El populismo es un epíteto despectivo
que le han colocado los teóricos e
intelectuales derechistas, conservadores y ortodoxos a la práctica política
impuestas por el SOCIALISMO DEL SIGLO XXI, caracterizado por volcar todos sus
esfuerzos y recursos a la superación de la exclusión, la marginalidad y la
desigualdad que ha caracterizado a los gobiernos de tendencia derechista y
liberal.
Las políticas articuladas en
programas, proyectos e iniciativas que superan el inmediatismo y se convierten
en políticas de Estado no pueden asumirse como populistas. Esa es una de las
principales diferencias entre una política de gobiernos y una política de
Estado. Esos esfuerzos se complementan con acciones ciudadanas articuladas y
coordinada que se traducen en esfuerzos colectivos de transformación social.
El interés de descalificar
los esfuerzos de los gobiernos socialistas y revolucionarios se expresa hoy con
virulencia y saña perversa. Eso incluye, la adjetivación de las políticas que
diseñan y gestionan los gobiernos progresistas. Así como tildan de terroristas,
a quienes antes llamaban comunistas o le acusan de estar vinculados al
narcotráfico; así hoy se empeñan en llamar populismo a las políticas de inclusión
social y lucha contra la pobreza que ejecutan los gobiernos.
Los teóricos e intelectuales
que sirven de soporte ideológico y operativo al consrvadurismo neoliberal que
sumieron en la miseria a los pueblos del mundo, especialmente a los
latinoamericanos se empeñan en desacreditar y etiquetar con epítetos
descalificatorios, cualquier acción de política que contravenga sus postulados.
La idea es comparar estas
políticas con las ejecutorias de gobiernos corruptos como el de Domingo Perón,
en Argentina. Perón encabezó una
dictadura disfrazada, surgida al margen de la voluntad popular. No es lo
mismo ni es igual. Aunque este gobierno llegó a tener amplia base popular sus
ejecutorias si eran populistas y clientelares porque no contaban con la
participación colectivas y carecía de orientación ideológica. Su sustento era
el carisma de Eva y Domingo Perón.
Aunque teóricos destacados
como Ernesto
Laclau se han empeñado en teorizar sobre la cuestión del "POPULISMO",
defendiendo la legitimidad del concepto y vinculándolo al quehacer
revolucionario de los gobiernos socialistas, lo cierto es que en el fondo se
trata de un concepto peyorativo impuesto por el conservadurismo, el liberalismo
y el neoliberalismo político.
Laclau, en
La Razón Populista, publicado en 2005 aporta un caudal de ideas para
interpretar el concepto, asociándolo siempre a los esfuerzos inclusivos de las
políticas públicas socialista. Eso no quita que a pesar de la autoridad del
autor antes citado, su bagaje teórico y su compromiso con el socialismo
marxista, dejemos de lado la discusión.
Es inaceptable que se asuma
la bifurcación como POPULISMO de izquierda y POPULISMO de derecha. Explicar esto
no es tan complejo si se miran los resultados de las acciones de 500 años de
saqueo y opresión de conservadores y liberales en América Latina versus los
últimos 25 años de incidencia de los gobiernos de tendencia socialistas y arraigo popular. El concepto se
ajusta a la partidocracia tradicional que clavó sus garras en las entrañas del
sistema político latinoamericano.
Para Horacio Cerutti Guldberg el POPULISMO es un término resbaladizo,
polisémico, poco claro, confuso, porque se refiere a un porque se refiere a un
fenómeno no bien delimitado ni fácilmente delimitable, enigmático, con muchos
elementos convergentes y difíciles de discriminar fenómeno no bien delimitado
ni fácilmente delimitable, enigmático, con muchos elementos convergentes y
difíciles de discriminar.
La historia de América
Latina, escrita con sangre, no miente y deja claro que los "ISMOS" son
manejados por la derecha para descalificar a la izquierda. Hablo de izquierda y
derecha en sentido estricto, sin tocar los matices para ilustrar las dos
grandes tendencias que han predominado en América y el mundo contemporáneo.
La
derecha, conservadora o liberal sembró de dictaduras a todo el continente y reprimió
con saña cualquier intento popular por escapar de las garras del monstruo del
terrorismo de Estado. Ejemplos sobran en el Siglo XX; dictaduras
por doquier y democracias caricaturescas al servicio de las oligarquías y el
imperialismo yanqui.
No hay, ni puede haber, un
populismo de izquierda y un populismo de derecha. Es parte de la manipulación para
imponer etiquetas que no se corresponden con los esfuerzos por superar la
desigualdad, la exclusión y la marginalidad de los sectores populares,
reivindicando el rol del Estado en la redistribución de los recursos que
produce.
Lo que sí se ve claro es interés de las clases
dominantes de colocar una etiqueta despectiva a las políticas progresistas de
los gobiernos que defienden el Socialismo del Siglo XXI. Eso se entiende, solo
si se analiza el acelerado proceso de desplazamiento de las fuerzas derechistas
por los movimientos progresistas.
Para las fuerzas
progresistas en general y para la izquierda revolucionaria en particular, el
calificativo de "populista" solo es aceptable si se asume partiendo
de la raíz de la palabra. Asumiendo que vincula las acciones y ejecuciones de
los gobiernos al beneficio del pueblo. De otro modo es una forma inaceptable de
encasillar y descalificar un esfuerzo, que con sus errores y aciertos se ha
ganado el respaldo popular.
Es indudable, que los
esfuerzos por etiquetar de "populistas" las políticas de
transformación social, políticas y económica que se desarrollan en América
Latina desvirtúa su esencia. La idea es
equipar el conchoprimismo político, clientelizado y corrupto impuesto a la
región a lo largo de más de un Siglo. Los resultados y el afianzamiento de la
institucionalidad democrática con participación popular es el mejor testimonio
de lo que decimos ¡No es lo mismo, ni es igual!
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