Los gremios
tienen una larga e importante trayectoria en la evolución organizativa de los
pueblos. Gente que desempeña un mismo oficio o profesión se nuclea para
defender sus derechos, socializar experiencias; así como establecer redes de
solidaridad y cooperación. Los gremios de profesionales debieran ser, por
definición, los más acabados, pero nada más lejos de la realidad.
José María
Cifuentes afirmó en “Cuestiones Contemporáneas, 1956”, que “El
"Gremialismo" nacido en los últimos siglos de la Edad Media,
mantenido en la edad Moderna, hasta la supresión de los gremios por Turgot, a
fines del siglo XVIII, prohibido más tarde, por las legislaciones inspiradas en
las ideas de la Revolución Francesa, resucitado, por último, en la segunda
mitad del siglo XIX, bajo la forma del "Sindicalismo", ha tomado en
los Últimos tiempos un importancia excepcional y ha creado problemas de tal
entidad que se hace indispensable precisar las ideas acerca de su naturaleza y
de sus proyecciones”.
Partiendo
de esas reflexiones, se puede deducir las contradicciones ideológicos y los énfasis
políticos con que surgen esas entidades marcan su accionar y definen su perfil
institucional. Es claro, que las tendencias ideológicas en cada grupo marcan la
dinámica operativa y define los perfiles del liderazgo que los gestiona.
Establecer
diferencias entre gremios, sindicatos, colegios, asociaciones, federaciones y
confederaciones ha sido cuestión largamente debatida en la historia de los
movimientos sociales y los grupos de presión. Muchas de estas entidades adquieren
la categoría de “frentes de masas”, cuando se articulan a organizaciones
políticas.
Profesionales
e intelectuales debieran agruparse con objetivos específicos, haciendo de las de sus organizaciones un espacio de socialización, cooperación y
solidaridad. Es claro, que la hegemonía intelectual no siempre se impone, y
muchas veces, queda relegada a intereses mercuriales dentro de los gremios, asociaciones,
federaciones y confederaciones.
Cientistas y
teóricos sociales han intentado arrojar luces sobre el complejo asunto. Uno de
ellos fue Carlos Marx, quien afirmó que las condiciones materiales determinan
la condición social del sujeto. Como él, muchos otros han hecho aportes destacando,
no solo el papel de los intelectuales en la vanguardia revolucionaria, sino la
de su importante rol como forjadoras y difusora de conocimiento.
Respecto a
la formación de los intelectuales, su clasificación y función en la sociedad
Antonio Gramsci se pregunta y se responde en la siguiente dirección ¿Son los
intelectuales un grupo social autónomo e independiente, o todos los grupos
sociales tienen sus propias categorías de intelectuales especializados? El
problema es complejo por las diversas formas que ha asumido hasta ahora el
proceso histórico real de la formación de las distintas categorías
intelectuales. Ver Cuadernos Desde la Cárcel #4 de Antonio Gramsci.
Cuando se
trata de entidades que agrupan a profesionales, se instituyen mediante leyes
específicas o decretos de incorporación. Tal es el caso de los Colegios de
Profesionales, como los que agrupan a los médicos, periodistas o abogados,
entre otros. Otra modalidad son las asociaciones, como la Asociación Dominicana
de Profesores.
Durante la
Guerra Fría, los gremios profesionales de República Dominicana desempeñaron un
rol protagónico en la lucha por la defensa de los derechos de los trabajadores
y el respeto a los derechos humanos. Era la expresión cruda de la lucha de
clases, compartida con sindicatos obreros, el movimiento campesino y las
organizaciones políticas progresistas, socialistas y Revolucionarias.
Primero
contra el trujillato y sus remanentes representados por el balaguerato, los
líderes gremiales y sindicales asumieron la vanguardia en el reclamo de mejores
condiciones de vida y respeto para los profesionales. Además, fueron escuela de
formación de liderazgo que contribuyeron a la mejora de servicios públicos y a
la institucionalización de las políticas públicas.
Páginas de
glorias escribieron los estudiantes organizados en la Federación de Estudiantes
Dominicanos FED, los sindicatos del sector eléctrico y centrales obreras, las
del sector azucareros. Otros como los maestros, nucleados en la ADP, los médicos
en el Colegio Médico Dominicano y los profesionales agropecuarios arrancaron
conquistas y reivindicaciones relevantes a sus sectoriales.
A los ejemplos
anteriores se le suman las organizaciones de los profesionales del sector
agropecuario, las enfermeras y entidades emblemáticas del movimiento campesino.
Todos fueron espacios donde se organizó la acción colectiva para exigir
diversas reivindicaciones y encabezar la lucha popular.
