI para ser exitoso? Respuestas habrán y la escuela debe proveerlas.

Ser conscientes de que hay escuelas que son centros de adoctrinamiento, otras que operan como centros de reciclaje y que no pocas fungen como centros de tortura es importante pero trabajar para superar esas debilidades es lo que marcará la diferencia. Hacer coincidir las intenciones de transformación y articular las estrategias que movilicen las fuerzas creativas de quienes operan los sistemas educativos.

La escuela del Siglo XXI debe ofrecer una educación coherente con las necesidades del país y las aspiraciones del estudiantado. No solo se trata de aprender a pensar críticamente, sino también de aprehender conocimientos y desarrollar capacidades. En esa relación es clave la interacción familia-docente-educando-entorno para hacer del aula un espacio creativo, interesante y dinámico.

Romper con los mitos y los dogmas basados en la supuestos de autoridad académica del docente e ir tras los sueños e intereses del alumno despertando y animando sus emociones accionando sobre la neuroeducación. Al final de la jornada, es el alumno quien vive de lo que aprende, no el maestro, docente o facilitador. La función es distinta pero el objetivo es el mismo: que la gente aprenda y desaprenda continuamente.

Entrar en esa dinámica es responsabilidad, no solo de quienes dirigen, sino también de quienes diseñan las políticas educativas y definen los enfoques filosóficos que se asumen. Unos adoptarán el enfoque constructivista y sociocultural. Hay que ir más allá, es recomendable innovar, asumiendo o combinando nuevos enfoques.

El enfoque crítico-reflexivo es una propuesta que parte del alumno y sus necesidades, e involucra a toda la comunidad educativa. Se caracteriza por abrir un abanico de opciones para abordar una realidad, tanto desde la perspectiva docente como del educando. Genera entusiasmo, curiosidad y mueve la acción creativa. Esa particularidad facilita el aprendizaje y enriquece los saberes.

Lograr resultados distintos implica cambios significativos en las formas de gestionar el aula, la escuela y la educación. Combinar el pensamiento crítico con técnicas reflexivas que ayuden a pensar y repensar, seguramente conducirá a generar aprendizajes que superen los estándares actuales.

Las tecnologías de la información y la comunicación son un vehículo excelente para remover el moho de los rieles del viejo modelo educativo. Es una apuesta ambiciosa que requiere una combinación de estrategias y sea cual sea el enfoque debe priorizar la creatividad del alumno y privilegiar la participación tanto de la familia como de la comunidad en los procesos de gestión de cambios.

No es una apuesta alejada de la gestión de las emociones y de los egos personales. Hay que reconocer el problema y las causas que lo generar para poder establecer las correcciones que procedan. El modelo educativo es un instrumento de desarrollo que debe ser asumido y operado estratégicamente para el desarrollo nacional.

Voltear la cara y ser indiferente no es opción. Crear un ambiente de cambios continuos y de una nueva dinámica de inclusión e involucramiento del estudiantado en la solución de los problemas de la escuela es una apuesta ganar-ganar. Es una especie de pasantía donde el estudiante aprende haciendo y en ese hacer ejercita sus saberes y vivencias.

Por ahí deben orientarse los procesos de transformación que requiere la escuela dominicana. Generar sinergias entre la familia educativa y promover espacios abiertos de reflexión sobre la problemática que afectan la escuela es clave. Las experiencias adquiridas en prácticas similares puede servir de punto de partida ¿Qué escuela queremos y qué hacemos para lograrla? He ahí el reto para quienes aspiran a una escuela dinámica, creativa, abierta, democrática y participativa.

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