A los 58 años del inicio de la Guerra de Abril, la reflexión se
impone como principio. Activada la acción popular con clara perspectiva
revolucionaria y orientada a la restauración de la constitucionalidad destruida
por el golpe de Estado perpetrado contra el gobierno del Partido Revolucionario
Dominicano, encabezado por el profesor Juan Emilio Bosch, y barrer el
neotrujillismo que buscaba reconquistar su espacio político y legitimización social.
El liderazgo político, militar y revolucionario
se colocó a la altura de las exigencias históricas del proceso de transición
democrático iniciado tras el descabezamiento de la Tiranía de los Trujillo el
30 de mayo de 1961. Tras largos años de resistencia, represión, terror y
manipulación el pueblo buscaba el rumbo hacia el progreso acosado por los
sectores que pretendía recomponer las fuerzas que sostuvieron la dictadura.
Hay gentes que justifica y defienden acciones
indefendibles e injustificables, abusando del uso de los medios de comunicación
y redes sociales. Emiten juicios, partiendo de su imaginario y prejuicios, sin
reparar en el sacrificio de quienes protagonizaron los hechos que marcaron ese
periodo.
Hoy se escuchan opiniones diversas sobre el contexto,
antecedentes, causas, fundamentos, protagonistas, intereses y consecuencias de
la guerra de abril de 1965. Crece la costumbre de hacer historia con la
historia para imponer líneas asociadas al pensamiento único. Se ha ido imponiendo
el interés de sectores conservadores en detrimento del interés colectivo.
Que la llamen como quieran, pero la historia testaruda y justiciera muestra los hechos y relatos que testimonian de aquella epopeya para restaurar la constitucionalidad, y quebrar las pretensiones del neotrujillismo de legitimarse frente a la sociedad. Finalizada la guerra se impuso al Dr. Joaquín Balaguer como presidente de la República en unas elecciones amañadas y bajo el terror imperialista y sus socios locales.
Yerran los que pretenden blanquear el accionar perverso y criminal de traidores y detractores, quienes, colocados del lado equivocado de la historia, conspiraron y actuaron contra los intereses del pueblo y la soberanía nacional. Primero conspirando para derrocar al gobierno constitucional encabezado por Juan Bosch, luego sosteniendo El Triunvirato, y después accionando en primera fila para defender la intervención militar norteamericana.
Cuando el pueblo avanzaba en sus conquistas, los
traidores pidieron el apoyo de tropas estadounidenses que habían trazado un
plan para "evitar otra Cuba en el Caribe". Quebrar la
institucionalidad definida en la Constitución de 1963 fue el resultado del
accionar de los sectores golpista, auspiciados por el imperialismo yanqui, la
iglesia y la cúpula empresarial.
Dicen algunos que durante la contienda bélica iniciada el 24 de abril
se enfrentaron “leales y constitucionalistas”, pero hay que aclarar algunas
cuestiones. ¿Leales a qué o a quiénes? Sería bueno profundizar en el análisis
de esas categorías y cómo las fuerzas enfrentadas tenían motivaciones e
intereses diferentes.
Abril resuena en la memoria de un pueblo que ha sabido defender
su soberanía y su vocación democrática. Muchos detractan, ignoran y manipulan
sobre el valor histórico de las acciones heroicas y patrióticas, dado que la
vanguardia la asume el movimiento revolucionario y sectores democráticos de las
Fuerzas Armadas, nucleados en el Movimiento Enriquillo.
El accidentado proceso de negociación,
patrocinado por la OEA y auspiciado por las fuerzas de ocupación estadounidenses
dejó a los constitucionalistas en una situación difícil. Acorralados en Ciudad
Nueva, rodeados y fracasado los intentos por llevar la lucha a otros pueblos,
tuvieron que aceptar condiciones que sabían que golpistas e invasores nunca
cumplirían.
El contraste de la Guerra de Abril con la Ocupación Militar Norteamericana se concretó con la imposición del gobierno encabezado por el Dr. Balaguer a partir de 1966, y la expulsión de la mayoría del liderazgo constitucionalista. Más de 40 mil soldados estadounidenses sumado a los miembros del CEFA y los agentes de gobiernos proyanquis no pudieron doblegar militarmente al pueblo en arma, liderado por el Gobierno Constitucionalista, presidido por Francisco Alberto Caamaño Deñó.
Cada quien tendrá sus juicios sobre el
desarrollo de los acontecimientos durante los meses de abril a septiembre de 1965,
cuando se firmó el Acta Institucional que puso fin a la guerra, pero quienes
participaron en aquella gesta, primero, popular y luego patriótica, tienen el
mérito de haber sido protagonistas de acciones que nosotros solo podemos
imaginar y especular sobre ellas. Las discusiones sobre impacto de aquella gesta en la política dominicana polarizó los debates por varias décadas.
Quienes osaron quebrar el gobierno
constitucional de Juan Bosch, crearon las condiciones para la revuelta popular que
devino en guerra patria, tras la invasión yanqui. Ellos sembraron el árbol de
la discordia y encendieron la llama redentora. La sangre derramada en esa gesta
debe abonar la memoria de las presentes generaciones para que encuentren formas
de evitar acciones como las que llevaron a la Guerra de Abril de 1965.
La Guerra de Abril, es un período histórico mal estudiado y muy manipulado, pero los hechos testimonian verdades solapadas y discriminadas por intereses mezquinos de quienes pretenden justificar comportamientos retorcidos de ciertos actores. Los perversos y verdugos no dejarán de serlo, porque borren o reescriban la historia. El heroísmo y la rebeldía vencieron el miedo y el terror neotrujillista.
Vale recalcar, que los pueblos que no honran a sus héroes y heroínas;
que no reivindican su legado y que no reconocen el sacrificio de quienes
forjaron la patria que tenemos pasa de ser ingratos a ser traidores. La memoria
histórica es el sello de identidad nacional de los pueblos y eso debe
estar claro en la mente del pueblo dominicano.
Es imperativo honrar y reivindicar la memoria de los hombre y
mujeres que mantuvieron encendida la antorcha de la libertad, el decoro y la dignidad
del pueblo dominicano. Quienes se colocaron del lado correcto de la historia,
tienen un sitial reservado en el corazón de los buenos dominicanos. Viva la
vocación revolucionaria del pueblo dominicano.
¡Hasta la victoria siempre!
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