miércoles, 25 de enero de 2017

MARCHA VERDE POR EL FIN DE LA IMPUNIDAD Y LOS DESAFÍOS DEMOCRACIA DOMINICANA.

“Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán víctimas de sus maquinaciones”. Juan Pablo Duarte.

El domingo 22 de enero del año en curso es una fecha memorable para la democracia dominicana. Esto se debe a que intelectuales, organizaciones sociales, instituciones de fe y partidos políticos de oposición organizaron la “Marcha Verde por el Fin de la Impunidad” y la erradicación de la corrupción con un éxito indiscutible en términos de cantidad.

La actividad que inició a las 10 de la mañana, en la intercepción de las avenidas 27 de febrero y Máximo Gómez del Distrito Nacional, recorrió parte de la Calle Dr. Delgado, Méjico hasta tomar la 30 de Marzo para llegar al Parque Independencia pasado el mediodía. Las redes sociales sirvieron como plataforma para la difusión y masificación de la convocatoria, conjuntamente con la prensa, la radio y la televisión.

La convocatoria de la marcha involucró a diversas entidades y organizaciones entre las que se destacan: Foro Ciudadano, el Centro Juan XXIII, Poder Ciudadano, Somos Pueblo, Comisión Nacional de Derechos Humanos, Centro Bonó, Federación Nacional de Trabajadores Independientes de la Construcción (Fenticon), Bloque Popular y Participación Ciudadana. Además, el Movimiento de Trabajadores Independientes, Movimiento de Mujeres Trabajadoras, Los Cañeros, Comité Codiano, Corriente Magisterial Juan Pablo Duarte, Peregrinos de Moca, FEFLAS, FAPROUASD, La Multitud, Frente Universitario Renovador y Grupo Milenio Verde, entre otros.

El llamado concitó el apoyo de amplios sectores, incluida las principales fuerzas políticas de oposición política quienes ejerciendo un derecho fundamental salieron a las calles. Se destacan el Partido Reformista Social Cristiano, el Partido Revolucionario Moderno, Frente Amplio, Alianza País, Onda Democrática, PCT, MIUCA, FALPO, Movimiento Patria para Todos, Fuerza de la Revolución, Movimiento Rebelde, entre otros. Delegaciones del interior del país se dieron cita y en el exterior también hubo marchas, tal es el caso de New York y otras ciudades. Como se ve, hubo un apoyo amplio y diverso.

El contexto de la marcha-protesta se advirtió al funcionariado sobre el impacto que produce la corrupción y perversión de la administración pública. Se llama la atención por la falta de sanciones a los delitos contra erario, especialmente la sustracción de fondos públicos. También se reclaman sanciones a corruptos y corruptores, así como la creación de comisiones de seguimiento para evitar la impunidad y prevenir la corrupción.

Tomando el Fin de la Impunidad como consigna predominante plasmada en diversas modalidades de pancartas y partiendo del escándalo generado por las tratativas perversas de ODEBRECHT, empresa constructora brasileña que ejecutó proyectos multimillonarios en varios países de América Latina el pueblo y sus organizaciones salieron a las calles a reclamar sanciones y explicaciones. Esa La empresa admitió haber sobornado a funcionarios, ignorando las normativas que rigen las negociaciones del Estado con empresas y particulares.

En el caso dominicano, la empresa reconoce que pagó 92 millones de dólares como soborno pero no dice quién o quienes recibieron el dinero, monto que a juicio de muchos, es ínfima comparada con la magnitud de los contratos obtenidos. Aunque la Procuraduría General de la República anunció a un acuerdo donde los directivos de ODEBRECHT se comprometen a devolver el doble de la cifra referida al soborno, hay reclamos para que se apliquen las penalidades contempladas en la normativa que sanciona el delito de soborno (sobornante y sobornados).

