El Siglo XXI encontró a la juventud dominicana distraída, confundida e
incomprendida, pero buscando puntos de apoyo para superar los flagelos que le
impiden la autosuperación y la inserción en una sociedad en cambio constante. Con
más preguntas que respuestas, entra en la carrera competitiva agarrada de las
tecnologías de la información y la comunicación, la juventud trata de superar la
confrontación y distracción impuestas por la irrupción de una diversidad de
medios que impregnan la dinámica social.
De la generación finisecular heredó, la crisis de modelos ideológicos que
le permitieran construir principios para fundamentar su proyecto de vida. Beneficiaria
de la revolución tecnológica que implosionó a principios de siglo, la juventud
pone proa al futuro. La juventud es una etapa de la vida donde los seres
humanos buscan afanosamente las oportunidades que le permitan desarrollar su
potencial y realizarse como persona. Lidiar con utopías, rebeldías, irreverencias e indignación, hacen parte de los desafíos de las presentes generaciones.
Definir los fundamentos psicológicos de la personalidad de la juventud implica
grandes desafíos, recursos, voluntad, educación, formación y orientación. Son aspectos
cuyo abordaje exige adentrarse en las interioridades del ser humano para enmarcar
teóricamente el complejo mundo de preocupaciones, aspiraciones y ambiciones. Reflexionar
desde la experiencia, ofrece oportunidades de comprender el pasado, entender el
presente y proyectar el futuro. Partiendo de esas premisas, se inicia una
carrera que lleva a la juventud, que alguna vez fue niñez a entrar al mundo de
la adultez.
La efervescencia juvenil y las energías mal canalizada lleva a la juventud
a cometer acciones que muchas veces son catalogadas como errores, pero es en
esa dinámica donde se forjan las conductas que regirán los comportamientos societales
de la juventud. La lucha por desarrollar una personalidad propia referenciada,
adaptando o adoptando los valores tradicionales impuestos desde la educación,
la ideología o las religiones, marcan el quehacer de la juventud.
¿Qué es la juventud? Es como un diamante sin pulir
para los que las Ciencias Sociales y de la conducta definen perfiles y
caracterizaciones para la juventud, obviando, en algunos casos, que cada ser es
como es y no como las ciencias lo definen. Teorizar desde la experiencia es
fundamental, dado que contar lo vivido, puede servir para que otros encuentren
respuestas a preguntas que no se han hecho.
Impulsada por anhelos de superación personal, intelectual, espiritual y
económica; la juventud entra en la exigente competencia por conquistar
oportunidades, espacios, recursos, apoyos y afectos. Llegar a la meta cuesta,
como dice una canción, pero la esperanza y la fe en el porvenir animan,
motivan e impulsan a la juventud.
Buscando referentes en su andar por la vida, chocando con muros sociales,
ideológicos, religiosos y culturales e impulsada por la necesidad de hacer la
transición hacia la adultez, insiste en aprovechar las oportunidades que le ofrece
el convulso entorno social. Entre aciertos y desaciertos sigue el recorrido por
la vida venciendo incomprensiones, rompiendo mitos y saltando muros.
Entre la incertidumbre de un futuro promisorio, la carga de un pasado
turbulento vive un presente exigente y retador, tratando de escoger lo mejor de
cada etapa. Aturdida por el bombardeo informativo constante y acosada por el
conservadurismo adultocentrista, navega esperanzada hacia el porvenir.
Crear nuevos referentes para cimentar los principios que le ayuden a
conducirse en la sociedad y entender los consensos societales hacen parte de
esos retos. Insistir en la búsqueda de referentes, oportunidades, apoyos y
afectos ocupan gran parte del tiempo de una generación en perspectiva.
Superar estigmas sociales, abriéndose paso por las congestionadas avenidas
de la vida; así como luchar incesantemente para crear sus propios referentes que
marquen la ruta y su accionar. Retar al destino dicen unos, romper paradigmas afirman
otros. Sea lo que fuere, la sociedad debe dar a la juventud el derecho a vivir
en un mundo justo, solidario y tolerante.
