martes, 25 de febrero de 2025

REORGANIZAR Y MODERNIZAR LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA RESPETANDO LA INSITUCIONALIDAD.


El proceso de Reforma y Modernización del Estado en República Dominicana tuvo su momento cumbre en la última década del Siglo XX y en la primera del Siglo XXI. Así se observa en los Lineamientos y el Programa de Reforma y Modernización del Estado desarrollado por la Comisión de Reforma y Modernización del Estado, trasformada posteriormente en Consejo Nacional de Reforma del Estado, a partir del 2002.

Los ejes principales se orientaron al fortalecimiento del sistema político-electoral, creación de mecanismos de participación ciudadana y la equidad de género, la lucha contra la corrupción, reforzamiento de la institucionalidad pública, reorganizar la arquitectura institucional, automatización de procesos, eficientizar la oferta de bienes y servicios, mejorar las prácticas gerenciales y agilizar trámites administrativos; así como fortalecer los procesos de descentralización de la administración pública y la búsqueda de mecanismos que propicien la transparencia y el combate a la corrupción.

Los avances quedaron plasmados en diversos documentos técnicos y normativos que sirvieron de sustento a una institucionalidad renovada impulsada por una dinámica política de corte neoliberal apuntalada por tendencias vinculadas al Neoinstitucionalismo y Nueva Gestión Pública. Ambos enfoques, aunque contradictorios, se complementan como tendencia. Los procesos de reforma compartían una agenda impulsada y apoyada por varios organismos internacionales y cubrieron a toda la región Latinocaribeña.

Reformas político-electorales e institucionales que, en su mayoría, quedaron truncas por los cambios de enfoque y las agendas priorizadas por los gobiernos que han dirigido el Estado durante los últimos 30 años. Modernizar, profesionalizar e institucionalizar la Administración Pública es fundamental para garantizar políticas públicas eficientes, pero se debe evitar la duplicidad, la dispersión de esfuerzos y dispendio de recursos.

El Estado en general y la administración pública en particular, experimentaron una transformación que removió los sistemas obsoletos e ineficientes. Empujados por la revolución tecnológica y de la transparencia, el debate en torno a la reforma logro involucrar a diversos sectores que aportaron su experiencia y expresaron sus expectativas en múltiples seminarios, conversatorios, congresos y charlas.

El Estado y la Administración Pública fueron impactados por esa dinámica. Y al calor de los debates, tanto legislativo como institucionales, se transformaron las Secretarias de Estado en Ministerios. Los cambios han ido acompañados de cambios en la organización territorial y del marco normativo que sirven de sostén a la arquitectura institucional existente.

En la mayoría de los ejes priorizados se avanzó significativamente. Se diseñaron estrategias para la capacitación del funcionariado público y la institucionalización de la función pública, se instalaron cientos de Oficinas de Acceso a la Información, tanto en los ayuntamientos como a nivel central, se encaminaron acción para fortalecimiento institucional y se habilitaron espacios para incorporar a la gente a la gestión municipal; así como la automatización de servicios y procesos administrativos. En el caso de los gobiernos locales, se potenció la creación de mecanismos de participación ciudadana para fortalecer la institucionalidad y transparentar la gestión municipal.

La historia del proceso de reforma y modernización del Estado es larga, accidentada y compleja, pero ha ido creando una dinámica donde participa una diversidad de actores que han dado forma a la institucionalidad que tenemos. Esas ganancias deben preservarse, mejorarse y profundizarse. De ahí la improcedencia de fusionar ministerios cuya misión está claramente establecida y legitimada con trabajos que recompensan la inversión que se hace en ellos.

La agenda de Reforma y Modernización del Estado, especialmente la efectuada, tras la eliminación del Consejo Nacional de Reforma del Estado en 2012, no satisface las expectativas de un Estado definido como “Social y Democrático de Derecho”, por lo que se requiere ajustes, pero no bajo la lógica que se ha propuesto.  Sumemos a eso, la falta de continuidad en las políticas de Estado, en materia de gestión pública. Queda pendiente la realización de un estudio sistemático de la vasta documentación que resume más de 30 años. Eso sería un esfuerzo colosal, riguroso y técnicamente exigente.

Actualmente, tras visiones gerencia listas y enfoques reduccionistas del Estado, se pretende revertir mucho de los avances alcanzados, algunos que ya son leyes que sirven de base a instituciones y a procesos consolidados. Tal es el caso de la pretendida integración del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo al Ministerio de Hacienda o el Ministerio de Educación Superior Ciencias y Tecnología al Ministerio de Educación. Llama la atención que esos y otros cambios cuentan con la anuencia del Ministerio de Administración Pública que es producto del mismo proceso de transformación y adecuación de la administración pública.

El proceso de Reforma y Modernización del Estado exige un liderazgo visionario y bien formado, solvente moralmente y comprometido. Implica además, decisiones políticas, coordinación interinstitucional, recursos económicos, herramientas tecnológicas, capacidades profesionales y participación activa de la gente. Las acciones desarrolladas y las pretendidas fusiones distorsionan y debilitan la institucionalidad.

Desmantelar un ministerio solo se justifica, si la misión que se le asigna contraviene el marco normativo y misional que fundamentan la organización del Estado. En los casos referidos anteriormente no es así. cada ente tiene y cumple funciones y objetivos que están referenciados en la Estrategia Nacional de Desarrollo y las leyes que rigen a cada una de las dependencias involucradas.

De consumarse las acciones de fusión sugeridas por el MAP en el Programa de Reformas, estaríamos ante una reforma regresiva e improcedente cuyo impacto sería altamente perjudicial para la institucionalidad pública. Bien haría en invertir tiempo y recurso en reorganizar la administración pública, eliminando las instituciones que claramente interfieren en el ámbito de otras dependencias, a contrapelo de la Ley de Administración Pública y otras normas.

Aunque se quiera justificar como un esfuerzo para reducir gastos, reorganizar y eficientizar la gestión pública, las evidencias empíricas dejan ver la improcedencia de las acciones. Los Ministerios deben reformarse y actualizarse, pero si se quiere reducir costos deben empezar eliminando o fundiendo las instituciones que se solapan o interfieren con mandatos y misiones de otras.

Es improcedente e inoportuno, asociar las funciones del Ministerio de Planificación y Desarrollo con el Ministerio de Hacienda. En términos prácticos, se está eliminando al ente responsable del diseño, evaluación y seguimiento de las políticas públicas, entre otras funciones claves para garantizar la eficiencia del gasto público. Técnicamente improcedente y políticamente incorrecta, las acciones propuestas dejan en el aire gran parte de la agenda de reforma y modernización, colocando al país en la línea del retroceso institucional.

Los esfuerzos por eficientizar, reorganizar, desconcentrar, descentralizar, modernizar, transparentar e institucionalizar la administración y la función pública deben sustentarse técnicamente. Tiene que servir para agilizar los procesos y procedimientos instituidos, orientando esfuerzos y recursos para garantizar la calidad de los servicios públicos.

La Reforma y Modernización apunta a la transformación de la institucionalidad democrática y el fortalecimiento político. Esas corrientes reformistas pueden servir para mejorar algunos aspectos, pero lo ideal es impulsar procesos de transformación de la cultura política y la superación del analfabetismo cívico. Es la única forma de cualificar la representación política y la democracia, del nivel que sea.

La planificación y el seguimiento a las políticas públicas requiere una institución que centralice la validación técnica de los programas, proyectos, iniciativas y planes que ejecutan las instituciones públicas. Esa esa misión la desempeñó eficientemente el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo hasta que a alguien se le ocurrió desmantelar esa entidad. 

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