viernes, 21 de mayo de 2010

A PROPÓSITO DEL DÍA DEL SOLDADO DEMOCRÁTICO.

“No me pongan en lo oscuro a morir como un traidor, yo soy bueno y como bueno moriré de cara al Sol” José Martí.

El día del Soldado Democrático se ha institucionalizado a pesar de las pretensiones de los sectores que pretenden borrar de la memoria del pueblo el legado patriótico de los hombres y mujeres que han ofrendado sus vidas en aras de la justicia social, la defensa de la soberanía nacional y la transformación de la sociedad dominicana. En ese grupo se inscribe el Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, héroe e ideólogo y mártir de la Revolución de Abril de 1965.

Fernández Domínguez encarnó, más que un soldado democrático, a un ser extraordinario, que a pesar de su juventud. Abrazó la noble causa de liberar a la República Dominicana del yugo opresor de la ignorancia, del miedo, de la marginación, la corrupción, el entreguismo y el vandalismo político impuesto por las cúpulas militares, económicas y empresariales bajo el manto protector de los sectores conservadores de la iglesia católica y la despreciable e inhumana ingerencia imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica.

Impregnado de amor, patriotismo, entrega, compromiso, coraje y decisión puso su capacidad militar al servicio del rescate de la institucionalidad y la soberanía mancillada. No tomó reparos para sacrificar su juventud, su carrera y su familia. Para él la Patria estaba siempre primero. Defendió a nuestra amada Quisqueya como el hijo que defiende a su madre contra la tiranía y la opresión. Fue un digno soldado, cuyo ejemplo debe ser el norte de las nuevas generaciones. Hoy que los principios éticos y los valores morales encuentra poca receptividad en las sociedades del Siglo XXI. Su referente surge rabioso y levanta su dedo acusador contra la ignominia y la indiferencia. 

A 51 años de su muerte, el pueblo recuerda con gratitud la grandeza de sus actos, la claridad de sus ideas y la pureza de su pensamiento. Junto a él cayeron otros jóvenes valiosos, entre los que se destacan Juan Miguel Román, Euclides Morillo, así como el instructor de los hombres ranas, el italiano Ilio Capozi. Intentaban tomar el Palacio Nacional el 19 de mayo de 1965. Los disparos certeros de francotiradores de las Fuerzas Invasoras acabaron con la vida del bizarro coronel.

Su caída en combate causó gran pesar en las filas constitucionalista, más su ejemplo sirvió para enervar el espíritu combativo. En medio del dolor por el líderer y compañeros caídos, la lucha continuó, la resistencia se acentuó concomitante con la represión desatada por los lacayos instalados en la base aérea de San Isidro hasta que se inició el proceso de las negociaciones que puso fin a la sangrienta y desigual guerra. 42 mil marines norteamericano pisotearon, estrujaron y engulleron el orgullo nacional, pero no pudieron digerirlos.

Doblegar a un pueblo como el dominicano es una tarea imposible y lo demostró una vez más frente a los invasores y sus lacayos. Pagó un alto precio defendiendo su dignidad pero impuso y mantuvo vivo el espíritu libertario que enseñaron Sánchez, Mella, Duarte, María Trinidad Sánchez, los hermanos Puello, Luperón, Duvergé, Juana Saltitopa, entre otros.

Hoy que negros nubarrones se ciñen sobre las expectativas de progreso e institucionalización de la sociedad dominicana se siente con mayor rigor la falta de este adalid de la democracia, de ese titán de la justicia. Hombre de claros principios, militar ejemplar, padre abnegado, convencido de la justeza de su causa llevó hasta el final de su vida la antorcha de la justicia social, la dignidad humana y la defensa de sus ideales libertarios. Siguiendo el ejemplo heroico de Gregorio Luperón y Antonio Duvergé.

Formado en las filas de las Fuerzas Armadas e hijo de militar trujillista supo imponerse a la perversidad de sus superiores y marcar con su ejemplo la senda de la decencia y el decoro de la soldadesca dominicana. Él y su ejemplo es la estrella que debe orientar el rumbo de la oficialidad dominicana. Su ética, su civismo y su entrega no tienen parangón en la historia militar.

Fernández Domínguez junto a sus amigos y compañeros de armas Francisco Alberto Caamaño, y Juan Lora Fernández conforman la trilogía de la dignidad durante los aciagos acontecimientos que siguieron al alevoso y vil derrocamiento del gobierno constitucional que encabezó el profesor Juan Emilio Bosch y Gaviño. Ellos junto a otros valientes oficiales y alistados levantaron la digna bandera de la redención para restaurar la soberanía. A ellos se sumaron otros militares que también entendieron e hicieron honor a sus uniformes cuando decidieron asumir la defensa de la constitucionalidad y el rescate de la soberanía mancillada.

La grandeza de su obra y la fortaleza de sus principios se imponen a la desmemoria inducida y al abandono arbitrario al que tradicionalmente se someten los defensores de la patria. Su sacrificio y su entrega adornan cual corona las aspiraciones del Pueblo. El ejemplo de Rafelito es un incentivo para seguir luchando por la justicia social, la paz y el progreso del pueblo dominicano. Los ideales que él y sus compañeros defendieron siguen pendientes. Es un símbolo, una referencia obligada cuando se pretenda buscar un modelo ético en la sociedad dominicana y especialmente en la deteriorada institucionalidad militar.

La responsabilidad asumida por aquel joven oficial le merece más que una simple dedicatoria de una fecha en el calendario. El y sus compañeros tienen un monumento en la conciencia nacional, especialmente en quienes aspiran a continuar por la senda que ellos trazaron. A pesar de las dificultades y las debilidades aparentes, el pueblo dominicano es como un tigre dormido. Ese pueblo despertará del letargo y exigirá la reivindicación de los ideales de los héroes de la gesta patriótica de 1965.

¡Con menos de 30 años se ganó la confianza de sus compañeros y logró convencerlos de la necesidad de defender la institucionalidad y la soberanía nacional! El pueblo dominicano tiene, sin duda un gran compromiso con los prohombres de abril y máxime con el ideólogo del movimiento constitucionalista el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez. Ahí está su obra, su ejemplo y sus ideales esperando ser retomados por quienes creen en la capacidad del pueblo dominicano para reinventarse.

El Día del Soldado Democrático debe servir para repensar el rol de las instituciones militares, así como reivindicar la memoria de quienes han caído en las luchas patrióticas a lo largo de la historia dominicana. La fecha es propicia para reflexionar sobre el legado y la vigencia del pensamiento de este digno representante del decoro. Es tiempo de honrar la memoria de los héroes y heroína y  levantar su decoroso ejemplo. colocándole como divisa en el quehacer cotidiano.

Fernández Domínguez y sus compañeros encendieron, con su acción heroica, la antorcha de la libertad que nunca, nunca jamás se debe apagar. Su ejemplo, sacrificio y entrega abonan la conciencia que algún día producirá el necesario relevo que requiere el pueblo dominicano para encausarse por las sendas del desarrollo integral. Su sacrificio no ha sido en vano pero falta mucho para cumplir con las altos ideales que le inspiraron. ¡Que no se olvide, señores y señoras, que no se olvide!