Los pueblos que no valoran su memoria histórica, que no reconocen los aportes y sacrificios de sus héroes y heroínas, pasan de ser ingratos a ser traidores.
Tradiciones, mitos, dogmas y creencias,
impactan el desarrollo político y van conformando una cultura política y
creando el sustento que alimenta la ideología. Cada generación asume y defiende
valores y principios partiendo del contexto político y las coyunturas en que
accionan.
Es así como durante la tenebrosa Era de
Trujillo, se forja el pensamiento de las Hnas. Mirabal, esposas de connotados
dirigentes del Movimiento Revolucionario 14 de Junio. Tres hermanas que
abrazaron la lucha contra la férrea dictadura junto a sus esposos, dando
continuidad a la actitud vertical asumida por la juventud dominicana desde el
inicio de la oprobiosa Era de Trujillo.
Minerva Mirabal, cerebro político de la
familia Mirabal Reyes, formada políticamente al lado de Pericles Franco Ornes,
reconocido dirigente de la Juventud Democrática y el Partido Socialista Popular
y casada con el Dr. Manuel Aurelio Tavárez Justo.
En su obra La Tragedia Dominicana,
Pericles Franco Ornes enmarca su la lucha de la juventud dominicana contra la
tiranía de la forma siguiente: “Libre y acusadora, se alzó en Noviembre de
1945, desde la Conferencia Mundial de la Juventud, la voz de los jóvenes de 64
naciones, en unánime condenación del oprobioso régimen que mantiene
esclavizados a nuestros hermanos de la República Dominicana, y en decidida
solidaridad y apoyo a la lucha heroica del pueblo y de los jóvenes dominicanos
por derrocar la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo”.
Suprimida las libertades políticas y
copado los mecanismos de control social, la juventud, asume la vanguardia de la
lucha contra la dictadura de Trujillo. El terror, el miedo y la desconfianza se
hicieron normas en la vida de los dominicanos. A pesar de que, en 1946,
Trujillo hizo un simulacro de apertura democrática y la represión cesó
temporalmente. Sectores de oposición aprovecharon para organizarse y generar
articulaciones político-sindicales.
Lideres como Mauricio Báez y Freddy
Valdez se destacaron en la zona Este del país. Obreros y braceros, guiados por
organizaciones políticas antitrujillistas desarrollaron actividades que
expusieron a sus dirigentes ante la maquinaria represiva del régimen.
Identificados fueron perseguidos, apresados unos y asesinados otros. Los
tentáculos del trujillato llegó a Cuba, donde asesinaron al líder obrero
Mauricio Báez en 1956.
El exilio antitrujillista, aunque
disperso ideológicamente, se unió estratégicamente. La lucha contra Trujillo empezó
con el inicio del primer gobierno. La historia de “La Era”,
registra numerosas acciones. En las principales ciudades del país, se expresaba
clandestinamente el rechazo al régimen represivo. Concretamente, se organizaron
expediciones procedentes desde el exilio en 1947, 1949 y 1959.
El contexto de Guerra Fría en que se
consolidó la dictadura impuesta y sostenida por los Estados Unidos, tras ocupar
el país de 1916 a 1924, se caracterizó por la persecución y la represión
constante contra quienes no comulgaban con el trujillato. Cárceles abarrotadas,
fusilamientos de dirigentes, proscripción de organizaciones políticas, miedo,
terror, chantaje y acoso eran comunes en la sociedad de entonces.
Aún bajo la represión y el terror
trujillista, la juventud en el exilio se organizó y creó organizaciones como el
Partido Revolucionario Dominicano, PRD, en 1939. Esta organización, de corte
liberal y con marcado acento antitrujillista participó en la organización de
expediciones armadas, aportó recursos y milicianos.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana
en 1959, el exilio dominicano, radicado en la “Perla de las Antillas”,
arreció sus planes para quebrar la dictadura y abrir camino hacia la
democracia. Uno de los esfuerzos mejor articulado es el del Movimiento de
Liberación Dominicana, liderado por Enrique Jiménez Moya, que ingresó al país
el 14 de junio de 1959, comandando a un considerable número de combatiente.
La bestialidad del régimen de Los Trujillo
no reconocía límites ni respetaba fronteras. Atentó contra el presidente de
Venezuela, Rómulo Betancourt, el de Guatemala Castillo Armas, el de Cuba Fidel
Castro, entre otros. Fue sancionado por la Organización de los Estados
Americanos, OEA, tras la llamada matanza de 1937 donde miles de nacionales
haitianos fueron asesinados por órdenes de Trujillo.
Los expedicionarios aterrizaron en
Constanza y se internaron en las montañas, tras un accidentado aterrizaje.