El país cuenta con una normativa amplia que regula las compras y contrataciones públicas, así como otra específica que regula las negociaciones del Estado con empresas nacionales e internacionales. Ambas normativas, establecen procedimientos orientados a garantizar la transparencia. De igual modo establecen las sanciones para casos de inobservancia.

Nos referimos específicamente, a la Constitución de la República, a la Ley No. 340-06 sobre Compras y Contrataciones de Bienes, Servicios, Obras y Concesiones y la Ley 448-06 Sobre Soborno en El Comercio e Inversión, así como las sanciones establecidas en el Código Civil. Estos instrumentos han sido violados por la ODEBRECHT y sobre esa base se exige que el Estado imponga las sanciones que correspondan, tanto a la sobornante como a los sobornados.

El escándalo, ha sido de tal magnitud, que la empresa ha devuelto recursos en Perú, Panamá, Ecuador y Brasil donde tiene su sede. No basta con que pague al Estado, lo estipulado en la normativa, sino que se esclarezcan las responsabilidades de ambas partes, que se sancionen y se tomen las previsiones para que no vuelvan a repetirse.

Tanto la impunidad como la corrupción tienen un largo historial en el país y este parece haber llegado a su clímax. Eso explica la respuesta masiva al llamado cívico-político y el encono de la gente con la falta de sanción a los delitos cometidos contra el erario. Hay expedientes, que por una razón u otra quedan engavetados y los culpable exonerados y motivados para continuar con la práctica perversa de corromper y pervertir la administración pública.

No es una modalidad nueva ni exclusiva de ODEBRECHT y eso pone en alerta a quienes apuestan por la transparencia en la gestión pública y la prevención de la corrupción administrativa. De ahí que la marcha verde haya concitado un apoyo inusitado, superando las expectativas de los convocantes.


La convocatoria fue un éxito, tanto en términos organizativos como de asistencia, salvo la participación de gente que debiera estar rindiendo cuentas por faltas cometidas en gestiones en las que tuvieron participación. Gente que ha dejado mucho que desear en términos de transparencia quiso escudarse en la marcha y exigir lo que no cumplió cuanto le tocó gestionar fondos públicos. Propiciaron o fueron parte de gestiones indecorosas, y sin embargo, tienen el tupé de exigir transparencia.

La pregunta ahora es qué hacer tras el éxito indiscutible de la Marcha Verde por el Fin de la Impunidad, es evidente que se requieren acciones que hagan de la transparencia administrativa una regla que se aplique en todos los ámbitos de la vida democrática. Que la impunidad sea erradicada del imaginario colectivo requiere que se construyan redes que generen confianza entre la justicia y la sociedad.

¿Es posible erradicar la corrupción? Las respuestas a esta pregunta son relativas. La corrupción en mayor o menor grado convive con la gente e interactúa en sus entornos sociales, religiosos, políticos y gerenciales. De ahí la dificultad para erradicarlo pero se puede prevenir. Lo que no debe existir es un sistema judicial que permita e incentive comportamientos indecorosos en ninguno de los ámbitos antes mencionados y mucho menos que haga de la aplicación de las normativas un uso discrecional y excepcional.

Generar confianza y sacar del imaginario colectivo, la idea de que la gestión privada es transparente y que en la gestión de lo público, la opacidad es regla, pasa por la instauración de una nueva cultura cívica, anclada sobre principios éticos y valores morales acorde con las funciones de cada gerente público o privado.

La marcha verde contra la impunidad, es una oportunidad para reflexionar sobre los desafíos de la democracia dominicana de cara al Siglo XXI. No se puede pretender que se trata de sustituir un gobierno por otro. Se trata en cambio, de generar las condiciones para el adecentamiento de la práctica y la cultura política. Esta es una función del liderazgo Social, empresarial, religioso y político.

Los cambios no serán productos de las acciones enmascaradas de grupos oligárquicos sino de la acción de las masas dirigidas y orientadas por proyectos que coloquen a la gente en el centro de las políticas pública y le hagan partícipe de los procesos de transformación que requiere el país.

