lunes, 4 de diciembre de 2023

CRISIS DE IDENTIDAD EN EL GREMIALISMO DOMINICANO.

"¿Son los intelectuales un grupo social autónomo e independiente, o todos los grupos sociales tienen sus propias categorías de intelectuales especializados? El problema es complejo por las diversas formas que ha asumido hasta ahora el proceso histórico real de la formación de las distintas categorías intelectuales".  Antonio Gramsci.

Los gremios tienen una larga e importante trayectoria en la evolución organizativa de los pueblos. Gente que desempeña un mismo oficio o profesión se nuclea para defender sus derechos, socializar experiencias; así como establecer redes de solidaridad y cooperación. Los gremios de profesionales debieran ser, por definición, los más acabados, pero nada más lejos de la realidad.

José María Cifuentes afirmó en “Cuestiones Contemporáneas, 1956”, que “El "Gremialismo" nacido en los últimos siglos de la Edad Media, mantenido en la edad Moderna, hasta la supresión de los gremios por Turgot, a fines del siglo XVIII, prohibido más tarde, por las legislaciones inspiradas en las ideas de la Revolución Francesa, resucitado, por último, en la segunda mitad del siglo XIX, bajo la forma del "Sindicalismo", ha tomado en los Últimos tiempos un importancia excepcional y ha creado problemas de tal entidad que se hace indispensable precisar las ideas acerca de su naturaleza y de sus proyecciones”.

Partiendo de esas reflexiones, se puede deducir las contradicciones ideológicos y los énfasis políticos con que surgen esas entidades marcan su accionar y definen su perfil institucional. Es claro, que las tendencias ideológicas en cada grupo marcan la dinámica operativa y define los perfiles del liderazgo que los gestiona.

Establecer diferencias entre gremios, sindicatos, colegios, asociaciones, federaciones y confederaciones ha sido cuestión largamente debatida en la historia de los movimientos sociales y los grupos de presión. Muchas de estas entidades adquieren la categoría de “frentes de masas”, cuando se articulan a organizaciones políticas.

Profesionales e intelectuales debieran agruparse con objetivos específicos, haciendo de las de sus organizaciones un espacio de socialización, cooperación y solidaridad. Es claro, que la hegemonía intelectual no siempre se impone, y muchas veces, queda relegada a intereses mercuriales dentro de los gremios, asociaciones, federaciones y confederaciones.

Cientistas y teóricos sociales han intentado arrojar luces sobre el complejo asunto. Uno de ellos fue Carlos Marx, quien afirmó que las condiciones materiales determinan la condición social del sujeto. Como él, muchos otros han hecho aportes destacando, no solo el papel de los intelectuales en la vanguardia revolucionaria, sino la de su importante rol como forjadoras y difusora de conocimiento.

Respecto a la formación de los intelectuales, su clasificación y función en la sociedad Antonio Gramsci se pregunta y se responde en la siguiente dirección ¿Son los intelectuales un grupo social autónomo e independiente, o todos los grupos sociales tienen sus propias categorías de intelectuales especializados? El problema es complejo por las diversas formas que ha asumido hasta ahora el proceso histórico real de la formación de las distintas categorías intelectuales. Ver Cuadernos Desde la Cárcel #4 de Antonio Gramsci.

Cuando se trata de entidades que agrupan a profesionales, se instituyen mediante leyes específicas o decretos de incorporación. Tal es el caso de los Colegios de Profesionales, como los que agrupan a los médicos, periodistas o abogados, entre otros. Otra modalidad son las asociaciones, como la Asociación Dominicana de Profesores.

Durante la Guerra Fría, los gremios profesionales de República Dominicana desempeñaron un rol protagónico en la lucha por la defensa de los derechos de los trabajadores y el respeto a los derechos humanos. Era la expresión cruda de la lucha de clases, compartida con sindicatos obreros, el movimiento campesino y las organizaciones políticas progresistas, socialistas y Revolucionarias.

Primero contra el trujillato y sus remanentes representados por el balaguerato, los líderes gremiales y sindicales asumieron la vanguardia en el reclamo de mejores condiciones de vida y respeto para los profesionales. Además, fueron escuela de formación de liderazgo que contribuyeron a la mejora de servicios públicos y a la institucionalización de las políticas públicas.

Páginas de glorias escribieron los estudiantes organizados en la Federación de Estudiantes Dominicanos FED, los sindicatos del sector eléctrico y centrales obreras, las del sector azucareros. Otros como los maestros, nucleados en la ADP, los médicos en el Colegio Médico Dominicano y los profesionales agropecuarios arrancaron conquistas y reivindicaciones relevantes a sus sectoriales.

