miércoles, 19 de noviembre de 2014

¿POPULISMO?

El populismo es un epíteto despectivo que le han colocado los teóricos  e intelectuales derechistas, conservadores y ortodoxos a la práctica política impuestas por el SOCIALISMO DEL SIGLO XXI, caracterizado por volcar todos sus esfuerzos y recursos a la superación de la exclusión, la marginalidad y la desigualdad que ha caracterizado a los gobiernos de tendencia derechista y liberal.

Las políticas articuladas en programas, proyectos e iniciativas que superan el inmediatismo y se convierten en políticas de Estado no pueden asumirse como populistas. Esa es una de las principales diferencias entre una política de gobiernos y una política de Estado. Esos esfuerzos se complementan con acciones ciudadanas articuladas y coordinada que se traducen en esfuerzos colectivos de transformación social.

El interés de descalificar los esfuerzos de los gobiernos socialistas y revolucionarios se expresa hoy con virulencia y saña perversa. Eso incluye, la adjetivación de las políticas que diseñan y gestionan los gobiernos progresistas. Así como tildan de terroristas, a quienes antes llamaban comunistas o le acusan de estar vinculados al narcotráfico; así hoy se empeñan en llamar populismo a las políticas de inclusión social y lucha contra la pobreza que ejecutan los gobiernos.

Los teóricos e intelectuales que sirven de soporte ideológico y operativo al consrvadurismo neoliberal que sumieron en la miseria a los pueblos del mundo, especialmente a los latinoamericanos se empeñan en desacreditar y etiquetar con epítetos descalificatorios, cualquier acción de política que contravenga sus postulados.

La idea es comparar estas políticas con las ejecutorias de gobiernos corruptos como el de Domingo Perón, en Argentina. Perón encabezó una dictadura disfrazada, surgida al margen de la voluntad popular. No es lo mismo ni es igual. Aunque este gobierno llegó a tener amplia base popular sus ejecutorias si eran populistas y clientelares porque no contaban con la participación colectivas y carecía de orientación ideológica. Su sustento era el carisma de Eva y Domingo Perón.

Aunque teóricos destacados como Ernesto Laclau se han empeñado en teorizar sobre la cuestión del "POPULISMO", defendiendo la legitimidad del concepto y vinculándolo al quehacer revolucionario de los gobiernos socialistas, lo cierto es que en el fondo se trata de un concepto peyorativo impuesto por el conservadurismo, el liberalismo y el neoliberalismo político.

Laclau, en La Razón Populista, publicado en 2005 aporta un caudal de ideas para interpretar el concepto, asociándolo siempre a los esfuerzos inclusivos de las políticas públicas socialista. Eso no quita que a pesar de la autoridad del autor antes citado, su bagaje teórico y su compromiso con el socialismo marxista, dejemos de lado la discusión.

Es inaceptable que se asuma la bifurcación como POPULISMO de izquierda y POPULISMO de derecha. Explicar esto no es tan complejo si se miran los resultados de las acciones de 500 años de saqueo y opresión de conservadores y liberales en América Latina versus los últimos 25 años de incidencia de los gobiernos de tendencia socialistas y arraigo popular. El concepto se ajusta a la partidocracia tradicional que clavó sus garras en las entrañas del sistema político latinoamericano.

Para Horacio Cerutti Guldberg  el POPULISMO es un término resbaladizo, polisémico, poco claro, confuso, porque se refiere a un porque se refiere a un fenómeno no bien delimitado ni fácilmente delimitable, enigmático, con muchos elementos convergentes y difíciles de discriminar fenómeno no bien delimitado ni fácilmente delimitable, enigmático, con muchos elementos convergentes y difíciles de discriminar.

La historia de América Latina, escrita con sangre, no miente y deja claro que los "ISMOS" son manejados por la derecha para descalificar a la izquierda. Hablo de izquierda y derecha en sentido estricto, sin tocar los matices para ilustrar las dos grandes tendencias que han predominado en América y el mundo contemporáneo.

La derecha, conservadora o liberal sembró de dictaduras a todo el continente y reprimió con saña cualquier intento popular por escapar de las garras del monstruo del terrorismo de Estado. Ejemplos sobran en el Siglo XX; dictaduras por doquier y democracias caricaturescas al servicio de las oligarquías y el imperialismo yanqui.

No hay, ni puede haber, un populismo de izquierda y un populismo de derecha. Es parte de la manipulación para imponer etiquetas que no se corresponden con los esfuerzos por superar la desigualdad, la exclusión y la marginalidad de los sectores populares, reivindicando el rol del Estado en la redistribución de los recursos que produce.

 Lo que sí se ve claro es interés de las clases dominantes de colocar una etiqueta despectiva a las políticas progresistas de los gobiernos que defienden el Socialismo del Siglo XXI. Eso se entiende, solo si se analiza el acelerado proceso de desplazamiento de las fuerzas derechistas por los movimientos progresistas.

Para las fuerzas progresistas en general y para la izquierda revolucionaria en particular, el calificativo de "populista" solo es aceptable si se asume partiendo de la raíz de la palabra. Asumiendo que vincula las acciones y ejecuciones de los gobiernos al beneficio del pueblo. De otro modo es una forma inaceptable de encasillar y descalificar un esfuerzo, que con sus errores y aciertos se ha ganado el respaldo popular.

Es indudable, que los esfuerzos por etiquetar de "populistas" las políticas de transformación social, políticas y económica que se desarrollan en América Latina desvirtúa  su esencia. La idea es equipar el conchoprimismo político, clientelizado y corrupto impuesto a la región a lo largo de más de un Siglo. Los resultados y el afianzamiento de la institucionalidad democrática con participación popular es el mejor testimonio de lo que decimos ¡No es lo mismo, ni es igual! 

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