Aprender de tradiciones, mitos y creencias que marcan su acervo cultural y
dan forma a su personalidad es clave para superar los males que hoy afectan e
impiden el desarrollo integral de la juventud en República Dominicana y el
mundo. Males heredados retan las capacidades de la juventud y desafían su resiliencia.
Enfrentar prejuicios y estigmas sociales, discriminación, marginación y
desigualdad son temas trascendentales para entender las incertidumbres, las indefiniciones,
los miedos y las confusiones de la juventud actual. Es un amplio coctel que
obliga a buscar espacios y medios de socialización para propiciar diálogos que contrarresten
el analfabetismo emocional, cívico y político impuestos por quienes controlan
los hilos del poder.
Generar espacios para esas discusiones es tarea del liderazgo juvenil,
especialmente, aquel que tiene el privilegio de asistir a centros educativo,
militar en organizaciones políticas, instituciones de fe, clubes culturales o cualquier
otro espacio de interacción. Desde ahí se puede hacer mucho para apoyar a la
juventud en la elaborar su proyecto de vida.
Canalizar eficientemente las energías de la juventud e incentivar el desarrollo
de su potencial creativo constituye un capital intangible de alto valor estratégico
para las sociedades actuales. En un mundo en constante cambio e interconectado,
hacer sinergia con la gente joven es fundamental, para ir haciendo la transición
al relevo generacional.
La juventud dominicana, diversa, soñadora, creativa, marginada,
discriminada e incomprendida tiene grandes desafíos, pero ninguno tan perturbador
como la falta de empleos, oportunidades y espacios para satisfacer sus necesidades,
socializar sus saberes, desarrollar sus capacidades y cultivar su potencial
creativo. Facilitar el reencuentro de la juventud con sus expectativas e
impulsar políticas desde el Estado es tarea de los gobiernos.
Entender a la juventud exige acompañarle en la búsqueda de soluciones a
los grandes males que les aquejan, perturban y desvelan. Corrupción, impunidad, drogadicción, delincuencia,
embarazo temprano, crimen organizado, violencia intrafamiliar, discriminación,
exclusión, pobreza, desigualdad y criminalidad perturban, preocupan y ocupan a
la juventud.
Recordar a Los Guaraguaos en su canto épico a la juventud, especialmente ese que dice: "Qué pasa en el mundo, en la humanidad. que el joven de ahora no puede vivir en paz...Qué pasa en el mundo, en la humanidad que ser joven señores inspira maldad". https://www.youtube.com/watch?v=A5GE289gz8g
Es un acto de suprema irresponsabilidad endilgar a la juventud dominicana males creados por las generaciones que le preceden. El mundo acelerado que hoy se vive reclama una colaboración intergeneracional donde se combine la experiencia y las capacidades creativas de la juventud con el objetivo de impulsar el desarrollo integral de la sociedad. Ese diálogo con la juventud se generan los compromisos que potencian las posibilidades del futuro.
Innovar y crear son lemas de la juventud actual y eso se expresa en todos los espacios de interacción y de la vida de los jóvenes. Habilitar espacios para escuchar las inquietudes de los jóvenes es fundamental e imprescindible. El crecimiento personal, intelectual y económico de la juventud es imprescindible para romper el cerco de la pobreza, la desigualdad y la exclusión.
Las instituciones que trabajan con la juventud en República Dominicana lucen desenfocadas con respecto a las expectativas de la gente joven. Las políticas públicas de juventud no termina de salir de los papeles y marcos normativos. Avanzar en ese campo requiere superar el asistencialismo y generar oportunidades inclusiva para toda la juventud, especialmente entre grupos más rezagados y marginados de un modelo económica excluyente y empobrecedor.
Focalizar acciones de apoyo para las juventudes rurales y semiurbana es una tarea impostergable. Impulsar soluciones in situ exige coordinación, articulación, recursos, trabajo y liderazgo. La planificación participativa y el empoderamiento de los programas, proyectos, planes e iniciativas genera compromisos y potencia las posibilidades de éxito. De no llegar el Estado con sus políticas a las demarcaciones territoriales, la juventud emigra o se pervierte.