A los ejemplos anteriores se le suman las organizaciones de los profesionales del sector agropecuario, las enfermeras y entidades emblemáticas del movimiento campesino. Todos fueron espacios donde se organizó la acción colectiva para exigir diversas reivindicaciones y encabezar la lucha popular.

La historia del gremialismo dominicano es amplia, diversa y compleja, pero cada ente en su ámbito tiene sus aportes. De esa militancia comprometida con principios y objetivos alineados al quehacer profesional queda poco. En los últimos tiempos, el liderazgo gremial y sindical han permitido que sus agendas y procesos se partidaricen, de forma tal, que hoy exhiben los mismos vicios que las organizaciones políticas.

En la clientelización y partidarización de los gremios profesionales están las causas de la corrupción y el descrédito que los aqueja. El gremialismo dominicano ha perdido su esencia en todos los ámbitos, unos más que otros, pero todos padecen los mismos males.

Los gremios son entidades tipificadas como “sin fines de lucro”, pero en la práctica se convierten en fuente de tráfico de influencias y un medio para obtener ventajas individuales. Aunque siguen teniendo una importancia vital para el desarrollo y consolidación de los profesionales que los conforman, pocas cumplen con ese rol. No es solo defender derechos, gestionar seguros médicos y otros beneficios, sino también formarlos ética y cívicamente.

El liderazgo gremial tiene mucho por hacer para rescatar la confianza y la mística profesional que debe primar en los entornos gremiales. Tiene la responsabilidad de desarrollar sus capacidades de liderazgo basadas en principios éticos y valores morales para legitimar socialmente el ejercicio profesional.

El incumplimiento de las normas que los rigen se ha impuesto como regla. La opacidad y el secretismo son características predominantes y la complicidad generalizada suplanta la transparencia en la gestión de los mismos. La rendición de cuentas es un cuento mal contado. La desconfianza en esas entidades es perturbadora y preocupante.

Gremios que otrora fueron vanguardia en la lucha por mejores condiciones de vida para sus socios y el pueblo en sentido general, hoy son extensiones de organizaciones políticas que cooptan y condicionan el accionar de las mismas. El caciquismo gremial se convierte en parasitismo que neutraliza el desarrollo institucional y desmotiva la participación de los gremios.

Los procesos de renovación de los cuadros directivos en las organizaciones profesionales y sindicales son permeados por intereses partidarios ajenos a la esencia de las entidades y generan distorsiones que ahondan la crisis estructural que afecta a la mayoría de ellas. Los proceso electorales, cuando se hacen, son amañados, clientelistas, viciados y poco transparente.

Hablar de ética profesional se ha convertido en una herejía en la mayoría de las organizaciones gremiales. El fin de muchos "gremialistas" es utilizar esos espacios para obtener beneficios personales al margen de las normas y la moral. Muchos profesionales rehúyen a participar en los procesos y dinámica interna de los gremios por temor a verse involucrados en escándalos que mellen “su buen nombre o prestigio profesional”. Eso deja el camino libre para que los caudillos clientelistas se impongan.

Se impone trabajar en la creación de una masa crítica para que cada miembro se convierta en un sujeto activo y participativo para defender sus derechos e impulsar las transformaciones que requieren esas entidades para que se conviertan en referentes de buena gestión y compromiso ético, gestionadas por un liderazgo moralmente solvente. Los esfuerzos en esa dirección deben concentrarse en la formación del liderazgo y el respeto a las normas internas.

Por ahora, queda esperar, que los miembros de esas organizaciones e incluyo aquí los sindicatos, se rebelen contra las imposiciones partidarias y retomen las luchas por mejores condiciones de trabajo, mayor transparencia, respeto a las diversas ciencias y disciplinas que cultivan, respeto a los principios y normas plasmados en estatutos y leyes; así como reforzar la formación cívica de los agremiados, entre otros asuntos.

El quehacer gremial debe adecentarse y legitimarse con buenas prácticas para que la motivación, el compromiso, la cooperación y la solidaridad sean guía del trabajo gremial. Lógicamente es un tema que exige mayor profundidad, pero con lo expuesto aquí dejo abierta las líneas para debatir los asuntos concernientes a la resignificación del gremialismo y su quehacer para alcanzar el bien común y aprovechar las capacidades y experiencias de los agremiados.

Invito a los colegas gremialistas a trabajar en la creación de una entidad macrogremial que coordine el necesario proceso de transformación que requieren esas entidades. No basta con realizar elecciones, reclamar derechos o exigir respeto profesional, hay que aumentar la participación, la inclusión y la identidad gremial.

Hasta aquí mi reflexión, no cito casos, situaciones o coyunturas específicas, pero las evidencias son abundantes y perturbadoras. Espero que los profesionales que la lean entiendan las motivaciones que la mueven y actúen en consecuencia.

¡A la acción los invito!

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