jueves, 28 de febrero de 2019

DE LA DEMOCRACIA FORMAL ELECTORALISTA A LA DEMOCRACIA FUNCIONAL SOCIALISTA.

"La política no es una especulación; es la Ciencia más pura y la más digna, después de la Filosofía, de ocupar las inteligencias nobles”. Juan Pablo Duarte.

La democracia, ya sea como modelo ideal o sistema político no se puede desarrollar sin el concurso de una ciudadanía políticamente alfabetizada, activa y responsable. Para transformar el formalismo democrático en democracia funcional es necesario una repolitización de la ciudadanía para que asuma sus deberes y exija sus derechos. Fortalecer la cultura política y el civismo para incidir en los procesos políticos es una tarea que exige compromiso, dedicación, confianza, formación, educación y referencias creíbles.

Los partidos, las agrupaciones políticas y movimientos políticos continúan siendo la principal vía de canalización de las demandas políticas, económicas, sociales o culturales; compartiendo ese rol con las organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, a pesar de la alta participación electoral de los dominicanos en las elecciones, hay un ejercicio poco razonado del voto. Los efectos del clientelismo y la mercantilización de la actividad política se evidencian y se renuevan en cada proceso electoral.

La apuesta de los mercaderes de conciencias, que promueven y ejecutan acciones clientelares, es hacer de la pobreza y las carencias colectivas el insumo básico para su accionar en política, haciendo ver este vicio como una virtud que sólo ellos pueden ejercer. Ignoran los procesos de cambios institucionales, el sistema político social y la sociedad imponiendo su perversa lógica mercantilista.

El siglo XXI debe ser aprovechado para dar el salto que coloque a la República Dominicana en la senda del desarrollo integral. No es posible desenvolverse en la actualidad con los mismos métodos del siglo pasado. La luz tiene que llegar a la mente de los hombres y mujeres que dirigen las instituciones del país para superar las debilidades propias de los sistemas clientelistas.

El sistema democrático actual luce atrapado en los vicios del formalismo democrático, incluido el clientelismo político, como rasgo distintivo de la cultura política dominicana. La democracia formal se estanca y queda como una fachada en la que se escudan politiqueros y traficantes de promesas envueltas en prácticas clientelares y el asistencialismo. Se observan algunos visos de desarrollo e institucionalización, pero distan mucho de las aspiraciones colectivas.

La corrupción política, la iniquidad y la exclusión sólo se podrán superar cuando los intereses políticos y sociales converjan en pactos que sean respaldados por un orden institucional, democrático y participativo de los actores políticos, económicos, sociales y culturales. Contra esto debe imponerse la virtud del buen vivir expresado a través de la vocación de servicio colocando a la gente en el centro de su accionar ¡Vivir para servir, servir para vivir!

Actualmente, la política está amenazada por las tendencias que apuestan a su deslegitimación. Para reforzar esa matriz, sectores interesado, neutralizan los mecanismos de control político para tras la debacle, operar instrumentos jurídicos que ponen en riesgo los derechos civiles y política. Esa judicialización de la política ha dejado huellas negativas en varios países, especialmente en aquellos donde gobiernos progresistas dieron pasos para restaurar la política y colocarla al servicio de la gente.

A los vicios tradicionales de la democracia formal electoralistas se suman el chantaje, soborno, cohecho, nepotismo, tráfico de influencias, complicidad general e impunidad que son lacras que corroen los cimientos de la convivencia social y en política, destruyen la capacidad y confianza de las organizaciones políticas para canalizar las inquietudes y demandas de la sociedad. Grande es el reto pero hay que afrontarlo con carácter y decisión.

Es a las organizaciones políticas y a los grupos de presión a quienes les corresponde dar el primer paso, ya que se han abrogado el derecho de representación de los intereses colectivos. De lo contrario, la ciudadanía accionará para transformar esas debilidades estructurales en fortalezas. Estos vicios no son exclusivos ni creación de la República Dominicana, se repite en todos los modelos formales de democracias.

Los efectos perversos de las relaciones clientelares, junto a la despolitización social tienen que ser enfrentados con acciones concretas para contrarrestar sus efectos. La responsabilidad fundamental les corresponde al liderazgo político y al liderazgo social, propiciando un nuevo orden institucional sustentado en un pacto social alternativo, apoyados en la cultura cívica transformadora, dialogante, propositiva y progresista.

Politizar la ciudadanía ciudadanizando la política debe ser la estrategia para neutralizar y superar las prácticas clientelares, el presidencialismo ancestral y humillante. Es un gran reto, pero vale la pena asumirlo. Ignorar el problema no es la salida. Hay que enfrentarlo o de lo contrario el Estado y la sociedad se enfrentan a situaciones de extremo riesgo toda vez que la laxitud de los controles partidarios y electorales permita la entrada de recursos provenientes del crimen organizado, incluido el narcotráfico.

Para contrarrestar esa tendencia pervertida de ver la práctica política y la Política misma, como una transacción comercial es necesario elevar la capacidad política de la ciudadanía y fomentar el pensamiento crítico para transformar la democracia formal en una democracia funcional. La cuestión es clara, para mejorar la calidad de la democracia lo que se requiere es más y mejor política.

En el caso dominicano, los niveles de desarrollo político debieran servir para sostener la institucionalidad que exige una democracia funcional y empujar hacia la necesaria modernización política requerida para fortalecer el sistema político dominicano. Se ha avanzado lentamente, pero se avanza, falta sin embargo, un enorme trecho para superar la desconfianza de la ciudadanía en la clase política y dar paso a la eficiencia institucionalizada del modelo democrático adoptado por la sociedad en su dinámica de desarrollo.

El costo de la democracia debe corresponderse con resultados positivos, obtenidos mediante un proceso de socialización de las soluciones planteadas a las necesidades de desarrollo de la sociedad y a las expectativas de la gente. La democracia dominicana es cara y poco eficiente. Para cambiarla se requiere el concurso de los actores sociales y políticos que inciden en la vida política.

Reforzar la capacidad del contrapeso social de la democracia es una cuestión indispensable para avanzar. El desinterés en las cuestiones políticas no ayuda a construir ciudadanía ni permite el fortalecimiento e institucionalización de la democracia. Ciudadanizar la política sería un antídoto a los vicios que afectan al el sistema político, a la democracia, a los poderes del Estado y a la sociedad en sentido general.

El capitalismo depredador y sus modelos excluyentes tienden a colectivizar la pobreza y a privatizar las riquezas. De ahí que la lucha por mayor equidad, inclusión, compromiso y justicia social sea una necesidad para mejorar la calidad de la democracia en el país. Eso pasa por transformar la democracia formal en una democracia funcional. Es decir, transformar la democracia liberal burguesa en democracia socialista revolucionaria. 

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