lunes, 6 de agosto de 2012

REINGENIERÍA POLÍTICA Y LUCHA DEMOCRÁTICA.


La política no es una especulación; es la Ciencia más pura y la más digna, después de la Filosofía, de ocupar las inteligencias nobles. Juan Pablo Duarte.

Recién concluido el proceso electoral en República Dominicana se abren las puertas para la reflexión de los principales actores sobre los retos y desafíos de la democracia dominicana y el rol de los actores políticos y sociales. No hay duda de que el país está en un punto de inflexión que se debe apuntalar en el análisis del proceso que recién concluye para sacar las enseñanzas del pasado proceso comicial.

Quedó evidenciado en la justa electoral que el pueblo dominicano ha superado el burocratismo partidario, manteniendo el respaldo al sistema político como medio para renovar a la dirección política del país.  De ahí que aunque se pretenda torcer o cooptar su voluntad, vota, cuenta y espera los resultados confiando en la decisión de los organismos electorales.

No obstante es necesario de impulsar un proceso de reingeniería política que coloque la estructura político-partidaria a la altura de las expectativas de la sociedad dominicana del Siglo XXI. Se plantea una normativa que rija el funcionamiento de los partidos políticos y otro que fortalezca el sistema electoral.

La Constitución votada en el 2010 establece en su artículo 216, el rol y las funciones de los partidos y organizaciones políticas en una sociedad. Señala que “la organización de partidos, agrupaciones y movimientos políticos es libre y deben garantizar la participación de ciudadanos y ciudadanas en los procesos políticos que contribuyan al fortalecimiento de la democracia.

Así mismo establece que deben contribuir, en igualdad de condiciones, a la formación y manifestación de la voluntad ciudadana, respetando el pluralismo político mediante la propuesta de candidaturas a los cargos de elección popular; Servir al interés nacional, al bienestar colectivo y al desarrollo integral de la sociedad dominicana”.

Fuimos testigos, sin embargo, de una campaña electoral donde quedaron evidenciadas marcadas fallas y debilidades de cuya solución depende, en cierto modo, la estabilidad y la gobernabilidad democrática del país. Las malas prácticas, las artimañas, la violación deliberada de la normativa vigente son sólo muestras de los retos a superar. Los vicios y falencias acumuladas a lo largo de su historia corroen y debilitan los esfuerzos que se hacen para fortalecer e institucionalizar la democracia dominicana.

Es de suponer que una vez concluida las elecciones y aplacada las pasiones, se abran los espacios formales para discutir los aspectos fundamentales que sirven de sustento a las instituciones político-electoral. Minimizar la realidad vivida en la campaña electoral que concluye es riesgoso y poco ético. Negar que hubiera graves violaciones a la normativa vigente, incluida la Constitución de la República, es desconocer el valor de la institucionalidad para la convivencia pacífica.

El resultado electoral muestra 4 bloques claramente definidos: el ganador, encabezado por el Lic. Danilo Medina Sánchez, del PLD; el PRD, los alternativos de corte progresista y el grupo abstencionista. Visto así, la gobernabilidad requiere ser alimentada con diálogo sincero, abierto y propositivo. Armonizar estas fuerzas para hacerlas gobernables requieren una alta dosis de humildad por parte del grupo gobernante. A la oposición le corresponde constituirse en el ente vigilante para que las pasiones se mantengan en su cauce y se afiance la institucionalidad democrática.

El período que recién se inicia puede marcar el fin del predominio de los grandes partidos en el país ya que los grupos, partidos, movimientos y alternativos han hecho conciencia de que la unidad es la vía para ascender al poder. Este punto es fundamental para el futuro democrático del país y la tendencia continental va en esa onda. Evidentemente que esta afirmación luce utópica, dado el prolongado historial divisionista de esas entidades pero se han ido acumulando experiencias que apuntan a la búsqueda de un entendimiento para accionar conjuntamente en a la vida política del país.

Aunque las aspiraciones hacia la institucionalización y modernización del sistema político, así como la adecuación y actualización de la normativa plantean un horizonte idóneo para transformar el formalismo democrático y la práctica política, hay que insistir en el cambio de actitud del liderazgo político y social para superar el atraso político que se evidencia. Se sabe que el cumplimiento las leyes en el país es una materia pendiente y que los partidos y sus dirigentes tienen gran responsabilidad en este asunto.

Por tanto, alimentar la ilusión de que es posible superar las taras del sistema creando nuevas normativas es bueno pero hay que insistir en que el cambio sólo es posible si se asumen con espíritu crítico las falencias del sistema político electoral, incluyendo cuestiones como el clientelismo, el caudillismo, el transfuguismo y ética política. La dominicana, es una democracia cara y deficiente. Esto implica que el compromiso para transformarla e institucionalizarla requiere una alta dosis de responsabilidad social y política. 

Superar esas debilidades y carencias constituye el desafío fundamental de la democracia dominicana, en momentos en que las críticas a la inobservancia a las reglas estatutarias, la normativa general, los elevados costos de la democracia, dada su baja eficiencia se acentúan. También se cuestionan la permisividad de los organismos, especialmente de los Partidos Políticos y la Junta Central Electoral, ya que los primeros postulan candidaturas que no cumplen con el perfil mínimo requerido y otros porque no impiden su postulación, inhabilitando a quienes estén impedidos para postular candidaturas a cualquier cargo de elección popular.

El reto incluye la consumación de esfuerzos para crear capacidades en la ciudadanía para que rechacen las pretensiones de quienes hacen de a la política un negocio, desvirtuando su esencia y desacreditando la práctica política. Rechazar las malas prácticas y fortalecer los liderazgos sociales constituyen pasos transcendentales para el fortalecimiento e institucionalización del sistema político electoral dominicano.

Esta es la vía más corta para superar el atraso que exhiben los partidos y el sistema político en el país. Aspirar y apostar por el perfeccionamiento y transformación de la democracia sin impactar moral y socialmente a los actores que la conforman es una tarea inalcanzable, cuando no  imposible. Sin capacidades ciudadanas que sirvan de equilibrio al sistema político, la democracia está coja y tiene muchas posibilidades de perder el equilibrio, ya que el modelo democrático luce agotado y requiere reformas y ajustes profundos para adecuarlo a las exigencias de las sociedades del Siglo XXI.

He aquí algunos puntos para el necesario debate que debe darse entre todos los actores sociales y políticos, especialmente, aquellos que se consideran liberales, progresistas y revolucionarios. De poco sirve votar leyes, si quienes deben y juran cumplirlas no honran ese deber ¡Mantener la esperanza y exigir cambios es un derecho a defender!