Las famosas “revoluciones de colores” o la “primavera árabe” sirvieron para acelerar el proceso de recomposición de los fundamentos del capitalismo depredador y el afianzamiento de sectores reaccionarios en la conducción de los procesos. Fueron revoluciones mostrencas, acciones de masas que pudieron ser aprovechadas para transformar sus sociedades pero el liderazgo no entendió el proceso y terminó favoreciendo a las fuerzas conservadoras y esto se debe evitar.

La democracia dominicana requiere ajustes con urgencia pero estos deben ir acompañados de la construcción de un frente antioligárquico que concite el apoyo de los sectores menos favorecidos con el modelo económico y político implementado en los últimos 30 años. La lucha de clases no ha concluido, solo asume, nuevas formas, características y expresiones.

El capitalismo depredador y sus modelos excluyentes tienden a colectivizar la pobreza y a privatizar las riquezas. De ahí que la lucha por mayor equidad, inclusión, compromiso y justicia social sea una necesidad para mejorar la calidad de la democracia en el país. Eso pasa por transformar la democracia formal en una democracia funcional. Es decir, transformar la democracia liberal burguesa en democracia socialista revolucionaria. 

Se debe avanzar a una democracia funcional que reivindique la política, defienda lo público, que coloque a la gente en el centro de su accionar y transforme la cultura cívica en acciones a favor del compromiso social. Que haga de esta un instrumento para viabilizar el desarrollo integral de la sociedad dominicana, que motive y genere confianza y canalice las esperanzas.

Se impone por tanto, una agenda postmarcha, que incluya la depuración de los actores convocantes y participantes, así como el diseño de una estrategia de lucha política y social que refuerce los valores cívicos con la democracia funcional y los principios éticos con la gestión pública.

Hay que superar el dicho popular de “juntos pero no rebrujados”. Eso no ayuda ni motiva, ya que no se pueden tener corruptos preferidos cuando de sancionar la corrupción se trata. La inobservancia a la norma es tan mala como la aplicación antojadiza y selectiva de la misma. La Ley debe aplicarse a todos por igual, sin distinción de ningún tipo.

No existe un recetario para avanzar en el la lucha contra la impunidad pero reforzar la cultura política y los valores cívicos, sumados a la aplicación de marcos normativos justos y equitativos contribuye a mejorar la calidad de la democracia y puede restaurar la confianza de la gente en la política y quienes la ejercen.

La marcha es una de las acciones colectivas mejor articulada, más pluralista y concurrida realizada en el país en los últimos años. Su cobertura tanto a nivel de redes sociales como de la prensa tradicional así lo evidencia. Su impacto ha despertado en la gente un interés cuestionador de amplios sectores de la sociedad dominicana.

La Marcha Verde” por el Fin de la Impunidad” fue un ejercicio  de un derecho fundamental, anclado el ámbito democrático que habla bien del grado de madurez que ha ido alcanzando la democracia dominicana pero falta mucho camino para que el desarrollo político, la modernización y la institucionalidad política se instauren como regla y no como excepciones. De ahí la importancia de trabajar para construir un contrapoder que contribuya y acelere el proceso de transformación del formalismo democrático en democracia funcional.

Tras el éxito de la marcha por el Fin de la Impunidad se impone una reflexión político-social y la depuración de los entes involucrado, separando a quienes buscan escudarse en esas marchas. No puede ni debe haber corruptos o corruptores preferidos. Eso deslegitima, pervierte y confunde.

Se deben definir las agendas de lucha y clarificar los liderazgos así como la habilitación de espacios de diálogos para evitar la cualquierización de las luchas sociales para que las acciones colectivas sirvan para fortalecer la cultura cívica, transformar la cultura política, activar los mecanismos que sustentan las políticas de transparencias del Estado y fortalecer los fundamentos de la institucionalidad democrática. Hacia allá deben ir las próximas acciones.

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