Las elecciones celebradas el domingo 18 de febrero en República
Dominicana fue un ejercicio cívico que concluyó con relativa tranquilidad. El
civismo exhibido por la población contrasta con el comportamiento de dirigentes
de organizaciones políticas que se dieron a la tarea de cometer diversos
delitos electorales que atentan contra el derecho a elegir libre y
secretamente.
No obstante, el comportamiento ejemplar de la mayoría de los
electores, el clientelismo hizo galas de sus peores atributos en los entornos
de los recintos electorales. Instalación de carpas, proselitismo, compra de
cédulas, reparto de dinero y presión para ejercer el voto, enturbiaron el
certamen. Aunque la institucionalidad política ha evitado complicaciones
mayores, quedan los recuerdos del frustrado proceso electoral de febrero 2020.
La suspensión de las elecciones municipales en febrero del 2020, donde
tras comprobarse fallas, aun no aclaradas, en las máquinas que se utilizan en procesos
comiciales automatizados, queda como “mancha indeleble” en la memoria de
quienes apuestan a la institucionalidad y a la transformación de la democracia
formal electoralista en democracia funcional de base popular.
Un elemento altamente preocupante para la institucionalidad
democrática es el bajo nivel de participación de la gente en los comicios. Los
niveles de abstención, tradicionalmente altos para elecciones municipales,
superaron todos los parámetros y rondaron el 60% del padrón total de electores.
Eso es una clarinada que debe despertar la conciencia colectiva y al liderazgo
de las organizaciones políticas.
¿Cómo explicar los altos niveles de abstención electoral en
elecciones municipales y qué hacer para incentivar la participación de la
gente? Las respuestas a estas interrogantes deben ir acompañadas de acciones concretas.
Prestar atención al desencanto de la gente con el sistema democrático y el
rechazo a prácticas perversas evidenciadas a lo largo del proceso comicial es
obligación de todos los sectores involucrados en el certamen.
La abstención razonada es una decisión personal, pero si un proceso
donde se escogen cerca de 4 mil candidatos, más de 30 organizaciones políticas
con un padrón superior a los 8 millones de electores, restando los empadronados
en el exterior, solo vota menos de la mitad, la cuestión es para preocuparse y repensar
las estrategias de motivación, información y orientación sobre el proceso, las
propuestas y el valor cívico de un proceso electoral. Las razones de cada
elector para votar o no votar es una decisión emocional, especialmente en
quienes no son militantes de organizaciones políticas.
En primer lugar, hay que valorar la incursión de una gran cantidad de
jóvenes que postularon a candidaturas por diversas fuerzas políticas que
participaron en la contienda. Lo mas probable, eso evitó que la concurrencia
sea más baja de la que hubo. No obstante, muchos de esos jóvenes han dejado ver
su descontento en redes sociales y otros medios. Algunos entienden que fueron
utilizado como contrapeso, a pesar de que el voto preferencial, le abría
posibilidades favorables.
Los elevados niveles de abstención en elecciones municipales invitan
al liderazgo político, a las organizaciones políticas y a la Junta Central
Electoral a reflexionar sobre la pertinencia de la división y altos costos de
las elecciones. Hay quienes lo asumen como algo normal, pero la realidad es que
las características del subsistema de partidos, el financiamiento público de
las organizaciones políticas y la alta inversión en propagandas, sumado a lo
que gasta el organismo de comicios en el montaje de las elecciones, indica que algo
anda mal y es imperativo encontrarlo y superarlo para apuntalar el desarrollo
del sistema político y el afianzamiento de la institucionalidad democrática.
Las causas pueden ser diversas y complejas, pero no se puede negar la
apatía de la gente y el acentuado clientelismo que se ha impuesto. Esa
combinación erosiona y debilita las bases de la institucionalidad democrática.
El liderazgo político, quienes aspiren a cargos electivos y la Junta Central
Electoral tienen la responsabilidad de organizar elecciones diáfanas y respetar
los resultados.
“La cifra de electores que se abstuvieron, supera por mucho el
porcentaje de 2020, 44.71% y para ilustrar parcialmente con números de la JCE,
en Santiago de los Caballeros, segunda plaza electoral decisiva, la abstención
se situó en el 70%”. https://elnuevodiario.com.do/abstencion-en-municipales-2024-una-advertencia-para-el-prm-y-la-oposicion/
La Junta Central Electoral tiene la obligación de exigir a las
organizaciones políticas mayor transparencia y probidad en la gestión de los
recursos que recibe; así como las fuentes de origen de los mismo. Además, tiene
la obligación de depurar las candidaturas presentadas por las organizaciones
políticas. Para incentivar la participación política de la gente se debe exigir
el cumplimiento de las normas y procedimientos instituidos.
Lo anterior se suma a las responsabilidades que tiene el organismo
electoral para gestionar el montaje de los procesos electorales. No es tarea
fácil, pero tienen que cumplir los mandatos y garantizar que las elecciones se
desarrollen en armonía, transparencia y organizada.