La historia
del gremialismo dominicano es amplia, diversa y compleja, pero cada ente en su ámbito
tiene sus aportes. De esa militancia comprometida con principios y objetivos
alineados al quehacer profesional queda poco. En los últimos tiempos, el
liderazgo gremial y sindical han permitido que sus agendas y procesos se
partidaricen, de forma tal, que hoy exhiben los mismos vicios que las organizaciones
políticas.
En la
clientelización y partidarización de los gremios profesionales están las causas
de la corrupción y el descrédito que los aqueja. El gremialismo dominicano ha
perdido su esencia en todos los ámbitos, unos más que otros, pero todos padecen
los mismos males.
Los gremios son entidades tipificadas como “sin fines de lucro”, pero en la práctica se convierten en fuente de tráfico de influencias y un medio para obtener ventajas individuales. Aunque siguen teniendo una importancia vital para el desarrollo y consolidación de los profesionales que los conforman, pocas cumplen con ese rol. No es solo defender derechos, gestionar seguros médicos y otros beneficios, sino también formarlos ética y cívicamente.
El
liderazgo gremial tiene mucho por hacer para rescatar la confianza y la mística
profesional que debe primar en los entornos gremiales. Tiene la responsabilidad
de desarrollar sus capacidades de liderazgo basadas en principios éticos y
valores morales para legitimar socialmente el ejercicio profesional.
El
incumplimiento de las normas que los rigen se ha impuesto como regla. La
opacidad y el secretismo son características predominantes y la complicidad
generalizada suplanta la transparencia en la gestión de los mismos. La
rendición de cuentas es un cuento mal contado. La desconfianza en esas
entidades es perturbadora y preocupante.
Gremios que
otrora fueron vanguardia en la lucha por mejores condiciones de vida para sus
socios y el pueblo en sentido general, hoy son extensiones de organizaciones
políticas que cooptan y condicionan el accionar de las mismas. El caciquismo
gremial se convierte en parasitismo que neutraliza el desarrollo institucional
y desmotiva la participación de los gremios.
Los
procesos de renovación de los cuadros directivos en las organizaciones
profesionales y sindicales son permeados por intereses partidarios ajenos a la esencia
de las entidades y generan distorsiones que ahondan la crisis estructural que
afecta a la mayoría de ellas. Los proceso electorales, cuando se hacen, son
amañados, clientelistas, viciados y poco transparente.
Hablar de
ética profesional se ha convertido en una herejía en la mayoría de las
organizaciones gremiales. El fin de muchos "gremialistas" es utilizar
esos espacios para obtener beneficios personales al margen de las normas y la
moral. Muchos profesionales rehúyen a participar en los procesos y dinámica
interna de los gremios por temor a verse involucrados en escándalos que mellen “su
buen nombre o prestigio profesional”. Eso deja el camino libre para que los
caudillos clientelistas se impongan.
Se impone trabajar en la creación de una masa crítica para que cada miembro se convierta
en un sujeto activo y participativo para defender sus derechos e impulsar las
transformaciones que requieren esas entidades para que se conviertan en
referentes de buena gestión y compromiso ético, gestionadas por un liderazgo
moralmente solvente. Los esfuerzos en esa dirección deben concentrarse en la
formación del liderazgo y el respeto a las normas internas.
Por ahora,
queda esperar, que los miembros de esas organizaciones e incluyo aquí los
sindicatos, se rebelen contra las imposiciones partidarias y retomen las luchas
por mejores condiciones de trabajo, mayor transparencia, respeto a las diversas
ciencias y disciplinas que cultivan, respeto a los principios y normas
plasmados en estatutos y leyes; así como reforzar la formación cívica de los
agremiados, entre otros asuntos.
El quehacer
gremial debe adecentarse y legitimarse con buenas prácticas para que la
motivación, el compromiso, la cooperación y la solidaridad sean guía del
trabajo gremial. Lógicamente es un tema que exige mayor profundidad, pero con
lo expuesto aquí dejo abierta las líneas para debatir los asuntos concernientes
a la resignificación del gremialismo y su quehacer para alcanzar el bien común
y aprovechar las capacidades y experiencias de los agremiados.
Invito a
los colegas gremialistas a trabajar en la creación de una entidad macrogremial
que coordine el necesario proceso de transformación que requieren esas
entidades. No basta con realizar elecciones, reclamar derechos o exigir respeto
profesional, hay que aumentar la participación, la inclusión y la identidad
gremial.
Hasta aquí
mi reflexión, no cito casos, situaciones o coyunturas específicas, pero las evidencias
son abundantes y perturbadoras. Espero que los profesionales que la lean
entiendan las motivaciones que la mueven y actúen en consecuencia.
¡A la
acción los invito!
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