Bigote, un veterano prudente y sensato, solo buscaba ganarse la amistad
del peor enemigo de los gatos, el altanero y arrogante Kaliche salió decidido a
cumplir su promesa. Él decía que podía pasar sin que Tarugo se percatara y en
caso de ser descubierta contaba con habilidades de corredor y trepador
entrenado. Emprendió la marcha hasta ubicar a Tarugo descansando debajo de una
mata de almendras, próximo a su casa.
Al pasar frente al perro, ya este había olfateado al osado
felino el altanero, justo al pasar soltó un fuerte ladrido que hizo que el
arrogante se disparara como un resorte y prepara a un poste del tendido
eléctrico. Tarugo, el perro callejero plantó guardia por el día entero.
Luego de una larga espera y preocupado la tardanza de su amigo Kaliche, Bigote decidió salir a
buscarlo. Caminó y caminó hasta que escuchó el ladrido inconfundible y retador.
Es era Tarugo, dijo Bigote.
Con sigilo se acercó para ver qué era lo que perseguía Tarugo.
Levantó la cabeza y entre cables del tendido eléctrico, las líneas telefónicas
y las ramas de una vieja caoba, acurrucado sobre el tubo de hierro que sostiene
el semáforo, descubrió un cuerpo peludo y grisáceo que le era conocido. Encogido
y temeroso; temblando de miedo, y a punto de saltar, apareció el arrogante y
altanero Kaliche.
Bigote, al ver a su amigo en tan difícil situación y pensando en
lo peor, se sorprende ante el inesperado hallazgo, la posición desafiante de
Tarugo y el inusual comportamiento de Kaliche, dice gruñendo sumamente: ¿Qué
pasó compa?, tranquilo, no pasa nada afirma Kaliche, paralizado de miedo. Abajo
el rabioso gruñido soñoliento de Tarugo martillaba en la cabeza del temeroso
Kaliche quien ante la insistencia de Bigote para que su amigo explicara lo
ocurrido, tuvo que buscar fuerzas y argumentos para convencer a su preocupado
amigo.
Kaliche sacó fuerzas y le dijo: compai Bigote, estoy
limpiando el semáforo. He conseguido un trabajito en ayuntamiento para
limpiar y acondicionar los semáforos. El Tarugo es el supervisor y responsable
de cuidarme mientras hago mi trabajo. Eso sí, no haga ruido, porque se despierta,
y bien sabe usted, como es de malhumorado el Tarugo, afirma Kaliche con suave
gruñido.
Bigote asume como un chiste la ingeniosa respuesta de su buen compañero,
pero le explica: entienda amigo Kaliche que la experiencia y la prudencia se
imponen a la arrogancia y soltó una carcajada burlona que despertó al Tarugo,
quien, percatado de la situación, se levantó rápidamente e inició una alocada
carrera porque no sabía a qué gato perseguir.
Tarugo corrió y corrió hasta recorrer todas las calles del Barrio
Felino hasta que de tanto correr se cansó. El belicoso Tarugo, burlado
por la ingeniosa estrategia bien montada por Bigote y Kaliche decidió abandonar
la persecución, calmar su odio y hacer las paces con Bigote y tolerar al
arrogante Kaliche.
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