Cuando la gente desconoce el impacto de sus acciones o echa a un lado su responsabilidad de cuidar el entorno del que forma parte debe estar dispuesta a pagar el costo de la indiferencia. FDC/2015.
El Calentamiento Global y el Cambio Climático son realidades desconocidas para la mayoría de los pobladores del planeta, no a así para quienes toman decisiones de políticas y trazan la agenda mediática. Diversas tendencias matizan las explicaciones a estos fenómenos y los efectos que ejercen sobre la vida en la tierra. Conocer los aspectos claves debiera ser parte fundamental de los compromisos de las sociedades. Dar la espalda al problema es un camino que conduce a la extinción.
Los efectos de estos fenómenos tienen causas diversas pero todas amenazan la existencia de la vida del planeta tierra. Van desde las emisiones de gases efecto invernaderos hasta lo concentración de dióxido de carbono en la atmósfera pasando por las agresiones directas a la naturaleza como la deforestación, la contaminación y degradación de los suelos; así como la extracción de agregado de los ríos y la megaminería.
El impacto de esas acciones se expresan de varias formas: aumento sostenido de las temperaturas, aceleración del proceso desertificación, desaparición de numerosas especies, persistente escasez de agua, descongelamiento de los glaciares y aterradores huracanes con su secuela de mortíferas inundaciones, entre otros males. En las ciudades el aíre se hace irrespirable y la contaminación provoca agresivas enfermedades.
Muchos dirán que hoy estamos mejor que antes, que los avances tecnológicos y el desarrollo científico pueden revertir la situación. Esto puede ser cierto pero los resultados están por verse. La explosión demográfica y la urbanización son sólo una prueba que desafía esas capacidades. La humanidad tiene y debe actuar para poner un stop al deterioro medioambiental.
Los gobiernos y el liderazgo social tienen mucho que hacer. La agenda es amplia y diversa. Ignorarla o postergarla solo agravará el problema. No actuar ahora implica exponerse a cargar con la culpa de haber sido indiferente ante una amenaza que desborda las capacidades individuales e impone una colectivización de la lucha social a favor de la madre naturaleza.
Las luchas del movimiento ecologista que empezó en el siglo pasado y que logró colocar en la agenda pública las cuestiones vinculadas al Cambio Climático y la Crisis Medioambiental lucen tímido y se siente poco. Las corporaciones mediáticas hacen oídos sordos a las amenazas climáticas. Lo que no es espectáculo no cuenta para ellos, no es rentable.
Sacuda su rebeldía y eche caminar sus preocupaciones sobre estos temas. Son temas de vida. Está en juego la existencia de la vida sobre el planeta. Suena exagerado pero no lo es, sobran pruebas que confirman esta hipótesis. Miles de especies han desaparecido en los últimos años. La vida en los océanos contaminados no es ficción. Las hambrunas recurrentes, los conflictos por aguas son tan frecuentes como el aíre contaminado que respiramos.
Si miramos la República Dominicana, el panorama es de cuidado. Centenares de ríos convertidos en fosas por “los incontrolables”, que extraen de sus cauces, sin control, los agregados que alimentan el lucrativo negocio de la construcción. Sus cuencas deterioradas, deforestadas y contaminadas. Sus escasas aguas secuestradas por los grandes propietarios ante la mirada indiferente de las autoridades.
Barrios, Distritos Municipales, Municipios y provincias enteras bajo asedio de la escasez de agua. Autoridades municipales que no terminan de entender su responsabilidad sobre el asunto. Planes van y planes vienen. Todo empeora y la gente sufre. El agua escasa y encarecida diezma las finanzas de las familias. Es una tortura social que tiene un alto impacto en la psiquis colectiva. Esto genera ansiedad y miedo que seguramente terminarán en conflictos sociales de magnitudes impredecibles.
Este triste panorama deja poco margen para imaginar un futuro promisorio en un país donde el agua desaparece, se derrocha y se privatiza. Es tiempo de sonar las alarmas y establecer Comités Provinciales de Defensa de la Naturaleza. Esa debe ser una tarea de las organizaciones sociales para presionar a las autoridades a dar seguimiento a tan grave problema. Los liderazgos sociales tienen aquí una gran oportunidad de reivindicar su esplendor y las autoridades la de legitimar el poder que detentan.
No basta con luchas y demandas puntuales. Es necesario recurrir a la articulación de las capacidades colectivas para hacer frente a la realidad y superar los escollos. Debe imponerse una agenda que obligue al liderazgo político a priorizar la cuestión ambiental en el país. No se puede premiar con el favor del voto a quienes se hagan indiferentes ante los males amenazan al medio ambiente, que ponen en riesgo la vida de la gente, así como la flora y la fauna que sustenta la vida.
¿Qué esperar de un mundo, contaminado, desordenado, sin agua, sin alimentos, superpoblado y sin aire para respirar? ¿Por qué permanecer indiferente ante el acelerado proceso de desaparición de manantiales, arroyos, ríos, lagos y lagunas? ¿Cómo es posible votar por autoridades que no prioricen en sus agendas estas cuestiones? ¿Qué pasará en un mundo con 10 mil millones de habitantes? ¿Se impondrá el egoísmo capitalista que ha convertido en mercancía tanto a los Recursos Naturales como a la gente? ¿Dejaremos que el liderazgo político imponga perversa indiferencias o adelantaremos formas para transformar este modelo?
¡Basta de Indiferencia!
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