"Trabajar y trabajar, y no me alcanza ni para el sudor, de tanto tragar el humo, tengo humo tengo humo en el corazón. Usted me perdona Don, yo no se filosofar" Alí Primera.
De más está decir que servir al Estado no es servir al gobierno de turno, ya que si no se trata de un cargo de confianza la posibilidad de permanecer y hacer carrera en la administración pública está garantizada en la normativa. Es un derecho de todo ciudadano servir al Estado y trabajar por el perfeccionamiento de la democracia, vigilando y denunciando las prácticas reñidas con la ética y la moral.
En una sociedad donde escasean las prácticas basadas en principios éticos y valores morales congruentes con las necesidades del colectivo es un aliciente que la juventud asuma posiciones dentro del tren administrativo del Estado, ya sean puestos electivos, nombramientos o designaciones. De ellos es el porvenir y ellos deben gestionarlo.
La política y la democracia misma, necesitan renovarse continuamente e incorporar a nuevos actores para hacer viable las acciones que sirven de sustento al desarrollo aprovechando las capacidades disponibles e incentivando su ingreso a la administración pública. Cualificar la administración y la función pública surgen como retos y oportunidad a la vez.
Criterios y principios combinados con valores y prácticas apegados a la defensa de los intereses de los oprimidos, excluidos y marginados refuerzan la acción pública. Servir y servir bien más que un deber, es una una obligación de quienes aspiran a vivir en una sociedad donde la justicia social sea la norma y no la excepción.
Los fundamentalismos ideológicos, los prejuicios, dogmas y los caprichos partidarios solo han servido para que los malos se hagan de los espacios que debieran ocupar quienes son o se creen buenos. A la Patria se le sirve desde cualquier escenario y un cargo público dignamente representado, más que crítica, debe despertar júbilo.
¿Por qué servir al Estado desde la Administración Pública tiene que ser reservado a los partidos, sus militantes, miembros, activistas, simpatizantes y electores? Esto tiene una única explicación el tradicionalismo político nos ha hecho creer que las elecciones son una guerra cuyo botín es el asalto a los cargos públicos, desconociendo los avances de la Carrera Administrativa y los esfuerzos por institucionalizar la Función Pública.
Aunque están claramente definidas las categorías de cargos y las modalidades de ingreso a la Administración Pública dominicana se manipula y se pervierte el sistema con frecuencia inusitada. Los vicios y debilidades impuestos por prácticas clientelares que datan de tiempos de la colonia hacen más difícil la tarea.
No obstante se pueden apreciar avances significativos que dan idea de que es posible avanzar hacia la institucionalización y democratización de la Función Pública en el país, asumiendo el mérito, las capacidades y el compromiso como características de la burocracia nacional.
Llegará el momento en que prestar servicios desde la Función Pública sea efectivamente un derecho, tal y como está planteado en la Constitución de la República y la normativa que rige la gestión de las capacidades humanas en el sector público del país, especialmente la Ley 41-08 y su normativa complementaria.
Instituir el sistema meritocrático en el reclutamiento y selección del personal que sirve a la sociedad desde el Estado es un desafío y una oportunidad. De él depende no sólo la posibilidad de progresar y hacer carrera en el servicio público, sino también, la eficacia en el uso de los recursos y la calidad de los servicios que recibe la ciudadanía.
Entonces, el Estado, el gobierno y la Administración Pública necesitan capacidades para mostrar su potencial y volcar sus acciones en beneficio de la colectividad bajo principios de transparencia, eficiencia, equidad y calidad. Ser servidor o servidora pública es tan o más digno que servirle a intereses foráneos o ser lacayos, sirviendo a quienes tradicionalmente saquean al erario y explotan a los pueblos.
Cuando se asume la responsabilidad del servicio público, referenciado en la defensa del interés nacional y apuntando a que el trabajo se traduzca en bienestar para la sociedad a la que se sirve, se hace un gran aporte. Corresponde al Estado y a sus gestores garantizar un ambiente laboral saludable y respetuoso, así como la posibilitad de hacer carrera, desarrollando y ascendiendo en la medida que se adquiere experiencia y se mejoran las habilidades gerenciales.
Poner las capacidades y experiencia al servicio de la sociedad está reservado a quienes se han liberado de prejuicios y han hecho votos por echar andar la máquina de la historia tomando su fuerza de trabajo y talento como combustible principal.
Trabajar es un derecho en cualquier entorno, servirle a la sociedad desde el Estado, asumiendo la función pública con responsabilidad, vocación de servicio y compromiso social es un grato placer. De nuestro esfuerzo se benefician principalmente, quienes no tienen o carecen de medios para servirse de la oferta privada de bienes y servicios.
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