La actividad política es
fundamental para el desarrollo e institucionalización de la democracia, pero la
materia prima de los liderazgos que la ejercen se forja en la sociedad. Quien
no es buen ciudadano, difícilmente sea buen líder político. Reflexionar sobre
los perfiles y atributos de ese liderazgo es imperativo para entender las
causas de los sistemas políticos.
No se puede caracterizar y analizar
un sistema político al margen de los liderazgos que lo gestiona. La crisis de
liderazgo que azota a República Dominicana es, ante todo, una crisis de
valores. Quienes se dedican a esa noble e importante actividad, no pueden
descuidar su condición de ciudadano.
El liderazgo político disponer de
cualidades y atributos que fortalezcan su perfil y complementen los requisitos
establecidos en los marcos normativos. Aunque pocos valoran las virtudes de un
candidato o candidata al momento de elegir, privilegiar las virtudes y rechazar
los vicios es un ejercicio racional y responsable que contribuye a cualificar
la representación.
Entre otros atributos, la
honestidad, vocación de servicio, humildad, solvencia moral probada, idoneidad
y la legitimidad social constituyen los pilares fundamentales para convertir al
líder en referente ético. Aspirar a cambiar las formas de hacer y ver la
política, depende de las capacidades y atributos de quienes la ejercen.
Esos atributos deben ser la carta
de presentación de quienes aspiran a desempeñar funciones en la administración
pública, especialmente, cuando se trate de cargos de elección popular. Los
perfiles para ocupar puestos administrativos en la administración pública incluyen,
en la mayoría de los casos, aspectos que pocas veces son tomados en cuenta,
pero para cargos electivos, la laxitud del derecho a elegir y ser elegido
complica la cuestión.
Ese derecho a elegir y ser elegido,
permite, en ciertos casos, que cargos que requieren formación y vocación sean
ocupados por gente que no solo desconoce las funciones del cargo que ocupa,
sino que representan intereses contrarios al interés colectivo. Afinar y
complementar esos perfiles es tarea de los organismos que gestionan el sistema
electoral dominicano.
Anclados en el derecho a ser
elegido, cualquier ciudadano puede aspirar a un cargo de elección popular, pero
hay personas que no solo son incapaces, sino que carecen de solvencia moral y de
legitimidad social. La historia política dominicana registra casos que pueden
servir para ilustrar a quienes osen negar que servir a la sociedad desde la
administración pública es cuestión de honorabilidad, honestidad e idoneidad.
Las virtudes en sentido aristotélico
y el civismo, según lo planteado Eugenio María de Hostos, en su célebre tratado
de Moral Social, marcan la diferencia entre la perversidad y la honestidad. El
líder, en cualquier circunstancia, y máxime en política, debe ser, ante todo un
referente moral y un ejemplo a seguir.
Cualquier institución gestionada
por personas dotadas de las cualidades morales y virtudes cívicas referidas
anteriormente será referente de lo bueno, nunca reflejo de lo malo. La gente
sella las acciones que realiza con la tinta indeleble de los principios y
valores que adornan su accionar.
Aunque en el Siglo XXI, la
cualquierización y mediocridad se hacen normas, el liderazgo deben cultivarse
moralmente. De lo contrario, la Política, seguirá arrastrando falencias y
debilidades. La actividad política exige carácter, firmeza y coherencia, pero
todo eso tiene que estar referenciado en principios éticos y valores morales.
El líder político debe cuidar la
confianza que la gente deposita en él y la mejor forma de hacerlo, es
convirtiendo la actividad política en una acción de formación cívica y de
orientación política. De ahí la importancia de superar el analfabetismo cívico
y político de amplios sectores de la población.
Vicios de la democracia como son
clientelismo, asistencialismo, mesianismo, el transfuguismo, personalismo y
caciquismo, se entronizan cuando el liderazgo descuida sus tareas fundamentales
de orientar, formar y educar desde la política. Parece utópico, pero es
fundamental, justo y necesario que el liderazgo se fundamente en valores y
virtudes. No es pecado aspirar a un liderazgo ético.
El asistencialismo hacer ver como cuestiones
correspondientes a los derechos sociales son provistos como si fueran favores
de incumbentes, que, con dinero público, personalizan la provisión de bienes y
servicios públicos. El clientelismo, asume que todo lo que hace un funcionario
debe ser recompensado por el beneficiario.
Esencial y generalmente, el
clientelismo político, en el nivel que sea, es una relación perversa entre unos que ofertan y otros que compran,
traducido a la política es la acción que emprenden ciertos políticos “dejando
caer algo a cambio de algo”, para el caso el favor del voto.
El asistencialismo es una práctica
donde los funcionarios públicos suplantan las políticas públicas por acciones
directas, que hace ver como si los bienes y servicios que ofrecen son favores
personales o actividades altruistas propias de filántropos. Sustituye las políticas públicas por iniciativas coyunturales.
Hay personas que se dedican a
realizar actividades asistenciales, sin tener un cargo público. Lo hacen desde
las llamadas organizaciones de la sociedad civil. Al cabo de un tiempo aparecen
aspirando y cobrando su inversión. Se sabe que el altruismo político no existe,
lo que hacen es una inversión a futuro.
Para contrarrestar el efecto de
esos vicios, hay que cultivar liderazgos comprometido con principios y valores
que hagan de la función pública una oportunidad para servir a la sociedad, no
para servirse de ella. No es tarea fácil, pero hay que lograr que quienes
aspiran a cargos públicos sean personas decentes, idóneas y sensatas.
Finalmente, es responsabilidad de
la ciudadanía rechazar a quienes no cumplan con los perfiles adecuados ni
cultiven las virtudes y atributos referidos en esta reflexión. La política
cambiará cuando quienes se dedican a ella, sean servidores de vocación. Un
mundo justo y solidario es posible y necesario, pero para lograrlo hay que
cultivar los liderazgos.
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