La cultura clientelista que prima en este tipo de proceso corroe las
bases de la institucionalidad democrática y aleja a gente que puede aportar con
sus capacidades al desarrollo político dominicano. El ejercicio de los derechos
políticos es un requisito fundamental para legitimar los procesos comiciales,
pero deben desarrollarse dentro de los parámetros establecidos en la normativa
que rige el sistema político dominicano.
Ganadores y perdedores, junto al órgano rector del subsistema
político deben evaluar el proceso, sacar lecciones y aplicar los correctivos
que se requieran para preservar y fortalecer la democracia. No es momento de
vanagloriarse ni de lamentarse o de justificar la abstención y ridiculizar a
quienes perdieron. Es tiempo de trabajar para hacer de la política una
actividad que atraiga a gente noble, honesta, trabajadora, preparada y
comprometida con el desarrollo inclusivo del pueblo dominicano.
La apatía de la gente para ir a votar encuentra razones en la
conducta del liderazgo político dominicano, que, permeado por el caudillismo,
el mesianismo y el individualismo luce estancado en prácticas políticas asistencialistas
y clientelistas. Eso se suma a la acentuada corrupción política que afecta a
gran parte de ese liderazgo y a la falta de transparencia en las organizaciones
políticas.
Un sistema político donde predomine la abstención es inaceptable,
máxime en un país donde el Estado hace grandes inversiones en las
organizaciones políticas y el montaje de los procesos electorales. Además, las organizaciones
políticas y los candidatos que postulan despliegan una diversa y costosa propaganda.
Esos elementos debieran incentivar la participación de la gente, pero la
realidad es la que se evidenció en las elecciones municipales recién finalizada.
La democracia, en cualquiera de sus modalidades, exige participación
activa de la gente, contrapesos e instituciones políticas comprometidas con la
honestidad, la transparencia y el desarrollo con justicia social. La nuestra,
queda a deber mucho, y es tiempo de reflexionar y actuar al respecto. Es sabido, que la democracia dominicana adolece
de vicios que generan desencanto. Uno de esos vicios es la corrupción política,
que, como concepto amplio, tiene diversas expresiones que se combinan para
pervertir la cultura política.
La acentuada y creciente abstención en procesos electorales
municipales deben movilizar al liderazgo político a reinventar su accionar y a
revisar su conducta. La falta de propuestas concretas, sumado al
desconocimiento de las funciones básicas de la administración pública municipal
retan a esas entidades y les obligan a buscar soluciones. Si aspirantes y
dirigentes no pueden explicar las propuestas que pretenden realizar o carecen
de estas, la gente se desmotiva. De ahí la importancia de trabajar en la
formación de la gente.
Negar el impacto del clientelismo, el oportunismo y el transfuguismo en
la conciencia del electorado no ayuda. Para superar un mal hay que reconocer su
existencia. Voltear la cara ante una realidad tan convincente, solo agravará la
desconfianza de la gente en la democracia y en las capacidades del sistema
político para procesar las demandas del electorado en particular y de la
sociedad dominicana en general.
La renovación de la política pasa por la reorganización e
institucionalización del sistema político-electoral, pero, sobre todo, por el
adecentamiento de prácticas contrarias a la esencia de la política. La
corrupción política está claramente documentada y anida en todos los espacios, aprovechando
la discrecionalidad, la opacidad y el secretismo con que se manejan las
organizaciones políticas.
La percepción de que la corrupción política es recurrente y se incrementa
en el país queda evidenciado en estudios relevantes como “el informe de la
Encuesta Barómetro de Las Américas, República Dominicana 2023: “Tomándole el
pulso a la Democracia", realizada entre el 17 de abril y el 3 de junio de
2023, y es un seguimiento de las encuestas realizadas en República Dominicana
desde 2004. El trabajo de campo fue realizado por CID Gallup en nombre de
LAPOP, con financiamiento de Vanderbilt University, USAID y el Banco
Interamericano de Desarrollo”. Para mayores detalles sobre este estudio vea el
siguiente enlace: https://acento.com.do/actualidad/barometro-de-las-americas-la-economia-repite-como-el-principal-problema-de-los-dominicanos-9306464.html
Independientemente de los vicios observados durante el proceso
comicial, todos los esfuerzos que se hagan para incentivar la participación de
la gente en las elecciones y generar confianza en la democracia es una inversión
estratégica para la institucionalidad democrática. Si unificar las elecciones contribuye
a incrementar la participación y abaratar los procesos comiciales, se debe abordar
la cuestión con la madurez que exige el contexto político dominicano.
Sin entrar en mayores detalles, dado el carácter exploratorio y la brevedad de la reflexión sobre la abstención en las elecciones municipales, queda pendiente el análisis ponderado sobre la evolución del abstencionismo en República Dominicana. Por el momento, conviene trabajar en las líneas siguientes:
Para contrarrestar la creciente abstención en República Dominicana y mitigar la apatía de sectores de clase media alta y media media en la política.
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