En la historia de la humanidad, la producción de
alimentos ha sido siempre una prioridad asociada a la supervivencia de las
especies que de ella dependen. Los diversos estadíos registran suficiente información
para sostener esta tesis que se complejiza con el incremento de la producción.
Hay quienes como Alvin y Heidy Tofller reconocen en
lo que denominan Revolución Agrícola el primer paso hacia la transformación de
la sociedad y la sostenibilidad de la alimentación humana. Hoy otras tendencias
coinciden con estos planteamientos en el contexto de las estrategias que buscan
garantizar la seguridad alimentaria de la humanidad.
Esos elementos, que hacen depender la vida de la
producción de alimentos se han convertido en tema de debates tanto en los foros
internacionales patrocinados por la FAO y otros organismos. Eso hace de la
producción agropecuaria en general y de la agrícola en particular un negocio.
En él entran asuntos vinculados a los costos y a los medios de producción, así
como los aspectos relacionados con el mercado y la comercialización.
Por el lado de los costos hay que hablar de los rubros
necesarios para garantizar que el producto salga con un mínimo de calidad. Es destacable
el costo de los insumos e implementos agrícolas, así como las maquinarias
utilizadas. A esto se suman los aspectos referidos la conservación y
almacenamiento del producto previa comercialización para garantizar la
inocuidad. Es todo un proceso, complejo y costoso.
En lo referente a los medios de producción, hay que
hacer énfasis en la tierra, la mano de obra, la tecnología y la
infraestructura. En la agricultura tradicional o de subsistencia el proceso es
menos exigente. Cuando se pasa a una producción mecanizada y tecnificada el
costo se eleva, colocando al empresario agrícola en la necesidad de financiar
los altos costos para compensar sus esfuerzos.
Todo lo anterior sirve para introducir la difícil situación
que vive el empresariado agrícola dominicano y especialmente el que se dedica a
la producción de vegetales y frutales a raíz de la “aparición de la llamada
Mosca del Pacífico”. Esa situación empuja a la quiebra a un alto número de
estos productores luego que los mercados, especialmente el de los Estados
Unidos objetara el producto alegando deficiencias en la calidad.
Al disponer de un mercado restringido a nivel
internacional y de un mercado interno débil, reducido y especulador se han
visto precisados a botar parte de su producción. Esto es insólito en un país
donde mucha gente pasa hambre y consume productos de mala calidad.
Lógicamente, no se puede culpar a los productores de
la situación pero sí a quienes tienen la responsabilidad de garantizar que ese
importantísimo renglón de la economía disponga de las garantías que lo hagan
rentable y sostenible. El Estado debe asumir la protección de quienes se
dedican a una labor de tanta trascendencia como la producción de alimentos, en
un área tan frágil como la agropecuaria.
La falta de estrategias y planes de comercialización
alternativas han impedido la colocación de los productos en el mercados por
fallas en la cadena de comercialización. Es tiempo entonces de abocarse a
buscar soluciones duraderas y beneficiosas tanto para los productores como para
los consumidores.
A continuación sugiero algunos puntos que pueden
servir para una discusión amplia de las cuestiones anteriormente planteadas. No
es ni pretende ser una receta pero en estos tiempos de globalización de la
información y la comunicación ningún sector está exento de su impacto.
Es necesario reforzar las estrategias de planificación
de siembra en base a las ofertas y posibilidades de colocación de la producción
en los mercados.
Anticiparse a las contingencias, aprovechando el
asesoramiento público y privado, así como la experiencia acumulada, tanto en el
área de la producción como en materia de comercialización.
Se impone también la diversificación de los mercados y
la búsqueda de las vías que faciliten la colocación oportuna de los productos
en el mercado.
Ir a los lugares donde los costos de transporte y
embalaje no se traguen el esfuerzo del productor, aprovechando los mercados más
cercanos.
Mejorar los estándares de calidad tanto para los
productos destinados al mercado internacional como el que se distribuye en los
mercados nacional y locales.
Fortalecer la cadena de comercialización para minimizar
el impacto de la intermediación. Se sabe que la intermediación se lleva la gran
tajada perjudicando a productores y consumidores.
Reforzar la organización de los productores, creando
espacios asesorados de orientación que coloquen las informaciones confiables y
oportunas sobre el sector en manos del productor.
Establecer espacios refrigerados para el
almacenamiento de los productos que por alguna razón no se puedan colocar en el
mercado. Así se evitan pérdidas, se garantiza la calidad del producto y se
aprovechan mejor las oportunidades de negocio.
Pensar en la industrialización de los productos
agropecuarios y muy especialmente los productos agrícolas es otro punto de
vital importancia. Agregar valor, industrializando puede ser un buen negocio.
Reforzar los instrumentos de aseguramiento de la
producción, especialmente aquella que se realiza bajo ambientes controlados
lleva tranquilidad al productor y fortalece al sector.
Establecer programas de capacitación para productores
y el personal de apoyo que se dedica a la producción, es una inversión no un
gasto.
Establecer centros de acopio en lugares estratégicos,
especialmente cerca de puertos y aeropuertos o puntos de ventas debidamente
acreditados e identificados.
Modernizar e institucionalizar tanto la cadena
productiva como la cadena de comercialización, aprovechando las tecnologías de
la información desde donde se promuevan los catálogos con los productos y las características
de los mismos.
Es sabido el aporte del sector agropecuario al Producto
Interno Bruto y dentro de este el sector agrícola tiene mención de honor, especialmente
después de la instalación de millones de metros de invernaderos en todo el
territorio nacional. Es un sector al que hay que cuidar, proteger y fortalecer.
Gestionados integralmente pueden ser y de hecho son, una excelente fuente de
ingreso y de fomento de empleo para el país.
Las grandes pérdidas que padece el sector agropecuario
tanto del lado de la producción de vegetales como de frutales deben llevar a
los sectores involucrados a la búsqueda de soluciones duraderas e
institucionalizadas. El país no puede darse el lujo de ver con indiferencia la
quiebra acelerada a la que se dirigen los productores nacionales.
Anticiparse a las contingencias en el ámbito productivo
y comercial, implica un esfuerzo tanto del productores organizados como de las
instancias estatales vinculadas a la agropecuaria y especialmente en la
producción agrícola bajo la modalidad de invernaderos y la producción de
frutales.
Aprovechar los tropiezos para explorar nuevas oportunidades; áreas
de mejoras que les prevengan de eventos similares ayuda y tranquiliza. Espero
que estos aspectos sean contextualizados y discutidos en los escenarios que
correspondan ¡Es mi humilde aporte, por el bien de la producción nacional y de
la seguridad alimentaria!
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