Descubiertos y perseguidos tenazmente por fuerzas militares al servicio del
tirano y acosados por el hambre, fueron cayendo; unos muertos otros apresados. Otros
grupos de la misma expedición entraron el 19 y 20 de junio por Maimón y Estero
Hondo. La mayoría no pudo tocar tierra y murieron en el mar, ya que eran
esperado por fuerzas del régimen.
Aunque militarmente, la expedición no
consiguió el objetivo, marcó el inicio del fin de la dictadura. La poderosa
maquinaria de guerra y el eficiente servicio secreto de Trujillo hicieron
añicos a los expedicionarios, pero no pudieron doblegar la voluntad del pueblo
dominicano liberarse del trujillato.
Tras la derrota militar de 1959, el
trujillato arreció la represión y la oposición entró en una fase de
reorganización. Se conformó el Movimiento Revolucionario 14 de Junio que asumió
el Plan Mínimo que trajeron los expedicionarios. Se conformaron células en
diversos puntos del país. Cientos de jóvenes procedentes de todas las capas
sociales, se nuclearon en la organización y los servicios de inteligencia
activaron la persecución.
Las cárceles se llenaron y la tortura se
impuso como norma. Prisiones como La 40, El 9, Nigua, entre otras, eran
mazmorras tenebrosas donde anidaban la saña y el sadismo. Hombres y mujeres
eran sometido a todo tipo de humillaciones. El culto al dolor era el credo del
Servicio de Inteligencia Militar, SIM.
Esa acción perversa, alevosa y vil
aceleró los planes de sectores que habían apoyado al tirano como la Embajada
USA o la cúpula católica. El asesinato de Rufino De La Cruz, Patria, Minerva y
María Teresa Mirabal conmovió al país y al mundo. La repulsa nacional e
internacional aumentó la solidaridad con la lucha del pueblo dominicano por
salir de la tiranía.
El reclamo de justicia y libertad para el
pueblo era la consigna. Las actividades conspirativas se diversificaron y
crecieron. Gente del entorno cercano al tirano que había sido humillada e
ignorada, se incorpora y acciona para descabezar al régimen.
La represión, el miedo, la desconfianza y
el terror impactan la psicología popular. El régimen agonizante y pervertido da
sus últimos zarpazos. El país que organizó y dirigió como una finca particular,
insiste en derrocar al dictador al precio que sea.
A la acción de grupos revolucionarios, se
suman personalidades del entorno de Trujillo, incluidos militares. De igual
forma, los norteamericanos, habían decidido salir del sátrapa y pasaron a dar
apoyo a grupos específicos de conspiradores. Se sumó descontento de esos
sectores con el ansia de libertad de las capas medias de la sociedad dominicana
para sacar al país de las garras de Los Trujillo.
El tirano es ajusticiado la noche del 30
de mayo de 1961. Descabezada la dictadura, empieza la persecución de los ajusticiadores
del tirano. Concomitantemente con eso sectores interesados en recomponer el
truijillismo sin Trujillo, inician sus maniobras, mientras el pueblo reclama en
las calles la destrujillización de la sociedad dominicana.
La alienación del pueblo dominicano era
tal, que los funerales del tirano se convirtieron en “duelo nacional”. Días
convulsos y violentos siguieron el ajusticiamiento del tirano. En las calles se
escenificaron protestas que fueron reprimidos brutalmente por la policía
trijillista y el servicio secreto.
Descabezado el régimen, “La Era de
Trujillo”, queda en manos del hijo mayor del tirano, Ramfis Trujillo,
quien se dedica a cazar los ajusticiadores de su padre. Una dura lucha de poder
se desarrollo en las estructuras políticas y militares. El pueblo reclama
justicia y libertad, mientras el neotrujillismo asoma en hombros del Dr.
Joaquín Balaguer.
El legado de quienes padecieron,
resistieron y combatieron la tiranía de Trujillo sellaron con su sangre su
vocación democrática. Gracias a su sacrificio, hoy podemos disfrutar de las
libertades que tenemos. Agradecer y respetar ese legado es un deber moral para
dominicanos y dominicanas.
Los principios en que hoy se forma la
institucionalidad democrática fueron sembrado por generaciones que soportaron y
padecieron el acoso y la intolerancia política de regímenes dictatoriales como
los de Trujillo y Balaguer.
Estudiar, analizar, comprender y entender
ese legado es responsabilidad de los liderazgos emergentes. La historia es como
fue, no como la conciben, quienes, desde su ignorancia o comodidad, pretenden
interpretarla.
Cuando la era, era; la gente no tenía
derecho a expresarse, no podía decidir ni mucho menos pensar libremente. La
férrea dictadura se impuso durante 31 año. Ese tiempo dejó profundas cicatrices
en la sociedad dominicana. La era fue como fue, no necesariamente como la
imagina usted.
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