jueves, 20 de febrero de 2014

¿CÓMO EDUCAR EN EL SIGLO XXI?

"En la escuela de hoy, es preferible enseñar a pensar antes que enseñar a aprender; y si no se puede, hay que aprender enseñando para descubrir y cultivar el pensamiento crítico".@fadika66 

La sociedad del Siglo XXI se torna cada vez más compleja y difícil de gestionar dada la diversidad de factores que se combinan en su conformación. Uno de estos y tal vez el más importante está referido a la forma de descubrir, educar, cultivar y gestionar las capacidades, habilidades y talentos que se generan el contexto de de la sociedad de la información y el conocimiento.

La educación es, en ese contexto, la unidad de medida para analizar las tendencias que guiarán el desarrollo del mundo postmoderno.  También es el principal medio para superar la ignorancia inducida que padecen las clases menos favorecidas del mundo. Es por tantos, la mejor forma de potenciar la creatividad y la inteligencia humana. Es el camino seguro para llegar a los lugares ignotos donde reside la innovación. 

La escuela es el espacio privilegiado donde desarrollan las capacidades, habilidades y aptitudes que utilizará el educando en su vida adulta. Es también el ambiente donde se cultivan los valores y principios que adornarán a los hombres y mujeres que asumirán el relevo generacional en el proceso dinámico de la evolución social. 

Es el lugar por excelencia para recrear, desarrollar y socializar los saberes y experiencias previas de los educando. Es como un jardín donde se cultivan las flores que luego adornarán el entorno societal. Un entorno de intercambio, cooperación y solidaridad.

Es una oportunidad para reforzar el civismo, el patriotismo, impulsar el compromiso ético, los lazos y el sentido de pertenencia. Un espacio para contar las historias que dan forma a nuestras tradiciones culturales  y folklóricas. 

La escuela es un ente vivo y dinámico, no es ni puede ser una especie de cadena de montaje que funciones automáticamente, tiene que ser dirigida y gestionada. Este modelo, propio de la primera revolución industrial ha sido rebasado por los avances y adelantos de la sociedad de la información y el conocimiento. 

Esas características que reducían al ser humano a un operario donde pensar era privilegio de quienes ostentaban el poder, han sido superados. Hoy la escuela produce hombres y mujeres con capacidad y disposición para pensar y analizar críticamente su entorno y transformarlo. Esa debe ser la función de la escuela con las de la familia para apoyarlas en la ardua labor de forjar el espíritu crítico y la creatividad que debe caracterizar al nuevo sujeto social.

Hay formas y enfoques para abordar este tema, pero sólo nos interesa colocar la cuestión en perspectiva y abrir un espacio para reflexionar sobre la educación como instrumento para la transformación social y como herramienta para pulir los perfiles de la nueva ciudadanía. Es una miradita de reojo a los aspectos fundamentales que son o parecen interesantes para una reflexión crítica sobre el asunto que nos ocupa.

El diseño de las políticas educativas es un componente fundamental para lograr el éxito de los programas y planes de clase. Este diseño se hace al margen de los actores que los aplican dada la cultura gerencial centralista que se dan los Estados. Es conveniente que los actores responsable de gestar, implantar y gestionar el sistema educativo estén integrados pero también los beneficiarios potenciales o aliados del sistema.

Siendo así, es clave que la escuela como comunidad dinámica participe en ese proceso, integrando al mismo a toda la familia educativa. Gestar instancias que faciliten la inclusión aumentaría el compromiso de los entes involucrado y esto termina impactando en la calidad de la educación. Concebir un sistema educativo dinámico con capacidad de autoevaluarse e plantear soluciones a las dificultades que identifique sigue siendo un anhelo y desafío.

Llegado a este punto y consciente de su importancia hay que entrar en los componentes de esta política para ver su articulación y su complementariedad. Es ahí donde residen las posibilidades de fortalecer y reorientar las políticas educativas y el sistema mismo aprovechado las oportunidades, neutralizando las amenazas y superando las debilidades.

Ningún sistema es perfecto, pero siempre hay que aspirar al mejor posible. Esto es innegociable cuando de educación se trata. Los pilares fundamentales del sistema educativo descansan sobre el magisterio, la escuela, comunidad, los programas, el currículum y se complementan con la planificación, gestión, la docencia, la supervisión y la evaluación. Contextualizar y ubicar el eje de análisis en esos componentes, constituye una oportunidad para plantear opciones de mejora y resignificación de los conceptos que orienten la transformación educativa.

En cada uno de ellos participan e interactúan, los hacedores de políticas educativas, los gerentes, los docentes, los supervisores; así como las organizaciones de Padres, Madres y Amigos de la Escuela, los sindicatos, los técnicos y los prestadores privados de servicios educativos, entre otros deben asumir el compromiso de transformar el modelo educativo y reorientar los enfoques. 

Se han probado enfoques constructivistas, positivistas y por competencias con cierto nivel de éxitos pero no han logrado despertar las emociones del espíritu crítico. De ahí que sea importante probar otras estrategias. Un enfoque crítico-reflexivo puede servir de plataforma que sustente una combinación dialéctica de desaprender-aprender para aprender a pensar críticamente. 

Las capacidades y habilidades deben encontrar espacios para su aplicación en contextos y coyunturas reales y eso requiere que la gente entienda el valor de los razonamientos críticos y de la opinión argumentada. En la sociedad del conocimiento y la información, a gente tiene una serie de inquietudes que distan mucho de las que tuvo la gente del siglo anterior. Eso implica una revisión profunda de las forma de enseñar para acercar el aprendizaje a la realidad concreta.

El Siglo XXI desafía los corroídos paradigmas de organización social y empuja a los hacedores de políticas y al liderazgo a cambiar continuamente para mejorar lo que hacen. Es como una especie de fuego cruzado que impacta en las agrietadas paredes de la escuela finisecular para sacar de su escondrijo la creatividad y la innovación. Descargará sobre la escuela todo su poderío de fuego para espantar el fantasma del tradicionalismo educativo y abrirse paso hace al cambio y a la mejora continua.

Actualmente, la escuela y la educación misma, son impactadas por esa tendencia transformadora revolucionaria y  debe prepararse para responder a esos desafíos. Debe adecuarse a las exigencias y necesidades de una población que es bombardeada continuamente a través de los medios de comunicación, especialmente las redes sociales.




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