Los ayuntamientos tienen mucho que hacer en ese campo, pero la juventud no cuenta para los ayuntamientos, ya que su accionar se centra en los centros urbanos. Aunque hay un alcalde pedáneo en secciones rurales y un ayudante en los parajes, los planes de los ayuntamientos no llegan allí y el desarrollo pasa a ser autogestionario. Cambiar ese esquema exige un cambio de visión del liderazgo, empoderamiento comunitario y una ruptura con la cultura clientelar.
Las autoridades municipales tienen la responsabilidad de trabajar por todo el municipio que dirigen, pero las debilidades, exclusiones e inobservancia de los planes de comunicación de los ayuntamientos, dejan fuera las demarcaciones rurales. Otra parte toca al gobierno central, que debe ir más allá de los discursos y la propaganda gubernamental. Ir a las comunidades rurales donde se producen lo que comen las ciudades es tarea impostergable.
Establecer incentivos y programas de desarrollo de la juventud rural y semiurbana es de alto valor estratégicos para mantener a los jóvenes en sus territorios y evitar la emigración. Generar oportunidades para la juventud debe ser prioridad del liderazgo político y social. Los escollos que impiden avanzar en ese campo son conocidos, pero las respuestas no llegan y la desesperanza mina la fuerza de voluntad.
La igualdad de derechos y oportunidades debe encontrar un respaldo más allá
de las teorías, los diseños de planes, programas, proyectos y discursos políticos. No hay excusa
para postergar las respuestas a los problemas que padece la juventud
dominicana. La resiliencia es deseable pero la rebeldía es imprescindible para cumplir deberes ejerciendo derechos. Esas expectativas chocan cuando se buscan vías para
alcanzar el éxito individual o colectivo. La juventud busca su camino.
Esas fuerzas y energías de la juventud deben ser liberadas y colocadas al servicio del país. La juventud está en centros educativos, instituciones de fe, organizaciones política y sociales, en los deportes y en actividades productivas diversas. Cuando no hay espacios para desarrollar sus capacidades y ejercitar sus derechos caen en las garras de la delincuencia, empujados por la desesperanza y el espejismo. Crear oportunidades para todos debe pasar de consigna a propuestas.
¿Qué necesita la juventud para insertarse e integrarse a la sociedad donde
vive? Entre otras cosas, orientación, formación,
educación, apoyos, afectos, comprensión y respeto. Escuchar a la juventud es
tarea de la familia, centros educativos, instituciones de sociedad civil y
partidos políticos. Darle referentes éticos y morales es tarea de quienes le
preceden. Respetar sus decisiones y ayudarle en la batalla por la superación es
imperativo ético. Ser joven no puede ser un estigma.
Generar espacios para el desarrollo juvenil, en regiones, provincias,
municipios, distritos municipales, secciones, parajes y barrios es tarea de
quienes interactúan en esas demarcaciones. Esconder la cabeza ante los reclamos
de la juventud es perder la oportunidad de canalizar su energía para potenciar
el desarrollo del país. Apoyar a la juventud en su contexto es fundamental. La
juventud, tanto en campos como en ciudades sueñas y lucha por superar su
condición y las de sus progenitores.
Las tecnologías de la información y la comunicación, las redes sociales y
las diversas formas de diversión de la juventud encuentran en la juventud su principal
consumidor. Las plataformas tecnológicas son espacios para entretener, desarrollar y
socializar, pero también para innovar, crear, aprender y enseñar. Es importante que desde esos
espacios se promuevan valores cívicos y culturales basados en el compromiso, la
tolerancia y el trabajo digno.
La juventud tiene derecho a soñar, haciendo algo mientras sueña, caminar hacia el éxito.
Tiene derecho a crear, inventar y a reinventar. Tiene el derecho a equivocarse
y el deber de reivindicarse. Tienen a derecho a ser libre como el viento y a
luchar por la libertad en que creen. Tienen derecho a extender sus alas en los
amplios cielos de la imaginación creativa. Nadie puede ni debe impedir que alce
vuelo y alcance las alturas. Que llegue tan lejos como los sueños que le guían.
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